Muchos de nosotros tenemos una experiencia que supera toda posibilidad de expresión en el lenguaje, no la podemos decir cabalmente. Es una experiencia que suele manifestarse como “algo más”, “algo que nos supera”, “un orden que no depende de nosotros”, “una otredad”, “una presencia de amor”… Juan de la Cruz da testimonio de ella poéticamente:
“Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo”
Cualquier intento por hablar de esa experiencia es inadecuado: esa experiencia es “mística”, esto es, “callada”, “inefable”. Para expresarla recurrimos a cuentos, a mitos. Si decimos “Dios”, ya estamos en el mito. Y si seguimos diciendo, hacemos “teología”, esto es, “contar cuentos sobre Dios”: débil lenguajeo humano que se expresa en el rito, en la moral, en la doctrina. Ése es el campo de las religiones, que para muchos son un camino de salvación pero que también pueden llegar a inspirar fundamentalismos que hieren la convivencia humana.
La fe es una experiencia personal indecible. La religión es un intento nuestro de decir esa fe. La fe es decir sí a esa experiencia. La religión es recurrir al mito para contarla.
Los cristianos tenemos una experiencia de fe que nos es fundante: decimos “sí” al hecho de que Jesús que murió crucificado, resucitó, volvió a la vida. Decimos “sí, te creemos” al testimonio de María de Magdala cuando nos cuenta que vio el sepulcro vacío y que tuvo la experiencia de estar con Jesús resucitado y conversar con él. Si creemos en Jesús y su resurrección, somos cristianos; si no tenemos esa fe no lo somos, por mucho que aceptemos y vivamos un mensaje de humanidad y de amor.
Los cristianos no creemos en “algo”: una religión hecha de doctrina, rito y moral, sino que en “alguien”, Jesús muerto y resucitado.
Esa fe en la resurrección de Jesús nos resulta un mensaje de salvación, porque nos dice que nosotros también resucitamos. Nos dice que la muerte no es definitiva. Nos dice que el universo entero tiene una dimensión trascendente a su propia existencia. Si esta fe es para nosotros ese mensaje de salvación hacemos lo posible por dar testimonio de ella para que otros también reciban y se enriquezcan en ese mensaje: es éste el sentido de la vida del cristiano. Proclamamos con nuestra propia vida la fe en la resurrección de Jesús.
La fe cristiana es una sola. La religión que a través de la historia ha surgido en torno a esta fe en la resurrección de Jesús que tiene múltiples raíces y expresiones culturales: hay muchos cristianismos. Lo religioso puede y debe ser relativizado; la fe es una experiencia fundante de liberación.
miércoles, 2 de noviembre de 2005
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