Espíritu
Castaneda dedica todo un volumen de su obra, El Conocimiento Silencioso, trabajo que cierra su segunda tetralogía, a narrar los que denomina "los centros abstractos", narraciones de diversas formas de relación entre el guerrero y el espíritu: las manifestaciones del espíritu, el toque del espíritu, los trucos del espíritu, el descenso del espíritu, los requisitos del intento, el manejo del intento. Dice que son mapas completos de series enteras de acontecimientos; que cuando el aprendiz comprende los centros abstractos es como si pusiera la piedra que cierra y sella una pirámide.
Porque la única manera de explicar el intento es experimentarlo en forma directa en la conexión viva que existe entre el intento y nosotros mismos. "Los brujos llaman intento a lo indescriptible, al espíritu, al abstracto, al nagual".
Don Juan emplea el término abstraer como la búsqueda de la libertad de la percepción; abstraer es ponerse a disposición del espíritu por medio del puro entendimiento
Hay quienes "obtienen paz, armonía, risa, conocimiento, directamente del espíritu". Otros necesitan intermediarios que les ayuden a romper su imagen de sí. Porque para llegar al intento se requiere impecabilidad: acción de recanalizar la energía que se libera al acabar con la importancia personal. La impecabilidad acumula esa energía. Sin importancia personal somos invulnerables, pero acabar con ella es una obra maestra de abandono, frialdad y audacia: no en vano la importancia personal es el origen de todos nuestros males. Abandono, frialdad y audacia son los requisitos del intento. La maestría del intento es el enigma del espíritu, y para lograrla el guerrero comienza por trabajar y limpiar su vínculo con el intento, tarea que - de nuevo - remite a acabar con la importancia y la historia personales, que producen la imagen de sí.
Cultivando el abandono, la frialdad y la audacia el guerrero "compra su boleto para ir a la impecabilidad": libera energía y la recanaliza.
En este trabajo el guerrero usa a su muerte como consejera. Pensar en nuestra muerte nos da claridad. Está siempre con nosotros: nunca se para; a veces apaga las luces, eso es todo. Solo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para no abandonarse a nada, para mantenerse impecable. No podemos darnos importancia si sabemos que la muerte nos está acechando. Hasta que derrotamos a la muerte, y ésta nos deja en paz; logramos un estado de conciencia total, modo alternativo de morir: es la libertad.
sábado, 24 de febrero de 2007
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Pensar en la muerte es realmente necesario, prepara parte del camino. La muerte la ocultamos por desagradable pero es una etapa necesaria además de impuesta.
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Saludos.