Parar el mundo
Puesto que la realidad es una descripción, el mundo de nuestro diario vivir está conformado por múltiples descripciones que se anudan en continuidades a las que don Juan llama también “inventarios”; dice que los hombres somos criaturas de inventario, y que conocer los detalles de determinados inventarios es lo que hace al ser humano un profesional, un conocedor de un campo específico. Hemos dicho que es éste un sistema de conocimiento del cual somos miembros con una porfiada pertinencia. Tal pertenencia limita nuestra percepción; si queremos ampliarla hemos de cambiar de referencias, ir a otro sistema de conocimiento. El primer paso en este cambio es detener ese mundo de nuestras descripciones de cada día.
Nos hablamos incesantemente a nosotros mismos acerca de nuestro mundo. De hecho, mantenemos nuestro mundo con nuestro diálogo interno. Y cuando dejamos de hablarnos sobre nosotros mismos y nuestro mundo, el mundo es como debería ser. Con nuestro diálogo interno lo renovamos, le damos vida, lo sostenemos. No solo eso, sino que escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De ahí que repitamos nuestras acciones una y otra vez hasta el día en que morimos, porque continuamos repitiendo nuestro mismo diálogo interno una y otra vez hasta el mismo momento de la muerte. Un guerrero es conciente de ello y lucha por detener su diálogo interno.
Parar el mundo consiste en introducir un elemento disonante en las continuidades de descripciones con el fin de detener ese permanente fluir de acontecimientos comunes catalogados por nuestra racionalidad. Ese elemento disonante es lo que don Juan llama “no-hacer”. Hacer es cualquier cosa que forma parte de una realidad de la cual podemos dar cuenta racionalmente. No-hacer es un elemento que no forma parte de esa realidad conocida.
Las continuidades de nuestras descripciones nos dan la idea de que somos un bloque sólido, enseña don Juan. La certeza de que somos inmutables es la que sostiene nuestro mundo. Podemos aceptar la posibilidad de modificaciones de conducta, de reacciones o de opiniones. Pero no vamos más allá de este orden básico. Cuando tal orden queda interrumpido, nuestro mundo se detiene y se viene abajo nuestra racionalidad, con todo el orden que sustenta.
La debilidad de la razón para dar cuenta de toda nuestra posibilidad cognoscitiva se debe a que se relaciona solo con uno de los ocho puntos del hombre: con el habla. En cambio, la voluntad se relaciona con el sentir, el soñar, y el ver. Nos movemos entre la razón y el habla, y a eso llamamos entendimiento. Pero hay otros seis puntos más que el hombre puede manejar - y don Juan subraya que se trata de manejar, no de entender - nos movemos dentro de la racionalidad y los lenguajes y olvidamos los puntos relacionados con la voluntad que don Juan define como una fuerza, una sensación que sale del guerrero que tiene poder, con la cual puede “agarrar” cosas. Los ocho puntos componen la totalidad de uno mismo. Los dos primeros, la razón y el habla los conocemos todos. El sentir es algo vago, pero en cierto modo familiar. Más allá del umbral que separa el mundo corriente del mundo de los brujos percibe uno el soñar, el ver, y la voluntad. Y en el último borde de ese mundo se encuentra uno con los otros dos, que no alcanzamos siquiera a nombrar.
Cuando hemos conseguido parar el mundo se nos presenta el silencio interior, estado natural de la percepción humana, en el que los pensamientos se encuentran bloqueados y todas nuestras facultades operan a partir de un nivel de conciencia que no requiere la intervención de nuestro sistema cognitivo ordinario. Allí somos capaces de funcionar en niveles de percepción que revelan mundos en sí mismos, indescriptibles y por consiguientes inexplicables en términos de los esquemas lineales que emplea el estado habitual de la percepción al explicar el universo.
Este silencio interior ha de ganarse mediante una disciplina constante, una voluntad inflexible. Es la puerta de un conocimiento que debe ser acumulado en el cuerpo, almacenado parte por parte; resultado de un aprendizaje explícito y mediante la aplicación de una intención rígida manifestada en la frugalidad o aptitud física; en el juicio recto entendido como una evaluación de los hechos impuestos por el aprendizaje en función de la totalidad del mismo; y en la obediencia a los hechos del aprendizaje. Básicamente, este aprendizaje consiste en obligarse uno mismo al silencio, aunque sea por unos pocos segundos, hasta lograr un umbral que varía de persona a persona, pero que - una vez logrado - desencadena por sí solo el silencio interior. La única manera de conocer cuál es ese umbral es en la práctica; hasta que, de pronto, el mundo se detiene y se ve el fluir de la energía.
La sensación que tenemos en esta experiencia es la de dos mundos separados; uno, el habitual y acostumbrado, aquel en que nos refugiamos; otro, lejano, difícil, aterrador. Entre ambos, un umbral que se abre y se cierra, y que no nos atrevemos a franquear... hasta, que de pronto, damos un salto.
Aquí está el nudo gordiano de este asunto de parar el mundo: si aprendemos a hacerlo, si lo hacemos habitualmente, si logramos movernos entre el mundo de la razón y el mundo de la voluntad, entre el mundo ordinario y el mundo de los brujos, entre los diferentes mundos que seamos capaces de describir, y si aprendemos a hacerlo escurriéndonos entre esos mundos, tendremos la libertad al alcance de la mano. Nos habrá sido dada por un conocer diferente, fluido, capaz de volar, capaz de admirarse y de reír, enraizado en una trama que en absoluto se confunde con las descripciones habituales de nuestras aprendidas continuidades e inventarios.
Es un nuevo conocimiento
miércoles, 7 de febrero de 2007
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Muy innovador, hablar es hacer, conformar mundo y crear sistema de valores. No-hacer sería detener el mundo, reinventar la realidad; me parece un difícil y arriesgado ejercicio de meditación. Seguiremos avanzando poco a poco.
ResponderBorrarEstoy leyendo algo sobre Castaneda y compruebo que fue una figura que levantó, me parece además que de forma consciente, gran controversia.
Saludos.
Fue un gran maestro de los 70 y - como todo gran maestro - una persona atravesada por un algo que lo superaba. Generó múltiples lecturas y su herencia todavía se percibe en expresiones y percepciones incorporadas al lenguaje de buscadores de hoy. Si quieres algo muy breve y de gran fuerza, originado en Carlos Castaneda y propuesto con mucha fidelidad te aconsejo lo siguiente: Lucas Estrella, "El Oráculo del Guerrero", Santiago, Cuatro Vientos, 1995, 91 pp. Son 36 textos muy sugerentes y breves en formato de bolsillo (13x9 cms.) Búscalo en http://www.cuatrovientos.net De paso te sugiero mirar bien esa editorial, cuyo impulsor y dueño es el psicólogo transpersonal Francisco Huneeus, chileno. Tiene mucho material de calidad: una excelente edición del Tao-Te-Ching con comentarios de Gastón Soublette, otra del I-Ching en traducción del Lola Hoffman, etc. Un buen camino para ir mirando. Saludos. Gonzalo.
ResponderBorrarEstimado Gonzalo,
ResponderBorrarcreo entender de tu texto que el slencio interior nace de la práctica constante, de la voluntad activa, diaria,y que esta práctica no sólo es capaz de transformar el pensamiento sino la disposición ante la vida y así, la misma voluntad, es decir, de 'ampliar el propio territorio' de uno mismo. ¿Por qué la palabra, y lo que nace con ella, la descripción del mundo (la interpretación mediante la razón), no logra llegar a ese grado de deslizamiento interno que se abre en esa ganacia de teritorio o libertad (para mí desasimiento del mundo mercantilista impuesto y ampliación de la vida misma? ¿Acaso porque la palabra surge en el terreno de lo social y se debe a él, a diferencia del silencio, que no obedece a ningún tipo de canon exterior? No sé, me gustaría creer en la palabra poética,en el milagro incandescente de esa palabra que brota anticipándose a sí misma, primigenia y magnífica.
Aprovecho para saludarle y para solicitarle ayuda(invoco su sabiduría, perdone mi atrevimiento, no sé si debo hacerlo desde aquí...): debido a la capilla de una catedral que deseo estudiar, quiero profundizar en el significado de la multiplicación de los panes y los peces de Evangelio. ¿Sería tan amable de recomendarme algún libro, artículo, estudioso... no sé, algo que me ayude a realizar una especie de 'exégsis'? Le pido de nuevo disculpas por mi atrevimiento y, desde aquí,se le agradezco profundamente.Un sakudo,
Atticus
Gracias por la profundidad de tus reflexiones, que comparto. Sin embargo, el pedido que haces me supera, por lo menos en cuanto a una respuesta inmediata. Deseas orientación en una búsqueda que va por el lado de la simbología religiosa en torno a la narración evangélica de la multiplicación de los panes y de los peces. Lo que se me ocurre hacerte notar en este momento es que las narraciones evangélicas no son recuentos históricos sino que recuerdos escritos a partir de unos 50 años después de la muerte de Jesús, por un grupo de gente que compartía una fe en su resurrección. Los relatos mezclan lo trivial y lo maravilloso, usando símbolos y mitos, la única manera de hablar de una experiencia silenciosa como es la fe. En el caso de la multiplicación del pan y de los peces hay una clara intención de referencia a un poder de Jesús que remite a un alimento físico y espiritual a la vez: entrega qué comer y también entrega su palabra. Así, el pan es símbolo de la "buena gracia" ("eu-charis") y el pez es un símbolo de Jesús mismo, muy frecuente en las comunidades cristianas de la primera hora; en el griego que era la lengua común de entonces, "pez" se dice "ichthýs" que es un acrónimo para "Iesous Christós Theou Yós Sotér": Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador. El dibujo del pez es frecuente en las catacumbas. Sigamos conversando. Gonzalo.
ResponderBorrarMuchas gracias, Gonzalo. La blogosfera tiene esto: uno va caminando de enlace a enlace a blog y encuentra realidades dibujadas por sensibilidades únicas. La tuya me ha hecho resonar como si hubiese oído una verdad.
ResponderBorrarEstimado Gonzalo,
ResponderBorrartal vez no lo crea pero su apunte sobre el término griego de pez como acrónimo de Jesucrsito ya me sirve de mucho: qué maravilla que una palabra contenga otra, que una imagen contenga otra: las dos caras de la moneda.
Muchísimas gracias por contestarme tan pronto y arrojarme pistas.
Un saludo,
Atticus
Gracias a Atticus y Zalakain. Sigamos conversando.
ResponderBorrarGracias por el enlace Gonzalo, visito la web y mañana le leo despacio, como debe ser, la entrega tercera.
ResponderBorrarSaludos.