jueves, 30 de noviembre de 2006

MaryLohaan

MaryLohaan

Teilhard de Chardin hoy

El antropólogo, filósofo y teólogo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), uno de los descubridores del “hombre de Pekín”, dejó una vastísima obra escrita que se adelantó a su tiempo. En esa época, su influencia se vio limitada por la incomprensión de sus superiores eclesiásticos que abusaron de su voto de obediencia, le prohibieron integrarse a la Academia Francesa y lo expatriaron a Nueva York.
Es una visión grandiosa de la evolución de la materia hacia la vida y la hominización a través de un proceso de complejización creciente de la conciencia que se centra sobre sí misma. El hombre aparece así como la flecha de la evolución en un ascenso hacia un “Punto Omega” que constituye el llamado y fin último de toda la materia hecha conciencia y vida. No es éste el lugar para exponer esta visión. Remito a la obra misma de Teilhard y a sus comentaristas. Lo que me interesa ahora es sugerir a los lectores un examen de la propuesta de un grupo de físicos (especialmente norteamericanos), que, sin decirse sus seguidores, plantean en términos teilhardianos la evolución y destino del universo.
La teoría del Punto Omega en la cosmología científica de Frank Tipler parte de tres presupuestos:
1. El principio antrópico final, esto es, que la vida y la vida inteligente no son solamente necesarias dentro de nuestro universo, sino que no desaparecerán luego de ésta su primera emergencia. Están destinadas a abarcar y dominar todo el universo. La flecha del universo es la vida, la conciencia y la humanización en su grado máximo.
2. La expansión del universo no continuará indefinidamente sino que entrará en una fase de contracción, debido a la gravitación, hasta un colapso de la materia y un punto final de la historia del universo, un Punto Omega.
3. La energía en el universo es ilimitada. Por consiguiente ese colapso final del universo no es un estado de máxima entropía, sino que de máximo procesamiento de información, un estado de vida eterna. La vida es esencialmente acumulación de información. En su camino hacia el Punto Omega la vida abarcará y dominará la totalidad del universo material. El Punto Omega mismo será un lugar de máxima acumulación de información, a la vez inmanente y trascendente con relación a cada punto en el espacio-tiempo. Sus propiedades serán de personalidad, omnipresencia, omniciencia, omnipotencia y eternidad: las propiedades de Dios. Estas propiedades del Punto Omega muestran su capacidad de crear la totalidad del universo.
A esta altura de la argumentación se revierte la perspectiva de tiempo propuesta por Tipler. Dios, en su capacidad como futuro final del universo es realmente su creador, que pone a sus creaturas en comunión consigo mismo a través de la historia del universo. Mientras que nosotros actuamos desde nuestro presente hacia el futuro, porque miramos un futuro fuera de nosotros mismos, Dios, que es él mismo el futuro absoluto, da a sus creaturas una existencia que precede el futuro y que se mueve hacia él. Esta comunión con Dios eterno significa una transformación de nuestra actual forma de existencia: una resurrección, y una escatología del amor.
Todo esto, desde el punto de vista de la física. Según Tipler y los demás matemáticos y físicos que proponen esta forma de interpretar los datos cosmológicos, cualquier físico podría llegar a las mismas conclusiones, siempre que se atreva.
Vale la pena mirar por ese lado.
Bibliografía
Smulders. P. (1965) A visāo de Teilhard de Chardin. Petrópolis, Vozes
Theilhard de Chardin, P. (1955 a 1957) Œuvres. Paris, Seuil, 4 vols.
Tipler, F. and John Barrow (1988). The anthropic cosmological principle, New York, Oxford University Press
Tipler, F. (1995). The physics of inmortality: modern cosmology, God, and the resurrection of the dead, New York, Anchor Books. Ver más referencias en: http://www.aleph.se/Trans/Global/Omega

miércoles, 29 de noviembre de 2006

La vida de las ideas

Las ideas tienen características de mentes, esto es, de estructuras noéticas autopoiéticas. Como tales, tienen su habitat, su vida, sus costumbres y su organización. Se propagan por resonancia a través de memes (unidades seminales) que pueden tener también las características de virus mentales y producir enfermedades sociales. Un meme o un virus mental adquieren características resonantes cuando su longitud de onda (cantidad y pertinencia de unidades de información) se asemeja a la longitud de onda del medio en que se propaga. Fue la percepción espontánea de las primeras comunidades cristianas que llamaron “catequesis” al anuncio de su “buena noticia” (“eu-aggélion”): “catequesis” viene de “katechéo”, que significa “resonar”.
Bibliografía:
Blackmore, S. (1998). The meme machine. Bristol, Oxford University Press.
Brodie, R. (1996). The virus of the mind. New York, Pergamon.
Brodie, R. (1998). Crisis of the mind. New York, Pergamon
Dawkins, R. (1976). Selfish gene. Oxford, Oxford University Press.
Jahn, R. G. y B. J. Dune (1987). Margins of reality. The role of consciousness in the physical world. New York, Harcourt Brace.
Morin, E. (1991). La méthode. 4. Les idées. Leur habitat, leur vie, leurs moeurs, leur organisation. Paris, Seuil.

martes, 28 de noviembre de 2006

Trabajo manual

Complemento del postal anterior: el trabajo manual es el gran forjador de la veracidad. Con las palabras puedes engañar; con la materia no: te impone su ruda veracidad. Si deseas ensamblar dos tablas, o usas perfectamente bien tu herramienta de corte o el ensamble no resulta. Con la materia la maestría no es agregado: es requisito previo.

Integridad

Una amiga me ha sugerido que diga algo acerca de lo que puede ser la “integridad” como actitud de vida: vean su comentario en mi postal anterior. Me parece que con ese término nos referimos a una forma de vida que refleje lo que somos, sin dobleces ni compromisos que no se originen en nuestro ser auténtico. Diría que esa expresión se equivale con la que emplea don Juan (el de Carlos Castaneda) cuando enseña que vivir como guerrero es la mejor forma de vivir, y que la característica del guerrero es su “impecabilidad”. Agrega que la impecabilidad es el uso adecuado de la energía, y que para ello debemos practicar el abandono, la frialdad y la audacia. Con esta práctica acabamos con nuestra importancia personal y nuestra energía se recanaliza. Hay algunos postales míos anteriores sobre las “enseñanzas de don Juan”: los encontrarán si hacen una búsqueda interna por “Castaneda”.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Parar el mundo

Para que nazca en nosotros una nueva conciencia hemos de parar el mundo que sostiene nuestra conciencia vieja. Paramos el mundo deteniendo nuestro diálogo interno a través de los no-haceres del yo personal: borrar la historia personal, perder la importancia de sí y romper las rutinas. El no-hacer es un elemento disonante que no forma parte de ese todo conocido al que llamamos “mundo” y que está formado por las descripciones y continuidades de descripciones que hemos estado recibiendo desde que nacemos. La iluminación de una nueva conciencia no es un evento colectivo sino individual.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Nueva conciencia

Estamos todavía en una edad de hierro planetaria, ansiando y a veces profetizando ese “nuevo orden de los siglos” que nos anunciaba Virgilio hace más de dos mil años: “magnus ab integro saeclorum nascitur ordo” (Bucolica IV, 5). Ese orden nuevo de los siglos llega en una nueva conciencia que es una nueva descripción hecha posible por la superación de las descripciones anteriores haciéndolas transparentes. Esta nueva conciencia nace desde dentro, en una apertura de nuestra intimidad, nuestra mente, nuestro corazón a una descripción más amplia, más fecunda, más diáfana. Esta apertura tiene lugar por el agotamiento o el quiebre – a veces violento, doloroso – de las descripciones anteriores.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Parábola del camino

Rápido sobre su ruido monótono va un tren por los campos. Displicente, atraviesa el bosque, el lago, la montaña. Sus ventanillas estampan sobre el río siluetas de pasajeros adormilados; las cabezas se inclinan, pesadas, sobre hombros de preocupación. Para el tren no existe la estrella, ni el árbol, ni el olor a la hierba nocturna, ni los silenciosos ruidos del reposo. Desconoce el polvo ocre y el alegre sudor de los caminos. El pasajero no siente la piedra, ni el sol, ni puede refrescarlo el agua viva de la vertiente. No lo liga un compromiso con el camino.

Tendido en la soledad de la noche, perdida su mirada más allá de los árboles, está el peregrino. Pasa el tren, fugaz visión de otro mundo: solo mira las chispas que salen de la chimenea hacia las sombras. Las jornadas son largas, pero el paisaje es suyo, suyo el peñasco, suyos los misteriosos fuegos de la noche. Escucha al grillo, reconoce al bicho bajo las hojas húmedas; las estrellas le hablan y su alma les contesta. Su paso deja un recuerdo en cada fuego; se lleva un adiós de cada árbol que le dio su sombra.

Llega el tren a su destino; los pasajeros corren a sus cosas; nada nuevo en sus vidas: solo unas horas de viaje.

Llega a un lugar el peregrino (no tiene morada fija el caminante), y se agrupan junto a él: trae consigo el camino mismo, trae algo de cada pueblo, de cada persona, de cada flor.

Nuestra vida es un camino. En ella, no seamos pasajeros indiferentes, llevados por los rieles de lo establecido; seamos peregrinos, caminantes del goce y del dolor. Nuestra vida es un camino: no morada, sino ruta. Incierta, misteriosa, viva, expectante: la ruta de un peregrino.

Santiago, 31 de marzo de 1957

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Tener o no tener

Un amigo alemán clasifica así a sus coterráneos: en el norte, los alemanes son luteranos, beben cocacola y viven trabajando y pidiendo perdón a Dios por sus pecados; en el sur, son católicos, beben vino, y viven cantando y celebrando al Dios que salva. De un modo más académico Max Weber dice algo parecido en Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus (1904-1905). Nuestros criterios sobre el tener o no tener, sobre riqueza o pobreza, han sido influenciados por esa tradición de puritanos ingleses, escoceses y americanos, hugonotes franceses, reformados y pietistas alemanes que colocaron como virtudes características del hombre moderno la laboriosidad, la disciplina, con la utilidad como criterio dominante. Una tradición muy distinta es la que nos viene de los clásicos griegos, que hablan de la moderación y de la libertad ante las posesiones como opción del hombre virtuoso. Epicuro, Diógenes, el cordobés Séneca independiente a pesar de sus riquezas. Vino después la valoración cristiana de la pobreza y la vida monástica que la recoge como opción. ¿Y si el no tener, el desprendimiento, la austeridad, fueran una fuerza y un bien más deseables que sus contrarios? ¿Cómo hacer en nuestra vida diaria para realizar ese ideal de ser “pobres de espíritu”? Nuestra vida es corta: ¿por qué no darnos ahora la libertad del desprendimiento?

lunes, 13 de noviembre de 2006

Del conocimiento como revelación

Llamamos “conocimiento” al proceso por el cual nuestra conciencia construye descripciones en su interacción con un medio que ella misma distingue como tal. A esas descripciones y continuidades de descripciones llamamos “realidad”. En ellas, esa distante realidad – inasible en sí misma – se nos aparece en múltiples parcialidades, siempre cambiantes: se nos revela. El conocimiento es – así – una revelación en permanente proceso, una “apocalipsis”, una des-velación de lo velado y oculto que – por mucho que se nos revele – sigue inasible y convocándonos a nuevas revelaciones.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Hacer filosofía

Como filósofo, construyo continuamente mis mundos elemento tras elemento, relación tras relación, y – una vez construidos – me instalo en ellos con certeza.

Filosofa e historia: más etimología

Filosofía es sabiduría (sofía) acerca del amor (filía) como trama del cosmos, del orden universal (kósmos). Así, la filosofía dice sobre las relaciones entre las diferentes disciplinas que nos describen, se establece en las sinapsis en que unas disciplinas se hacen otras. Por esa trama transcurre el filósofo, diciéndola, armándola, mostrándola, haciendo liminología, diciendo sobre los límites y las confluencias entre nuestras conversaciones. La filosofía no es una disciplina, sino que una metadisciplina.
La historia también lo es y posee un hermoso origen semántico. Nuestros antepasados griegos eran pastores, tejían la lana empleando el telar (histós); y cuando se aventuraron en el mar, llamaron también histós al mástil de sus embarcaciones con su aparejo de velas y cabos. De allí pasaron a llamarse historíai los cuentos que los marinos narraban al volver de sus viajes fantásticos por océanos plagados de mitos. Historia es así historía, narración y trama.
Ambas metadisciplinas se combinan y apoyan: historia de la filosofía y filosofía de la historia.  

lunes, 6 de noviembre de 2006

La esperanza y el camino

Los versos con que empecé mi texto sobre el tiempo son de la “Zamba de la Esperanza”: la percepción de la temporalidad engendra la esperanza, virtud (virtus: fuerza) del caminante, que dice “aún no he llegado, pero llegaré”. Se le oponen: la presunción (“ya llegué”) y la desesperanza (“nunca llegaré”); en ambos casos te sientas, dejas de caminar, y con ello abandonas tu humanidad: el camino es la condición del “homo viator” (Tomás de Aquino, STh. II, II, 17-22)
Recomiendo: Josef Pieper Über die Hoffnung. Munich, Kösel-Verlag, 1946. Hay edición en castellano: Sobre la Esperanza. Patmos, Madrid, 1950.
Gabriel Marcel. Homo Viator. Paris, Gallimard, 1949. Traducción castellana: Prolegómenos para una Metafísica de la Esperanza. Buenos Aires, Nova, 1954

domingo, 5 de noviembre de 2006

El tiempo

“El tiempo que va pasando,
como la vida no vuelve más.
El tiempo me va matando
y tu cariño se va, se va…”

…cantan los Chalchaleros y nuestras descripciones están llenas de ese sentido a la vez triste y fatal, irreparable, de un tiempo que es un algo que se nos escurre y nos condena al deterioro y la pérdida. Sin embargo basta examinar de cerca nuestra propia experiencia de la temporalidad para que aparezcan descripciones como las siguientes:
  • Vivimos siempre en el presente, en un presente que no es el instante sino que un presente que discurre, que es a la vez diferente y el mismo, el río de Heráclito y el ser de Parménides. El tiempo es el presente.

  • Este tiempo siempre en presente es la eternidad. Es lo de Wittgenstein: “si se entiende por eternidad, no la duración infinita, sino la intemporalidad, entonces tiene vida eterna quien vive en el presente” (Tractatus logico-philosophicus 6, 4311)

  • El tiempo es el ser. El espacio-tiempo no es un mero continente, sino que los seres y sucesos que contiene determinan su curvatura y su métrica (Stephen Hawking A brief history of time, 2)

  • El tiempo es materia y energía, las que se equivalen de acuerdo con  la fórmula de Einstein

  • El tiempo es necesidad: lo que es, es siempre, cuando es (Aristóteles, De interpretatione, 9, 19 y ss.): el tiempo es el kairós del mundo

  • El tiempo es acto, lo que funda una ética del porvenir: no nos mueve el porvenir, sino que el deseo presente de porvenir.
Les recomiendo: André Comte-Sponville Être-temps. PUF, 2001. Hay traducción castellana por Editorial Andrés Bello como ¿Qué es el tiempo?, Santiago, 2002

sábado, 4 de noviembre de 2006

Diario del último Bufón

Diario del último Bufón

... y también éste. El mundo de los blogs es inabarcable...

Libertad

Logras tu libertad cuando recuperas tu humanidad

Aprendizaje

Todo aprendizaje es seminal y propedéutico: lo logras solamente cuando lo dejas atrás creando tu propio saber y hacer.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Reflexión de día de difuntos

Vivimos tan poco… apenas tenemos tiempo de ser bondadosos y complacientes con todo el mundo. El resto es tontería.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Morir

“La muerte puede ser de dos maneras: una, conocida por casi todos, cuando el cuerpo pierde su alma; la otra – de los filósofos – cuando el alma se aparta del cuerpo. Y no son lo mismo la una y la otra”
Porphyrios, Aformai prós ta noetá”, 9 (mi traducción)