martes, 30 de enero de 2007

Verificación de palabra

Les pido disculpas por haber activado nuevamente la verificación de palabra en los comentarios. A pesar de la moderación se ha pasado un comentario automático. Gracias.

Inventario

Somos lo que son nuestros inventarios expresados en nuestros vocabularios. Desde ellos definimos nuestros universos y en ellos nos quedamos. Una ruptura de nuestros inventarios nos conmueve, nos desajusta, nos hace sentirnos débiles, sin los roles a los que estamos acostumbrados. Nuestra autocompasión - ese mal que suele corroernos - no es otra cosa que el lamento sobre inventarios rotos. Es un buen ejercicio ponernos en situaciones en las que nuestros inventarios se ven amenazados: es el papel que cumple la meditación; o el encuentro con otros; o las situaciones extremas físicas, mentales, síquicas. Busquemos las ocasiones en que nuestros inventarios se vean amenazados: nos purifican, nos transforman, trans-forman.

sábado, 27 de enero de 2007

Manifiesto Blog

Es interesante leer el "Manifiesto Blog España" elaborado por la Asociación Evento Blog España a partir de la reunión de blogueros tenida en Noviembre del 2006 en Sevilla. Da mucho de qué conversar acerca de lo que aquí hacemos y de lo que ha venido a ser una suerte de "cultura blog".

jueves, 25 de enero de 2007

Relaciones filtradas

Nuestras conversaciones en este mundo de los blogs son filtradas por nosotros mismos: mostramos lo que queremos mostrar, nuestro mejor lado. Eso es bueno, nos anima, anima las conversaciones, nos hace creer en nuestro lado bueno, afirmarlo, definirlo. Somos mejores cuando mostramos lo mejor de nosotros mismos. Llamo a eso veracidad: mostrar nuestra verdad, aquella que se identifica con nuestro ser más profundo

miércoles, 24 de enero de 2007

El tiempo y los tiempos

Tuve un alumno, excelente amigo, que brilló en sus estudios, fue ayudante de cátedra, creó y administró empresas, se casó dos veces, ganó regatas y se mató en un accidente del avión que él piloteaba... todo esto, en el mismo espacio de tiempo en que yo escribía unas cuantas cosas: las que ustedes leen ahora. Don Juan enseña que al nacer cada cual recibe una cantidad de energía de vida: te la gastas rápido o lento, mueres antes o después.

lunes, 22 de enero de 2007

Demonio

Desde antiguo lo demoníaco consiste en tratar de hacer del Árbol de la Vida un árbol del conocimiento del bien y del mal.

sábado, 20 de enero de 2007

Noxeus

Vean el excelente nuevo blog de Noxeus

viernes, 19 de enero de 2007

Narcisismo bloguero

¿Por qué escribimos blogs? ¿Narcisismo?

jueves, 18 de enero de 2007

Clases sociales

En la pecera de un nieto hay dos peces rojos y dorados, grandes, llenos de luz, que se mueven todo el día; el nieto los alimenta. En el fondo de la pecera hay otros dos, chicos, feos, color barro, que hacen la limpieza y se alimentan de los desechos que los otros producen.

El Guardián del Faro

Vean el blog de este amigo

Muerte

Según la edad la vemos más lejos o más cerca. A veces se nos viene encima en algún cercano. Por lo general no la vemos. Pero no es que no esté allí: es como un coche que a veces apaga las luces, eso es todo. En su perspectiva, todo cambia: es una buena consejera, pone las cosas en su lugar. Si supiera que me muero ahora, ¿qué haría? Bueno, nos estamos muriendo ahora: la muerte está en nosotros, anida en nuestro cuerpo. Pensar en ella da claridad.

martes, 16 de enero de 2007

Pensamiento futuro

En estas conversaciones es frecuente que hagamos referencia a una nueva forma de ver y decir las cosas de la vida diaria y también aquéllas de un orden menos frecuente, las de los grandes temas. Somos gente que no suele aceptar una sociedad carente de elasticidades en lo que hace y en lo que dice. A esta nueva forma de pensar - que no existe todavía en forma acabada pero que se está gestando - llamo "pensamiento futuro". Por "pensamiento" entiendo las descripciones y continuidades de descripciones que tienen fuerza explicativa con respecto de los universos que habitamos, esto es, que son capaces de generar acciones efectivas en esos universos. Le agrego el calificativo de "futuro" para hacer referencia a una tendencialidad, un dinamismo hacia lo que todavía no es presente pero que lo va siendo. Un "pensamiento futuro" es el propio de un mundo nuevo, en continua creación, plural y diversificado como lo somos todos, elástico y abierto, cambiante y con fuerza transformadora. ¿Cuáles podrían ser sus elementos o características? Dejo abierto este campo.

viernes, 12 de enero de 2007

Recapitulación: el Yoga como arte del desapego

Con este postal termina la serie de nueve en que he hecho una introducción al yoga. Lo hago con una cita de Mircea Eliade en: Yoga, inmortalidad y libertad. Buenos Aires, La Pléyade, 1977, pp. 101 a 103 passim.

"Recapitulemos las etapas de este largo y difícil itinera­rio propuesto por Patanjali. Su objetivo, a primera vista, es bien definido: libertar al hombre de su humana condición, conquistar la li­bertad absoluta, efectuar lo incondicionado. El método comprende téc­nicas múltiples (fisiológicas, mentales, místicas), pero todas tienen un rasgo común: su carácter antiprofano, o, mejor, antihumano. El pro­fano vive en sociedad, se casa, funda una familia; el yoga prescribe la soledad y castidad absolutas. El profano está 'poseído' por su propia vida, el yogui rehúsa 'dejarse vivir' ; opone su posición es­tática, la inmovilidad del asana, al movimiento continuo; opone el pra­nayama a la respiración agitada, arrítmica, multiforme, y sueña con con­seguir la retención total de la respiración; al flujo caótico de la vida sicomental, responde con la 'fijación del pensamiento en un sólo punto', primer paso hacia la retracción definitiva del mundo de los fenómenos, que obtendrá el pratyahara. Todas las técnicas yoguis invitan al mis­mo gesto: hacer exactamente lo contrario de lo que la naturaleza humana nos obliga a hacer. Del aislamiento y de la castidad al samyama, no exis­te solución de continuidad. La orientación es siempre la misma: reaccio­nar contra la inclinación normal', 'profana', en resumen, 'humana’
“...es por etapas que el yogui se desinteresa por la vida. Comienza por suprimir las costumbres vitales menos esenciales: las co­modidades, las distracciones, la pérdida fútil del tiempo, la dispersión de sus fuerzas mentales, etc.
Seguidamente, trata de unificar las fun­ciones más importantes de la vida: la respiración, la conciencia. Disci­plinar la respiración, hacerla rítmica, reducirla a una sola modalidad­, la del sueño profundo, equivale a la unificación de todas la variedades respiratorias. El ekagrata continúa en el plano de la vida sicomental, con la misma finalidad: fijar el flujo de la conciencia, efectuar un continuum psíquico sin grieta alguna, 'unificar' el pensamiento. Hasta la más elemental de las técnicas yoguis, asana, propone un fin similar; porque si alguna vez llegamos a tener conciencia de la 'totalidad' de nuestro cuerpo, sentido como 'unidad', sólo podríamos hacerlo probando una de estas pos­turas hieráticas. La simplificación extremada de la vida, la calma, la serenidad, la posición estática del cuerpo, el ritmo de la respiración, la concentración en un solo punto, etc., todos estos ejercicios persiguen un mismo fin, el de abolir la multiplicidad y la fragmentación, reintegrar, unificar, totalizar.
"Al retirarse de la vida humana profana, el yogui encuentra otra, más profunda, mas verdadera - porque posee ritmo - la vida misma del Cosmos. Efectivamente, podemos hablar de las primeras etapas yoguis como de un esfuerzo tendiente a la ‘cosmificación' del hombre...
"... Obtenida tras la 'unificación' la 'cosmificación' continúa el mismo proceso: rehacer al hombre con otras proporciones, gigantescas, garantizarle experiencias macrotrópicas. Pero este macrotropo no puede te­ner, él tampoco, más que una existencia provisoria. Porque el objetivo fi­nal no será alcanzado hasta que el yogui consiga retirarse hacia su pro­pio centro y apartarse completamente del cosmos, tomándose impenetrable a las experiencias, incondicionado y autónomo. Este 'retiro' final equi­vale a una ruptura de nivel, a un acto de real trascendencia. El samadhi, con todas sus equivalencias tántricas, es por su misma naturaleza un 'es­tado' paradójico, pues está vacío y al mismo tiempo colma hasta la sacie­dad el ser y el pensamiento.
“... el recobro, por medio del samadhi, de la no-dualidad ini­cial, aporta este elemento nuevo con respecto a la situación primordial (la que existía antes de la bipartición de lo real en sujeto-objeto): el conocimiento de la unidad y la beatitud. Hay un 'regreso al origen', pero con la diferencia de que el 'liberado en vida' recobra la situación original, enriquecida con las dimensiones de libertad y transconciencia".

jueves, 11 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 8

Pratyahara: independencia con respecto de los estímulos
Como resultado de la práctica del asana y del prana­yama adquiere el yogui independencia con respecto de los estímulos pro­venientes del mundo externo (consciente) y del subconsciente. No es que los contenidos de estos estímulos hayan sido suprimidos: permanecen las imágenes, las sensaciones, los recuerdos, las mareas del fondo que que­da bajo la conciencia. Lo que sucede (y por eso se dice "independencia" y no "supresión") es que el yogui ya no ve las cosas ni a sí mismo "a través" de esas influencias, sino que directamente. Los fenómenos no son suprimidos: el yogui sigue teniéndolos, pero se desvincula de ellos.
En términos de Patanjali, no se conoce ya a través de las formas (rupa) ni de los estados mentales (cittavrtti), sino que se contempla directa­mente la esencia (tattva) de los objetos. Es el conocimiento intuitivo.
Es ésta una solución perfectamente eficiente, ates­tiguada por la experiencia de todo yogui, del viejo problema espiritual de las "distracciones" en la meditación, enfocado muchas veces solo des­de el punto de vista del luchar por "suprimirlas" mediante un esfuerzo mental. La solución del yoga pasa por el asana y el pranayama, ejerci­cios muy descritos desde el punto de vista de su técnica y ciertamente seguros en sus resultados.
La actividad contemplativa del yogui se desenvuelve, así, aceptando e incorporando un fondo de fenómenos de conciencia, los que siguen allí; pero, sin depender de ellos. Son un trasfondo, algo semejante a las sombras en la caverna de que nos habla Platón. Pero ­al contrario de lo que expresa esta alegoría, el conocimiento del yo­gui, su visión del mundo, de sí mismo y del Espíritu, no pasa por esas som­bras. Se encuentra en el camino de la supresión de la ilusión cósmica.

Samayama: los tres últimos brazos del yoga: la concentración (dharana), la meditación (dyana) y la contemplación (samadhi)
Una vez lograda la autonomía con respecto de los estí­mulos del mundo exterior y de su propio mundo interior, el yogui se en­trega a una triple experiencia, llamada "samyama" y que comprende tres etapas sucesivas, que no suelen darse sin discurrir de una a la siguien­te: la concentración (dharana), la meditación propiamente dicha (dyana) y el éxtasis de la contemplación (samadhi). Esta etapa es solamente po­sible una vez que se han realizado suficientemente y con plenitud los demás ejercicios, por lo que pienso que no tiene mucho sentido la separa­ción que suele hacerse en ciertos manuales entre un Ha-Tha Yoga que ter­minaría en el pratyahara, y un Raja Yoga cuyo comienzo estaría en dharana. Es un asunto de acentuaciones, como he dicho más arriba, que - por lo demás - me parece de escasa utilidad.
La concentración (dharana) no es otra cosa que un eka­grata, concentración en un solo punto, pero efectuada, esta vez, con un contenido nocional; el objeto de la fijación que se realiza en dharana es el de comprender. Los comentaristas de Patanjali y - siguiéndolos - las distintas escuelas de yoga, recomiendan la fijación en el chakra del ombligo, o en el loto del corazón, o en el entrecejo, o en la punta de la nariz, o en algún objeto exterior. Es ésta también la práctica de la Meditación Trascendental, tan difundida en un tiempo en occidente. En mi experiencia, el "loto del corazón", en el plexo cardiaco, centro atribucional del amor, es el mejor punto de concentración, aquél hacia el cual naturalmente se vuelca la atención del contemplativo, en el cual anida su místico entenderse con un Dios que se revela en el amor.
La meditación (dhyana) no es otra cosa que la mantención de la concentración en un continuum perfectamente coherente, que va lle­vando al yogui a la experiencia interna y directa del objeto de su me­ditación. En su más original sentido, es un "meditar": un "in medio stare": un "estar afincado en el medio" de sí mismo y del objeto de la meditación. "como si centro con centro coincidiesen", al decir Plotino. Es la experiencia de noche y de luz en la que el centro personal coincide con el del Ser buscado, que se encuentra presente en los místicos de todos los tiempos.
La contemplación o éxtasis (samadhi) es la situación expe­riencial a la que conduce la meditación. En este estado contemplati­vo, el pensamiento se hace uno con el ser del objeto, sin ayuda de la imaginación; acto y objeto de meditación no son concebidos como distin­tos: conocimiento del objeto y objeto del conocimiento coinciden real­mente. Así, más que conocimiento, el samadhi es un estado, una modali­dad estática específica del yoga; en él se hace posible la autorrevelación del Yo. Patanjali y sus comentaristas distinguen dos formas de samadhi, de diferente grado:
El samadhi "con soporte", "diferenciado" (samprajnata sa­madhi), que se produce con la ayuda de un objeto exterior.
El samadhi "sin soporte", "indiferenciado", en el que no existe ayuda de objeto exterior alguno.
En su primera forma, el samadhi significa el bloqueo de to­das las funciones mentales, a excepción de la conciencia de meditar sobre tal objeto. Por el contrario, en su forma indiferenciada, el samadhi es el éxtasis perfecto, en el que las funciones mentales todas son inhibidas. Dado que la primera forma de samadhi no es absoluta, los comentaristas distinguen en ella cuatro formas: argumentativa y no argumen­tativa, reflexiva y suprarreflexiva. Es éste el momento en que se suelen presentar al yogui los "poderes maravillosos", las "perfecciones" (siddhi), que el yogui debe saber usar no para sí, sino que para liberarse del yo y acceder al samadhi supremo. La tentación de caer del mis­ticismo a la magia está siempre presente en el yogui. Conviene recalcar que en todos los textos yoguis, el samadhi, en cualquiera de sus formas, es el resultado de una práctica ascética, de un esfuerzo del yogui.

miércoles, 10 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 7

Asana : la postura sin movimiento
"Asana" representa una "postura estable y cómoda". Pa­reciera un poco pretencioso hablar de estabilidad y comodidad en pos­turas tan poco naturales como estarse en posición invertida sobre los hombros (sarvangasana) o el repliegue del cuerpo en halasana o con las piernas entreanudadas como en padmasana. Es que se trata precisamente de eso: de lograr la estabilidad y la comodidad en posturas poco natu­rales.
Es éste, junto con la concentración en un sólo pun­to (ekagrata) el nervio de la propuesta del yoga. Para lograr la liberación del torrente del devenir, del torbellino de los flujos del samsara que pasan por nosotros y nuestra mente, el yoga se propone hacer exactamente lo contrario:
Contra un cuerpo que se deja llevar y se explaya, un cuerpo forzado al máximo en posturas no espontáneas, trabajadas len­tamente, pacientemente, hasta lograr la espiritualización de la materia corporal, la transparencia del cuerpo al espíritu: la "comodidad" o na­turalidad adquirida de una postura no espontáneamente natural. Relaja­ción por la tensión: unión de Ha y de Tha, dice el Ha-Tha Yoga.
Contra la difusión del ser en el "torbellino de la mente" (la expresión es de Patanjali), la concentración en un solo pun­to, el verterse hacia zonas de conciencia cada vez más estrechas, a través de la postura física, a través del cuerpo, a través de una zona específica del cuerpo, a través de un punto muy preciso del cuerpo. Es­to, hasta que la conciencia del yo desaparezca y se propicie el espacio de la mente- testigo, despersonalizada.
Un koan del Zen (y sabemos que el Zen se originó en el yoga) nos dice: "escucha el ruido de la mano que no has golpeado". Haz lo contrario de lo espontáneo; busca la otra cara de las cosas; fuerza lo natural hacia lo no espontáneo, y encuentra en ello otra forma de espontaneidad. Tu yo, punto de convergencia de tu ser natural, será así superado; el camino hacia el descubrimiento del Yo está abierto.
"La postura es perfecta cuando el esfuerzo por reali­zarla desaparece, de manera que no haya más movimientos en el cuerpo. Del mismo modo, su perfección se cumple cuando el espíritu se trans­forma en infinito, es decir, cuando hace de la idea de infinito su propio contenido", dice el comentarista Vyasa.
"El que practique el asana deberá hacer uso de una energía consistente en suprimir los esfuerzos corporales naturales. De otro modo, la postura ascética de que hablamos aquí no podrá ser realizada. En lo concerniente al ‘espíritu transformado en infini­to’ significa una suspensión total de la atención a la presencia de su propio cuerpo".
El asana significa, así, un intento por abolir las modalidades humanas de existencia, una "detención", una invulnerabi­lidad con respecto de "los contrarios" (los términos entre comillas son de Patanjali), del mundo exterior.

Pranayama: el control del ritmo respiratorio
Una vez lograda la estabilidad y comodidad del asana, el yogui practica el pranayama, que consiste de nuevo en una actitud antinatural, en un violentar la tendencia espontánea. Esta vez, al modo natural de respiración, el yogui opone un control del ritmo res­piratorio que lleva a establecer una secuencia artificial, inicial-mente forzada, que otorga un tiempo determinado a la inspiración, cuatro veces ese tiempo a la retención del aire, y dos veces el tiem­po inicial a la expiración. Esto, durante una larga secuencia, cuyo resultado es que “el velo que cubre la luz disminuye": "el pranayama es la detención de los movimientos aspiratorios y espiratorios, la que se obtiene después que el asana ha sido efectuado". Y Bhoja, comentarista de Patanjali acota que "al ser precedidas todas las funciones de los órganos por la función respiratoria - ya que exis­te un lazo entre la respiración y la conciencia, en sus funciones respectivas - la respiración, al ser suspendidas todas las funciones orgánicas, realiza la concentración de la conciencia en un sólo ob­jeto" El yogui penetra así, sin perder la lucidez, en es­tados de conciencia propios del sueño. La respiración espontánea po­see un ritmo discontinuo, modificado constantemente por el moverse, por las emociones, por las solicitudes del medio. Por el pranayama, control del ritmo respiratorio, el yogui obtiene una continuidad de tal ritmo, que tiene como fruto una conciencia que permite trascen­der el ritmo respiratorio mismo y penetrar hasta las capas ultra­concientes. Eliade nos dice que "el pranayama es como una aplica­ción de espíritu dirigida a la vida orgánica, un conocimiento por el acto, una entrada lúcida y tranquila en la esencia misma de la vida. El yoga recomienda a sus fieles vivir, pero no abandonarse a la vida. Las actividades sensoriales se apoderan del hombre, lo alteran y lo disgregan. La concentración sobre esa función vital que es la respiración trae como resultado, en los primeros días de práctica, una sensación inexpresable de armonía, en plenitud rít­mica, melódica, una nivelación de todos los altibajos fisiológicos. Seguidamente revela un sentimiento impreciso de presencia del cuer­po, una conciencia calma de la propia grandeza".
No está de más recordar aquí el valor asignado a la respiración en la tradición contemplativa cristiana, por ejemplo, en el hesicasmo; no es del caso ir por este desvío ahora, pero pue­de ser de valor consultar comentarios acerca de los textos de la Filocalia, la "oración del corazón" y tantas otras tradiciones con­templativas occidentales de ayer y de hoy.

martes, 9 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 6

Niyama: las disciplinas.
En forma paralela a las conductas de las que hay que abstenerse, Patanjali dice que el yogui debe practicar una serie de disciplinas personales, tanto corporales como síquicas: "la purificación del cuerpo, la serenidad, la ascesis, el estudio de la metafísica yoga y el esfuerzo por hacer de Dios el motivo de las propias acciones, constituyen las disciplinas"
Recapitulésmolo así:
Una primera recomendación disciplinaria se refiere a la purificación del cuerpo mediante le eliminación de desechos tóxicos y una alimentación adecuada. No debe ser dejada de lado esta recomendación, aunque, en la práctica, suelo decir que hay que esperar que el ejercicio mismo del yoga traiga consigo la nece­sidad de aplicarla. Pero si el yogui se ejercita genuinamente, tiempo llegará en que sentirá la necesidad de limpiarse y de alimentarse sanamente. Este asunto de la alimentación suele interesar a los principiantes, pero no es cosa de los inicios. Los hábitos alimen­ticios van siendo modificados lentamente, hasta que llegan a una transformación total; primero será el apartarse de lo tóxico: ta­baco, estimulantes, alcohol; luego aparecerá la tendencia a comer menos e ir eliminando la carne hasta llegar a un régimen mayormente vegetaria­no de alimentación. No hay que apurarse: todo yogui llega natural­mente a esto, y cuando sea el caso, tendrá donde recurrir por con­sejo, siempre a partir de lo que su cuerpo le plantee.
Una segunda recomendación disciplinaria se refiere a la práctica de la ascética de palabras, gestos y costumbres; la serenidad es control del multiloquio y amor del silencio, es pala­bra justa, gesto medido; ser prudente y no hacerse notar; junto a ella, el yogui practicará el control de sus deseos, particularmen­te mediante el ayuno. Aquí, la experiencia me indica el enorme va­lor del ayuno diario, concebido como dejar largos espacios de tiempo sin comer. En muchos monasterios de oriente y occidente no se come nada sólido desde la hora de almuerzo hasta el desayuno del día si­guiente. Yo hago lo mismo con excelente resultado. En asunto de comi­das, pienso que dos recomendaciones son necesarias: gustar la comida, tomarla con agrado; además sentir hambre todos los días.
La tercera recomendación se refiere a la búsqueda del Espíritu en las cosas: estudio, trabajo, meditación. Buscar al Espíritu es estar atentos a las cosas. Dispues­tos a actuar a partir de lo que las cosas dicen, no a partir de nues­tro yo canceroso. Pasividad que es energía, atención a la brisa para echarme a andar. Es incorporar mis circunstancias en mi vida: mis neurosis, mis cualidades, mis enfermedades, mi medio, las personas que me rodean.
Estudio, trabajo manual y ejercicio físico forman un marco en el que estas disciplinas pueden florecer. En otro lugar he hecho la apología de la carrera aeróbica de distancias largas como un ejercicio contemplativo, que en mi experiencia se incorpora a la vida del yogui con notables ventajas. Quien desee reflexionar por este lado, y practicar, encontrará sobre la materia abundante apo­yo bibliográficio y quienes den consejos.

lunes, 8 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 5

Yama: las abstinencias.
El punto de partida, la exigencia inicial de un siste­ma ascético hindú, no podía ser otro que el de exigir un respe­to por todo. La no-violencia (ahimsha) expresa un fondo de re­conocimiento de la interdependencia de los seres, que nos lleva al respeto mutuo, al abstenemos de cualquier daño o violencia con respecto de todas las cosas, incluso los seres inanimados. Constituye una piedra fundamental en la espiritualidad hindú.
Intentando un acercamiento a una experiencia que, al decir de Gandhi, " es tan indefinible como Dios", hallamos en la ahimsha una forma de expresar el mandamiento universal del amor: "En un sentido positivo, la ahimsha significa un máximo de amor, una caridad perfecta. Si soy no-violento, tengo que amar a mi enemigo. Mi comportamiento con un malhechor tiene que ser el mismo, si se trata de un enemigo extraño a mi familia que si se trata de mi propio hijo. La ahimsha, para ser eficaz, exige la intrepidez y el respeto a la verdad. En efecto, no se puede te­mer ni asustar al que se ama. De todos los dones que se nos han hecho, el de la vida es sin duda el más precioso. El que hace el sacrificio de ese don, desarma toda hostilidad.
Abre el camino a la comprensión mutua de los adversarios y a un arreglo honro­so del conflicto. Nadie puede hacer de verdad una entrega de ese tesoro, sin verse libre de todo miedo. Es imposible ser a la vez cobarde y no-violento. La ahimsha es sinónimo de valentía ejem­plar"
A partir de esa actitud fundamental de amor, la vida entera del individuo, en todos sus detalles, queda sujeta a ella: "el principio del ahimsha queda violado por todo mal pensamiento, por toda prisa excesiva, por la mentira, el odio, o el hecho de desear mal a alguien; también se viola cuando se guarda para uno mismo aquello de lo que el mundo tiene necesidad. Y el mundo tie­ne necesidad incluso de lo que comemos cada día"
En la ascética del yoga, esto se manifiesta en tres exi­gencias derivadas del amor:
La veracidad. Mentir es hacer violencia al derecho que tiene el otro a mi palabra verdadera, adecuada a lo que estoy pen­sando. No violencia es total transparencia del actuar.
La pobreza. Patanjali habla de "no robar" y de "no ser avaro". Más allá de esas limitaciones, la austeridad de vida es una for­ma de liberación y de amor. Nada reemplaza a la experiencia de vi­vir con lo menos posible. En un mundo en que la extrema pobreza de muchos nos hace luchar por mejorar las condiciones de vida de nues­tros hermanos, nos hemos acostumbrado, poco a poco, a ver en la pobreza un mal. Mirada desde el punto de vista del amor, la pobreza transformada en una forma de vida es un gran bien, un regalo, que nos permite extendernos mucho más allá de las limitaciones dadas por las posesiones de bienes, para llegar a la libertad.
La castidad. La tradición hindú y la exigencia del yoga, junto con la tradición del monacato cristiano, va hasta el exigir la continencia sexual completa orientada al refrenamiento de las fuerzas de la procreación (brahmacarya). Por mi parte, he comprendido que la castidad, como expresión de amor, consiste en la práctica del amor genero­so, de entrega, no posesiva, en el que la no-violencia signifique un respeto de la totalidad del otro: su vida, intereses, individuali­dad, destino. Y creo que, en definitiva, este amor generoso, esta castidad como virtud (del latín virtus “fuerza”) que nos lleva a expresarlo en la madurez de lo sexual, puede darse cabalmente en la vida de pareja.

domingo, 7 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 4

La propuesta ascética del yoga
En su búsqueda de un camino de libertad el yogui abraza una propuesta ascética. Cualquiera que sea su forma, esta propuesta apunta a ofrecer la posibilidad de un estilo de vida marcado por un conti­nuo ejercitarse en función de la obtención de un objetivo, que no es otro que la superación de la ley del karman, el abstraerse del flujo samsárico, lograr la muerte del yo para unirse a la única Realidad. Este ejercitarse constituye, precisamente, una ascética: "áskesis", en griego, designa al entrenamiento fí­sico, al ejercicio.
Mirado desde este punto de vista, el yoga es uno solo. Sus distintas formas, que reciben denominaciones diferentes, no se apartan de ser propuestas ascéticas ordenadas al objetivo dicho. Difieren en su metodología, la que se relaciona con for­mas de ejercitarse que quedan entregadas a opciones personales mo­tivadas, como muchas otras, por la historia de cada cual. Lo que digo aquí se refiere a la metodología Ha-Tha del yoga, que acentúa el uso del cuerpo como medio para obtener la liberación. "Ha-Tha yoga", como lo sabes, significa más o menos "unión de los principios ne­gativo y positivo", haciéndose referencia a que a través del ejer­cicio que se propone, se obtiene un equilibrio energético, una estabilidad física, sicológica y espiritual, en la cual es posible que el cuerpo se constituya en un vehículo de búsqueda de la conciencia-testigo.
En la presentación de la propuesta ascética del yo­ga, los autores se basan en Patanjali y sus comentaristas y a esas mismas fuentes me remito. En su conjunto, tal propuesta se compone de ocho "brazos" (anga) o etapas, las que no son lineales en el sentido de que superada una no se vuelva a ella. Más bien constituyen otras tantas circunvoluciones de una espiral, a través de la cual volvemos, cada vez con más intensidad y resul­tados, a insistir en lo mismo. Esta forma de expresar un método ascético orientado a la contemplación es frecuente en la literatura universal.
Los ocho brazos del yoga, tal como los expone Patan­jali, responden a ciertas fases:
Una fase de condiciones necesarias para la práctica del yoga. Son las "abstinencias" (yama) y las "disciplinas" u "ob­servancias" (niyama).
Una fase de logro de estabilidad en pos­turas de suyo no naturales (asana).
Una fase de control del ritmo respiratorio (pranaya­ma).
Como resultado de la práctica de asana y pranayama, viene la independencia con respecto de los estímulos (pratyahara).
Finalmente, se llega a una etapa encaminada a la liberación, conocida en su conjunto como "samyama", y que consis­te en tres fases sucesivas y no separables: la concentración (dharana), la meditación (dhyana) y la iluminación o éxtasis (samadhi) que de allí suele resultar.

sábado, 6 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 3

La ilusión cósmica
Metidos en el flujo de la realidad (samsara), arrollados por el devenir, vueltos hacia nuestro yo ilusorio, creemos que ese flujo, ese yo es la realidad. Nos engañamos: es maya, la ilusión cósmica, universal. Por ella sacamos nuestra vista del árbol de la vida para tornarnos hacia el de la ciencia del bien y del mal, de la dualidad, de la apariencia.
No se trata de una ilusión gnoseológica, originada en la precariedad de nuestras percepciones y en la naturaleza de nuestro co­nocimiento ligado a ellas. Es una ilusión metafísica. Es la nescien­cia (avidya) que nos hace aceptar y valorizar la ilusión, atribuyéndo­le categoría de realidad. Así, nos apartamos de la Realidad, le volve­mos la espalda, nos volcamos hacia nosotros mismos, nos identificamos con el flujo cósmico.
Esto, a partir de los mil pequeños detalles de cada día, a través de los cuales manifestamos nuestro engaño: anhelos y desenga­ños, pequeños logros e insatisfacciones; el deseo, expresión de la ilu­sión y origen del dolor; dolor: fruto de nuestra nesciencia.
Sin embargo, tenemos en la ilusión misma la posibilidad del salto, de la conversión, del darnos vuelta hacia la realidad. En la medida en que nos percatamos de nuestra ilusión podemos poner en obra una búsqueda de la salvación.
Cuando el hindú y el yogui hablan de "sabiduría” no es­tán hablando del saber en su sentido habitual. La salvación por la sabiduría no lo es por el conocimiento, sino que por la conversión; por el apartarse del flujo samsárico del yo, por la muerte del yo, para afincarse en el Yo, el Espíritu, el Ser Único

La realidad absoluta
Más allá del flujo samsárico, de la ignorancia, de la ilusión, la Realidad; la única Realidad.
En la filosofía hindú, es éste un concepto desprovisto de características, precisamente porque el intento por otorgárselas cae en el reino de lo ilusorio. La existencia de la Realidad, de Brahma, es firmemente atestiguada, tanto como postulado cuanto como experiencia. Pero nada más. No es una Realidad actuante: el actuar es ilusión; no es una Realidad creadora: la creación pertenece a lo samsárico. Es la totalidad del contenido, pero carece de contenido. Es Todo, y, precisamente por serlo, es nada. La intuición dialéc­tica (en el sentido hegeliano) de una nada-totalidad, de una rea­lidad-descontenida es clave en la metafísica y en la ascética hin­dú. Precisamente porque más allá de la ilusión, queda superada la dicotomía entre el ser y el no-ser, la que no es otra cosa que una expresión de nuestra nesciencia.
Es ésta la actitud fundamental del yogui.

La posibilidad de liberarse de la ilusión cósmica
Precisamente porque existe, más allá del flujo samsárico, la permanencia de la Realidad última, podemos superar ese flujo. La ilusión cósmica debe y puede ser dejada atrás. La liberación existe como posibilidad. Todo está en el cómo. Y a partir de esta intuición de la posibilidad de una libertad de la ilusión que aprisiona, el pen­samiento hindú no ha hecho otra cosa que insistir en el método, en el camino de esa liberación. Es ésa la tarea humana por excelencia: no hay otra. La liberación es un llamado.
A partir de esta intuición original de la importancia del método, la elaboración ha sido abundantísima y ha llegado a miles de detalles, desde el yoga clásico, mas escueto, hasta las vertien­tes populares del tantrismo. La experiencia mística y su búsqueda, bajo mil formas, domina el panorama filosófico y ascético hindú.

La conciencia testigo
El resultado que el yogui obtiene de su práctica as­cética es la libertad, manifestada en una conciencia no ligada a la historicidad del diario acontecer samsárico ni a la angustia de la ignorancia metafísica, ni al dolor producido por el deseo. La "conciencia-testigo”, que se mira a si misma y al acontecer cons­ciente e inconsciente, es una meta-conciencia, un estado más allá de las capas del yo, un estado original de unión despersonalizada con la Realidad única y última. Es la muerte del yo.
La posibilidad de este estado de conciencia, atesti­guada por la experiencia del yogui, es el gran fruto de la ascética del yoga. Hacia esta experiencia apunta toda esta metodología. Es, a mi juicio, el mayor aporte de la espiritualidad hindú a la espiritualidad universal. Constituye, al decirlo verdaderamente y en su sentido original, un "éxtasis": un "ex-stare", un "estar fuera de si", fuera del yo egocéntrico, un ir más allá del saber ilusorio, y el resto es silencio.

viernes, 5 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 2

La ley del karman
El universo entero, todo lo existente ( y esto de "lo existente” no es susceptible de una definición adecuada, dado que lo percibimos filtrado por nuestra ilusión) forma una red de cau­salidades mutuas, que encadenan un hecho a otro hecho, una vida a otra, un pensamiento a otro pensamiento, un mundo a otro mundo; es "samsara”; la rueda de las existencias. Éstas se causan mutuamen­te en un proceso sin fin, según el cual, de la existencia de esto, eso viene a ser; del acontecimiento de esto, eso acontece. De la no existencia de esto, eso no viene a ser; del no acontecimiento de esto, eso no acontece.
Toda causación se produce, así, por una acción-influjo, dándose un orden, una secuencia causal. Todas las cosas, en la plenitud de su devenir, se transforman en otras cuando sus posibilidades particulares se han agotado. La idea básica del samsara es, así, la de impermanencia, tema central de meditación del hindú y también del budista.
En esta perspectiva, microcosmos humano y macrocosmos son correspondientes; la concepción del universo que aquí se genera no es lineal, ni curva plana, ni siquiera esférica, sino que debe buscarse una imagen tetradimensional en la que los diferentes universos que se corresponden, en todos los niveles, se implican unos a otros hasta otros tiempos y otros espacios.
A esta perspectiva de universos infinitamente múltiples, en la que lo físico y lo psíquico y lo espiritual no poseen fronteras infranqueables, debe agregarse la de una trama, la de una interrelación causal cuya significación en términos de libertad humana, como en occidente hemos concebido tradicionalmente esta libertad, puede ser discutida, pero que es conveniente tener en cuenta si se desea entender la ley hindú del karman. La existencia es flujo cósmico, samsara; la participación de cada ser en este fluir está dada por su karman, acción y reacción concordantes. No somos tú ni yo seres naci­dos en un momento determinado y que, dejados a nuestro propio afán, describimos una curva individual en la vida, hasta llegar a un ocaso en la muerte. Tenemos un antes y un después y un "junto con”. Es la existencia toda cuyo devenir pasa por ti y por mí. Nuestra rela­ción con los demás y con el cosmos no es voluntaria ni accidental: es ontológica, propia de nuestro ser, inevitable.
El reconocer esta realidad, reconocer la existencia de nuestro karman, es una primera condición para un actuar adecuado.
Si la meta de la sabiduría es la superación del karman por la supera­ción de la ignorancia metafísica (avidya) que engendra, es necesario que ese karman sea reconocido, aceptado y superado. No es otra la me­ta del yoga. A través de una práctica ascética acerca de la cual re­flexionaremos más adelante, el hombre puede llegar a liberarse, a su­perar la ilusión, a colocarse como espectador de ella, afianzándose en la realidad de un estado sin yo-ilusión, en el que el ser se hace uno con el Yo, con Brahman, con el Absoluto.
En el análisis del karman, diferentes escuelas plantean esquemas distintos, estableciéndose categorías de seres, y llegándo­se hasta la traducción social de esta doctrina en un sistema de cas­tas. Ello no es motivo de nuestra reflexión ahora. Lo que sí vale la pena de ser recogido, a mi entender, es lo siguiente:
El universo no nos es ajeno; el cosmos no es una rea­lidad paralela a nosotros; nuestro interior, nuestro destino, nues­tro actuar, nuestra vocación, nuestra vida social, nuestro trabajo, no son realidades estancas entre sí ni estancas con respecto de las mismas realidades de los otros ni con respecto de lo que, a veces con demasiada ligereza llamamos " las otras cosas". Estamos existencialmente ligados con lo que nos rodea; y eso de "lo que nos rodea" va mucho más allá de lo perceptible y mucho más allá que lo que habi­tualmente aceptamos como “la realidad". Hay mucho de desconocido y de no percibido dentro de nosotros mismos, en nuestro medio físi­co, en nuestro medio espiritual, en un cosmos que a veces solo to­camos en sus manifestaciones mas externas: un bonito cielo estrella­do, la energía eléctrica, un agua que corre, un pensamiento que nos llega y nos sorprende.
No solamente pertenencia a un universo o a un sinfín de universos, sino que interdependencia entre tales universos, incluidos nosotros. Aquí, nuevamente, la gama de estas interdependencias supera en mucho a aquéllas que solemos estar dispuestos a aceptar por evidentes o por ser "científicas": las que ejerce sobre nosotros el medio social, la herencia biológica, la cultura. Influimos y somos influidos. Nuestras acciones generan re-acciones que, al igual que círculos concéntricos, llegan hasta los confines del universo. La trama del universo no es otra que el infinito cruzarse de estos cír­culos. Pero aun más: no se trata solo de una trama universal en la cual participamos. Colocados en la flecha de la evolución del cosmos, el hombre es punto de convergencia de esa trama. Las relaciones que unen los universos pasan por ti y por mí, y en ti y en mí adquieren sentido; la hominización es el sentido de la evolución, expresión del "interior de las cosas", punto focal de un cosmos en camino hacia su plenitud, su "pleroma", punto Omega de la realidad.

jueves, 4 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 1

Una experiencia de práctica del Ha-Tha-Yoga, larga ya en cincuenta años, me ha indicado, que el yoga posee un valor me­todológico en si, independientemente de su contexto filosófico hin­dú, y esto explica su amplia difusión en nuestros medios. Sin embargo, precisamente por el valor de mé­todo que el yoga tiene, quien desee adentarse en este método (y lo recomiendo) deberá acercársele en su integridad. No es un método nacido en un vacío filosófico-religioso. Hunde sus raíces en una tradición humana muy específica. Todo método vale en la me­dida de su cabal y exacta aplicación, incluida la comprensión de sus antecedentes conceptuales. Les ofreceré una secuencia de breves textos que podrán ayudarles en un acercamiento a un método de vida y meditación de probada eficacia. Conocer el universo filosófico en que se desenvuelve el yoga no quiere decir – necesariamente - aceptarlo en su cabali­dad ni en la forma de expresión que tal universo ha tomado en la tradición hindú. Creo que es posible, y necesario, un trabajo de comprensión y de asimilación unido al descubrimiento y elucida­ción de aquellos elementos de nuestra tradición que pueden darle a este método un marco que nos sea propio y adecuado.
Dentro de este espíritu, habría que comenzar por cinco intuiciones básicas de la tradición filosófica hindú constituyen el punto de par­tida del yoga. Las indico ahora y las detallaré en textos sucesivos:
- La causación universal, regida por la ley del karman, que nos habla de la interdependencia de los seres entre sí y en re­lación con su acción y la reacción consiguiente a ésta.
- La ilusión cósmica, maya, que nos lleva a identificarnos con el flujo de las existencias, originándose una permanen­cia de este flujo, un eterno retorno.
- La realidad absoluta, la única realidad, más allá de la ilusión del flujo de lo gobernado por la ley del karman, a la que se designa con muchos nombres: Ser Puro, Yo (atman), Brahma, Nivarna, etc.
- La posibilidad de superar la ilusión cósmica y de adentrarse en la realidad absoluta mediante la aplicación de téc­nicas y medios orientados a conseguir la liberación (moksa, mukti) de ese eterno devenir. Es éste el valor del yoga, cuya finalidad es soteriológica.
- El nacimiento de una conciencia-testigo, conciencia atemporal, conciencia del liberado, conciencia sin yo, estado de liberación, de sabiduría.
Se trata, aquí, de un proceso natural de salvación por la sabiduría, por la superación de la ignorancia metafísica, ontológica (avidya). Es una sabiduría que no está en el orden de lo gnoseológico, sino que en la vía del desapego con respecto del propio yo que nos mantiene esclavos del flujo cósmico (samsara).

Bibliografía
- La tesis doctoral de Mircea Eliade Yoga, Inmortalidad y Libertad. Buenos Aires, La Pléyade, 1977.
- Gonzalo Gutiérrez. Yoga y Nueva Conciencia. Una introducción a la práctica del Yoga como experiencia corporal del Espíritu. Tunquelén, 2005.

martes, 2 de enero de 2007

Vacaciones y veracidad

En nuestros países del sur estamos entrando al afiebrado período de vacaciones. Durante Enero y Febrero nada va, salvo la búsqueda de evasiones. Cuando veo la propaganda turística no puedo dejar de preguntarme sobre cómo está el "adentro" de esa gente en su afanoso impulso de salir: ¿hay paz, amor, confianza, esperanza, entrega....? Y no puedo dejar de plantearme la pregunta sobre si eso de las "vacaciones" no debiera ser algo más que unas fechas en las que se hace algo diferente. Las vacaciones como estado interior, como actitud ante todo lo que hacemos, como una manera distinta de hacer lo mismo que hacemos siempre. ¿No podríamos vivir en "estado de vacaciones"? ¿No sería esa actitud mucho más veraz?