lunes, 8 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 5

Yama: las abstinencias.
El punto de partida, la exigencia inicial de un siste­ma ascético hindú, no podía ser otro que el de exigir un respe­to por todo. La no-violencia (ahimsha) expresa un fondo de re­conocimiento de la interdependencia de los seres, que nos lleva al respeto mutuo, al abstenemos de cualquier daño o violencia con respecto de todas las cosas, incluso los seres inanimados. Constituye una piedra fundamental en la espiritualidad hindú.
Intentando un acercamiento a una experiencia que, al decir de Gandhi, " es tan indefinible como Dios", hallamos en la ahimsha una forma de expresar el mandamiento universal del amor: "En un sentido positivo, la ahimsha significa un máximo de amor, una caridad perfecta. Si soy no-violento, tengo que amar a mi enemigo. Mi comportamiento con un malhechor tiene que ser el mismo, si se trata de un enemigo extraño a mi familia que si se trata de mi propio hijo. La ahimsha, para ser eficaz, exige la intrepidez y el respeto a la verdad. En efecto, no se puede te­mer ni asustar al que se ama. De todos los dones que se nos han hecho, el de la vida es sin duda el más precioso. El que hace el sacrificio de ese don, desarma toda hostilidad.
Abre el camino a la comprensión mutua de los adversarios y a un arreglo honro­so del conflicto. Nadie puede hacer de verdad una entrega de ese tesoro, sin verse libre de todo miedo. Es imposible ser a la vez cobarde y no-violento. La ahimsha es sinónimo de valentía ejem­plar"
A partir de esa actitud fundamental de amor, la vida entera del individuo, en todos sus detalles, queda sujeta a ella: "el principio del ahimsha queda violado por todo mal pensamiento, por toda prisa excesiva, por la mentira, el odio, o el hecho de desear mal a alguien; también se viola cuando se guarda para uno mismo aquello de lo que el mundo tiene necesidad. Y el mundo tie­ne necesidad incluso de lo que comemos cada día"
En la ascética del yoga, esto se manifiesta en tres exi­gencias derivadas del amor:
La veracidad. Mentir es hacer violencia al derecho que tiene el otro a mi palabra verdadera, adecuada a lo que estoy pen­sando. No violencia es total transparencia del actuar.
La pobreza. Patanjali habla de "no robar" y de "no ser avaro". Más allá de esas limitaciones, la austeridad de vida es una for­ma de liberación y de amor. Nada reemplaza a la experiencia de vi­vir con lo menos posible. En un mundo en que la extrema pobreza de muchos nos hace luchar por mejorar las condiciones de vida de nues­tros hermanos, nos hemos acostumbrado, poco a poco, a ver en la pobreza un mal. Mirada desde el punto de vista del amor, la pobreza transformada en una forma de vida es un gran bien, un regalo, que nos permite extendernos mucho más allá de las limitaciones dadas por las posesiones de bienes, para llegar a la libertad.
La castidad. La tradición hindú y la exigencia del yoga, junto con la tradición del monacato cristiano, va hasta el exigir la continencia sexual completa orientada al refrenamiento de las fuerzas de la procreación (brahmacarya). Por mi parte, he comprendido que la castidad, como expresión de amor, consiste en la práctica del amor genero­so, de entrega, no posesiva, en el que la no-violencia signifique un respeto de la totalidad del otro: su vida, intereses, individuali­dad, destino. Y creo que, en definitiva, este amor generoso, esta castidad como virtud (del latín virtus “fuerza”) que nos lleva a expresarlo en la madurez de lo sexual, puede darse cabalmente en la vida de pareja.

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