viernes, 30 de marzo de 2007
La sabiduría del Tao: el I Ching
Una consecuencia de la estructura polar yin-yang en que se basa la acción de la no-acción que hemos comentado en el postal anterior es la posibilidad de representar los cambios como distintas configuraciones binarias 1-0 que el I Ching presenta en hexagramas compuestos por trazos enteros y quebrados en un total de 64 que se ordenan en una secuencia que ha sido y sigue siendo objeto de análisis desde los inicios de las descripciones taoístas, con aportes posteriores de Confucio. El I Ching propone la producción aleatoria de un hexagrama mediante un trabajo con varillas en respuesta a una pregunta que formula quien las maneja. La sincronicidad existente entre la pregunta y la obtención del hexagrama dice que ambos pertenecen a un mismo tempus y que la lectura de los textos asignados a los distintos hexagramas y la cualidad yin-yang de sus líneas constituyen una sabia recomendación de conductas adecuadas a ese tempus que rodea la pregunta. El I Ching es un libro de sabiduría oracular en el que siempre encontraremos lo que andamos buscando, si sabemos preguntar y leer.
miércoles, 28 de marzo de 2007
La sabiduría del Tao: La acción de la no-acción
“Por eso el sabio
se atiene al no-obrar
y enseña sin palabras…”
(TTK II)
El ser y el no-ser, el bien y el mal, son aspectos complementarios del universo, cuya esencia es la dialogicidad entre yin y yang, la que no se resuelve dialécticamente en un tercer elemento, sino que se mantiene en una continua generación y regeneración de todo. El no-obrar no es inacción, sino que la esencia de una acción generadora y regeneradora constante. La separación que nuestras descripciones hacen entre ambos elementos (por ejemplo, entre bien y mal) son una ruptura arbitraria, propia del lenguaje, del ser esencial de las cosas que son en relación a otras en cuya referencia se definen. De allí la necesidad de ir más allá de las palabras, por ejemplo, en el enseñar.
se atiene al no-obrar
y enseña sin palabras…”
(TTK II)
El ser y el no-ser, el bien y el mal, son aspectos complementarios del universo, cuya esencia es la dialogicidad entre yin y yang, la que no se resuelve dialécticamente en un tercer elemento, sino que se mantiene en una continua generación y regeneración de todo. El no-obrar no es inacción, sino que la esencia de una acción generadora y regeneradora constante. La separación que nuestras descripciones hacen entre ambos elementos (por ejemplo, entre bien y mal) son una ruptura arbitraria, propia del lenguaje, del ser esencial de las cosas que son en relación a otras en cuya referencia se definen. De allí la necesidad de ir más allá de las palabras, por ejemplo, en el enseñar.
lunes, 26 de marzo de 2007
La sabiduría del Tao: Lo indecible
“El Tao que puede ser explicado
no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser pronunciado
no es el nombre eterno…”
(TTK I)
Todo pensamiento que pretende ir más allá de la experiencia habitual de lo sensible, adentrarse en lo otro, en la otredad que otorga sentidos, se enfrenta – necesariamente – con una experiencia personal silenciosa. En ese espacio, toda definición por nombres y conceptos trae consigo una delimitación engañosa. Lo indecible estará siempre allí, luminoso como experiencia a la que las palabras no llegan. San Juan de la Cruz:
“Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo…”
(Copla 4)
En este silencio se encuentra el límite y pobreza de toda religión como definición doctrinal “revelada”.
no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser pronunciado
no es el nombre eterno…”
(TTK I)
Todo pensamiento que pretende ir más allá de la experiencia habitual de lo sensible, adentrarse en lo otro, en la otredad que otorga sentidos, se enfrenta – necesariamente – con una experiencia personal silenciosa. En ese espacio, toda definición por nombres y conceptos trae consigo una delimitación engañosa. Lo indecible estará siempre allí, luminoso como experiencia a la que las palabras no llegan. San Juan de la Cruz:
“Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo…”
(Copla 4)
En este silencio se encuentra el límite y pobreza de toda religión como definición doctrinal “revelada”.
domingo, 25 de marzo de 2007
La sabiduría del Tao: El Tao
No conozco la lengua china, por lo que me atengo a lo que dicen los traductores reputados de que dispongo, y que son estudiosos que reconocen que las enseñanzas del Tao forman parte de su propia vida. Son traductores comprometidos, y no cabría esperarse otra cosa. El escrito de Lao Tse tiene una fuerza que no pasa inadvertida, que te envuelve más allá de un simple trabajo intelectual de lectura e interpretación documental. Lao Tse es un personaje lejano: escribe en el siglo VI antes de nuestra era, en un medio chino que se nos distancia mucho culturalmente, y que presenta una cosmovisión que no calza para nada con la prevaleciente hoy en día. Sin embargo, allí está su fuerza y su valor. Lo que nos propone el autor es un sentido del mundo (parece ser que es ésta una buena traducción de la palabra “Tao”) presente en todas las cosas, en todo acontecimiento, en toda vida humana. Este sentido se nos ofrece descriptivamente en el Tao-Te-King; se nos acerca y se nos hace desentrañable en el estudio de los oráculos del I Ching que marcan un “tempus” del que vamos formando parte; y se nos instala en nuestro ser como una luz que nos transparenta en los testimonios de transformación que recibimos en El Secreto de la Flor de Oro. Algo de esa experiencia vital es lo que trataré de ir mostrando en los próximos postales que – espero – resulten breves y de lectura fácil: el multiloquio no ayuda a la fuerza de las palabras.
sábado, 24 de marzo de 2007
La sabiduría del Tao: Introducción
Doy comiendo a una nueva serie de postales referidos a la sabiduría del Tao. Me propongo ofrecer para comentarios algunos textos de la tradición taoísta destacando lo que tienen de sabiduría en el sentido latino de “sapientia: sapida scientia” esto es, “sabiduría sabrosa, gustada” para ser hecha vida. El eje de mis comentarios serán los 81 epigramas del Tao Te King en la versión, prólogo y comentarios de Gastón Soublette, editada por Cuatro Vientos en Santiago en 1990; la encuentran en dicha editorial mediante el nexo que he puesto a la izquierda del blog. Recurriré además a otros dos textos fundantes de la sabiduría taoísta: el I Ching en la traducción castellana de Vogelman sobre la traducción alemana de Wilhelm, editada por Sudamericana en Buenos Aires en 1986; y El Secreto de la Flor de Oro, texto alquímico taoísta, de tradición oral, puesto por escrito por primera vez en el siglo XVIII . La traducción es de Wilhelm con introducción y extensos comentarios de Carl Gustav Jung, en edición de Paidós, Barcelona, 1988.
jueves, 22 de marzo de 2007
¿Errores u opciones?
Recojo esto de un comentario reciente de Gabriel Turén en mi postal "La vida simplemente" (etiqueta Vida): En nuestra vida no hay errores, sólo opciones que tomamos y de cuyas consecuencias nos hacemos cargo.
domingo, 18 de marzo de 2007
sábado, 17 de marzo de 2007
Estados de flujo y Mundo Nuevo
Para comprender el papel que nos corresponde en el nuevo paradigma que está surgiendo muchos de nosotros hemos viajado por muchos senderos que se escriben con nombres de prácticas personales y profesiones. Sin embargo, todos hemos aprendido que en este mundo no existimos como entidades individuales, que no controlamos nuestras vidas con nuestros propios egos sino que lo que se halla más allá del ego tiene una responsabilidad mucho mayor. Deseamos experimentar por nosotros mismos la unión interior y con el resto del mundo. La unión de los opuestos internos: nuestra propia androginia en un yoga que significa unir los niveles superiores e inferiores de la conciencia. Lo tenemos todo. Tenemos en nuestro interior el potencial para curarnos a nosotros mismos de nuestras divisiones internas y para sanar esa parte del universo que podemos afectar en forma personal. Cada uno de nosotros puede ser un agente que disperse a todos los rincones de la tierra las semillas que hemos tomado unos de otros. Y, al mismo tiempo, podemos nutrir esas semillas dentro de nuestro propio cuerpo, mente y espíritu, viviendo de forma que maduren y crezcan con fuerza. Seamos mujer o varón llevamos en nuestro interior el potencial de ambos tipos de energía. La tarea práctica que tenemos consiste en armonizarlos en nuestro interior y en la red cósmica de la que somos nodos. En la terminología de Sheldrake, está ocurriendo una resonancia mórfica determinada. En todo el mundo se está haciendo manifiesta la sabiduría de lo andrógino. Estamos aprendiendo a reconocer, diferenciar y unir los opuestos en nuestra naturaleza: masculino y femenino, creativo y receptivo, conocimiento y sabiduría, competencia y cooperación, explosión e implosión, logos y eros. Lo importante es llegar a los estados de flujo de un “yoga de la androginia” que nos haga experimentar esas diferencias como complementarias. Acopladas pueden fertilizarse mutuamente para engendrar la fuerza humana en un Mundo Nuevo.
viernes, 16 de marzo de 2007
Estados de flujo y creación.
Ante el teclado o ante las páginas de un libro; caminando o en la meditación; en una repentina comprensión que se nos abre a la construcción de nueva información sobre un punto largamente “restregado” como dice Platón en su Carta VII; en la conversación con una persona amiga; en medio de un dolor o una alegría. Los estados de flujo están allí: son el medio habitual de la creación intelectual. Ésta brota como una chispa que enciende un fuego, para seguir empleando la metáfora platónica.
Abramos nuestra conciencia a esos estados de experiencia óptima: pueden pasársenos de lado sin que los hagamos nuestros. Tener conciencia de que nos encontramos en un estado de flujo, de creación, es una condición de su repetición. Veamos como nuestro ser se ve fortalecido en su diferenciación y en su integración, en su complejidad. Escuchemos nuestra música corporal: es única, es nuestra. Desde allí podemos construir mundos, realidades verdaderas, coherentes, válidas para vivir humanamente.
Abramos nuestra conciencia a esos estados de experiencia óptima: pueden pasársenos de lado sin que los hagamos nuestros. Tener conciencia de que nos encontramos en un estado de flujo, de creación, es una condición de su repetición. Veamos como nuestro ser se ve fortalecido en su diferenciación y en su integración, en su complejidad. Escuchemos nuestra música corporal: es única, es nuestra. Desde allí podemos construir mundos, realidades verdaderas, coherentes, válidas para vivir humanamente.
miércoles, 14 de marzo de 2007
La carrera aeróbica de distancias largas
Es éste un ejercicio físico que te proporcionará enormes satisfacciones: un amigo español habla del “Zen del correr”.
Te preciso que estoy hablando de:
1. Carrera: no caminata ni trote suave. Digamos, que cubras un kilómetro en cinco minutos.
2. Aeróbica: que no quedes con demanda de oxígeno. Esto significa que no sientas la respiración entrecortada; que puedas mantener una conversación con otra persona mientras corres.
3. De distancias largas: lo de “largo” lo verás en la práctica. Para comenzar, te propongo unos 10 kilómetros (esto es, alrededor de una hora).
Las recomendaciones que te puedo dar son las siguientes:
1. Elige un buen momento del día; temprano en la mañana es una buena hora; también al mediodía, cuando tu ritmo cardíaco logra su punto más alto. Elige también un buen lugar, ojalá con árboles; una calle llena de vehículos es un desastre.
2. No uses mucha ropa: los buzos sobran y siempre es mayor el riesgo de deshidratación que el de enfriamiento. Lo único que realmente necesitas es un buen par de zapatillas, a no ser que corras por pasto o playa. Que sean livianas, flexibles, con buena superficie de aterrizaje.
3. Corre a un ritmo en el cual tus pulsaciones suban hasta el 75% de tu máximo. El máximo de cada cual está dado por 220 pulsaciones menos la edad. Así, si tienes 30 años, corre a una velocidad en que tu ritmo cardíaco suba hasta 220-30 = 190X75% = 142,5 pulsaciones; digamos, 140. Acostúmbrate a tomar tus pulsaciones con los dedos índice y medio sobre la carótida, al costado del cuello, parándote; cuenta las pulsaciones en 6 segundos y multiplica por 10; en el ejemplo anterior tendrán que ser 14 pulsaciones en 6 segundos. Con el tiempo no necesitarás medir.
4. Hay un mínimo para que se produzca el “efecto de entrenamiento”: 40 minutos, 3 veces por semana. Menos veces o un ritmo menor al indicado más arriba impiden que tu cuerpo vaya acumulando entrenamiento: sería como empezar de nuevo cada vez.
Llegará el momento, luego de una práctica larga, en que tendrás la sensación de haber traspasado una barrera y que estás corriendo de un modo fácil, alegre, lejos de todo esfuerzo. Habrás traspasado “la muralla” y entrado en “la zona”: el estado de flujo.
En la Internet encontrarás programas que te pueden ayudar en estos cálculos y hacer un programa de entrenamiento. Por ejemplo, en www.webrunner.com
Te preciso que estoy hablando de:
1. Carrera: no caminata ni trote suave. Digamos, que cubras un kilómetro en cinco minutos.
2. Aeróbica: que no quedes con demanda de oxígeno. Esto significa que no sientas la respiración entrecortada; que puedas mantener una conversación con otra persona mientras corres.
3. De distancias largas: lo de “largo” lo verás en la práctica. Para comenzar, te propongo unos 10 kilómetros (esto es, alrededor de una hora).
Las recomendaciones que te puedo dar son las siguientes:
1. Elige un buen momento del día; temprano en la mañana es una buena hora; también al mediodía, cuando tu ritmo cardíaco logra su punto más alto. Elige también un buen lugar, ojalá con árboles; una calle llena de vehículos es un desastre.
2. No uses mucha ropa: los buzos sobran y siempre es mayor el riesgo de deshidratación que el de enfriamiento. Lo único que realmente necesitas es un buen par de zapatillas, a no ser que corras por pasto o playa. Que sean livianas, flexibles, con buena superficie de aterrizaje.
3. Corre a un ritmo en el cual tus pulsaciones suban hasta el 75% de tu máximo. El máximo de cada cual está dado por 220 pulsaciones menos la edad. Así, si tienes 30 años, corre a una velocidad en que tu ritmo cardíaco suba hasta 220-30 = 190X75% = 142,5 pulsaciones; digamos, 140. Acostúmbrate a tomar tus pulsaciones con los dedos índice y medio sobre la carótida, al costado del cuello, parándote; cuenta las pulsaciones en 6 segundos y multiplica por 10; en el ejemplo anterior tendrán que ser 14 pulsaciones en 6 segundos. Con el tiempo no necesitarás medir.
4. Hay un mínimo para que se produzca el “efecto de entrenamiento”: 40 minutos, 3 veces por semana. Menos veces o un ritmo menor al indicado más arriba impiden que tu cuerpo vaya acumulando entrenamiento: sería como empezar de nuevo cada vez.
Llegará el momento, luego de una práctica larga, en que tendrás la sensación de haber traspasado una barrera y que estás corriendo de un modo fácil, alegre, lejos de todo esfuerzo. Habrás traspasado “la muralla” y entrado en “la zona”: el estado de flujo.
En la Internet encontrarás programas que te pueden ayudar en estos cálculos y hacer un programa de entrenamiento. Por ejemplo, en www.webrunner.com
viernes, 9 de marzo de 2007
Estados de flujo
Hace un tiempo atrás coloqué un postal con un texto de Csikszentmihalyi sobre la felicidad; lo encuentran eligiendo las etiquetas “Felicidad” o “Flujo”, que es la palabra que este psicólogo emplea para designar los estados de experiencia óptima, que dicen mucha relación con los procesos de envejecimiento que hemos comentado en el postal anterior a éste. La primera característica del logro de estos estados es la de un orden en la conciencia. Esto sucede cuando la energía síquica, la atención, se encuentra invertida en logros desafiantes pero realistas en términos de las habilidades y la preparación que se tienen. La búsqueda de un objetivo de este tipo pone orden en la conciencia ya que la persona debe concentrar su atención en la tarea que tiene entre manos y dejar de lado todo lo demás. Así, los estados de flujo dependen de dos situaciones: la búsqueda del logro de un objetivo que nos lleva más allá de nuestros límites, y la adquisición de las necesarias capacidades para lograrlos. Se genera, así, un proceso que no acaba, definido por un ir continuamente traspasando los propios límites y logrando nuevas capacidades. El resultado de este proceso es una persona proyectada hacia horizontes siempre nuevos.
La figura que sigue ilustra la relación entre desafío y capacidad en el logro de estados de flujo:
La figura que sigue ilustra la relación entre desafío y capacidad en el logro de estados de flujo:
En una situación dada, los estados de flujo se producen cuando existe un relativo equilibrio entre desafío y capacidad (A1 y A4). Si el desafío supera la capacidad (A3) se produce ansiedad; lo que la persona debe hacer, en este caso, es aumentar su capacidad por medio del entrenamiento. Al contrario, si existe una capacidad mayor que el desafío, sobreviene el aburrimiento (A2); para que esto no suceda y lograr un estado de flujo, la persona habrá de aumentar su desafío.
Sin embargo, las situaciones A1 y A4 no son estables. Si la persona continúa ejercitándose, su capacidad aumentará, y deberá plantearse nuevos desafíos para lograr superiores estados de flujo. Es ésta, entonces, una situación dinámica. Uno no puede gozar la misma situación por períodos largos. Sin embargo, sería una falacia creer que es ésta una situación mecánica. Lo que cuenta no son los desafíos y las capacidades en sí, sino que la percepción que la persona tiene de los mismos. Alguien puede estar consciente de sus desafíos y capacidades en un área específica, por ejemplo, en tocar un instrumento, pero no en otras, como podrían ser sus posibilidades como escritor. Cómo nos sentimos en cada momento de una experiencia de flujo está muy influido por nuestro mecanismo cognoscitivo, por las descripciones que nos hacemos de nosotros mismos.
jueves, 8 de marzo de 2007
Envejecer
Hay dos modos de envejecer: la vejez “ya no” que se produce al mirar lo perdido, lo que ya no se puede ser o hacer; y la vejez “ahora sí” que se produce al mirar lo ganado, lo que ahora sí que se puede ser o hacer. La primera se produce en la medida en que el cuerpo va perdiendo su alma; la segunda, en la medida en que el alma se va liberando del cuerpo, cortando sus cadenas. Al descender el alma se encadena en la multiplicación y división de lo corpóreo; al ascender se libera en la simplificación y unidad del espíritu. La muerte es – así – el definitivo regreso a la unidad esencial del Ser.
martes, 6 de marzo de 2007
Camino y maestro
Muchos caminos: las múltiples sendas de tu vida, las múltiples propuestas de muchos maestros. Un solo camino: aquél que está en ti, y que tiene corazón.
Muchos maestros: los múltiples dedos que apuntan a muchos caminos. Un solo maestro: aquél que está en ti y cuya suave voz escucharás si haces silencio en la multiplicidad de tu vida.
Muchos maestros: los múltiples dedos que apuntan a muchos caminos. Un solo maestro: aquél que está en ti y cuya suave voz escucharás si haces silencio en la multiplicidad de tu vida.
domingo, 4 de marzo de 2007
El camino hermético 3 (final)
La regeneración por el lógos
Los textos del CH muestran claramente que el hermetista recorre un camino que lo lleva a una experiencia silenciosa, “mística” (de myéin: “cerrar la boca”) y a un proceso de regeneración (palingenesis) del cual aflora un hombre nuevo, por y en la palabra, el Lógos. Veamos las características de este proceso.
Toda la revelación hermética – desde la experiencia de iniciación del discípulo hasta la regeneración del hermetista – gira y se realiza en torno a la palabra, en la palabra, por la palabra. Pero no cualquier decir: es la palabra completa: lógos téleios; palabra eficaz, llena de obras: lógos mestós tôn érgon.
Esta palabra eficaz es capaz de paternidad: se siembra en quien la recibe y genera nueva vida. Es una palabra simiente, un Lógos hijo de Dios que hace nacer una nueva vida en el hermetista. Engendra al Espíritu. Para que así sea, el hermetista ha de poner sus sentidos “en ligadura”: la “katargía pasón tón aisthéseon” es la condición indispensable para que se produzca esta paternidad en la palabra.
Nada hay en los textos del CH que indique un camino o método para lograr esta atadura de los sentidos, y habrá que buscar en los medios místicos en que vive el hermetista para encontrarlo: en el movimiento de eremitas que se genera en torno a los templos y en el desierto egipcio, movimiento que da el ambiente propicio para los eremitas y cenobitas cristianos que florecen allí hacia el siglo IV d. C. Es el aislamiento del mundo y la ascética personal en busca de las condiciones en las que el alma – en su subida hacia el Uno – va desnudándose de los ropajes de la dodécada, los doce vicios que se originan en el descenso del alma a la materia. Es la década que se encarga de producir esa desnudez: las diez virtudes que corrigen los doce vicios. Sin embargo, esta descripción forma más bien parte del contenido de la revelación hermética, y no de aspectos metodológicos relacionados con las prácticas ascéticas recomendadas.
Queda en claro que no es la revelación misma – por sus contenidos – la que produce la regeneración, sino que el hecho de que el hermetista acoge en sí y hace fructificar en función de su nueva vida la palabra divina, el Lógos hijo de Dios y engendrador de nueva vida por la unión con el Uno.
En esta perspectiva se lee bien el mandato de silencio: de nada vale difundir los contenidos de la revelación a no iniciados, a quienes no se han puesto en camino para recibir y hacer germinar el Lógos, a quienes no han puesto sus sentidos en ligadura. Realmente, en los no iniciados los contenidos de la revelación no tienen nada que decir: son solo palabras vacías, sin obras de regeneración.
Los textos del CH muestran claramente que el hermetista recorre un camino que lo lleva a una experiencia silenciosa, “mística” (de myéin: “cerrar la boca”) y a un proceso de regeneración (palingenesis) del cual aflora un hombre nuevo, por y en la palabra, el Lógos. Veamos las características de este proceso.
Toda la revelación hermética – desde la experiencia de iniciación del discípulo hasta la regeneración del hermetista – gira y se realiza en torno a la palabra, en la palabra, por la palabra. Pero no cualquier decir: es la palabra completa: lógos téleios; palabra eficaz, llena de obras: lógos mestós tôn érgon.
Esta palabra eficaz es capaz de paternidad: se siembra en quien la recibe y genera nueva vida. Es una palabra simiente, un Lógos hijo de Dios que hace nacer una nueva vida en el hermetista. Engendra al Espíritu. Para que así sea, el hermetista ha de poner sus sentidos “en ligadura”: la “katargía pasón tón aisthéseon” es la condición indispensable para que se produzca esta paternidad en la palabra.
Nada hay en los textos del CH que indique un camino o método para lograr esta atadura de los sentidos, y habrá que buscar en los medios místicos en que vive el hermetista para encontrarlo: en el movimiento de eremitas que se genera en torno a los templos y en el desierto egipcio, movimiento que da el ambiente propicio para los eremitas y cenobitas cristianos que florecen allí hacia el siglo IV d. C. Es el aislamiento del mundo y la ascética personal en busca de las condiciones en las que el alma – en su subida hacia el Uno – va desnudándose de los ropajes de la dodécada, los doce vicios que se originan en el descenso del alma a la materia. Es la década que se encarga de producir esa desnudez: las diez virtudes que corrigen los doce vicios. Sin embargo, esta descripción forma más bien parte del contenido de la revelación hermética, y no de aspectos metodológicos relacionados con las prácticas ascéticas recomendadas.
Queda en claro que no es la revelación misma – por sus contenidos – la que produce la regeneración, sino que el hecho de que el hermetista acoge en sí y hace fructificar en función de su nueva vida la palabra divina, el Lógos hijo de Dios y engendrador de nueva vida por la unión con el Uno.
En esta perspectiva se lee bien el mandato de silencio: de nada vale difundir los contenidos de la revelación a no iniciados, a quienes no se han puesto en camino para recibir y hacer germinar el Lógos, a quienes no han puesto sus sentidos en ligadura. Realmente, en los no iniciados los contenidos de la revelación no tienen nada que decir: son solo palabras vacías, sin obras de regeneración.
viernes, 2 de marzo de 2007
El camino hermético 2
El ambiente espiritual de los inicios del hermetismo
Los textos del Corpus Hermeticum pueden – ciertamente – ser clasificados de “escritos teológicos”, si tomamos el término teología en sentido amplio, capaz de contener “palabras sobre Dios”, más allá de un concepto académico restringido de la disciplina teológica. También pueden ser dichos como “escritos filosóficos” por cuanto ofrecen una “sabiduría sobre el amor” o trama del universo. Podemos decir que se trata de escritos “filosófico-teológicos” o de búsqueda de una religión filosófica, complementariedad que se mantiene a lo largo de la enorme influencia ejercida por estos escritos en mentes buscadoras de Occidente hasta hoy. También podríamos decir – en un sentido inverso – que los escritos del Corpus Hermeticum se inscriben dentro de esa tradición de búsqueda, ya que sus autores – que prefieren remitirse a la autoridad de un “Hermes Tres Veces Grande” – se revelan como intensos buscadores del Espíritu, grandemente influidos por el pensamiento neoplatónico que da la tónica intelectual durante el Imperio Romano. El círculo de filósofos y buscadores espirituales que se forma en Roma en torno a Plotino (205-270 d. C.) es un buen ejemplo de una coalescencia espiritual propia de los períodos de globalización, también en nuestros tiempos. Plotino estudió en Alejandría con Ammonius Saccas durante 11 años antes de establecerse en Roma donde tiene una gran influencia espiritual. Tendremos ocasión más delante de volver sobre estos temas.
El ambiente en que se producen los textos del Corpus Hermeticum es el de la espiritualidad helenística de los templos, sacerdotes y filósofos de Alejandría de Egipto, centro de actividad económica a la vez que filosófica, religiosa y mística. Se trata de un ambiente a la vez intelectual y popular, con múltiples ramificaciones. Los templos egipcios ofrecen por esa época un ambiente de estudio de las cosas del mundo y del espíritu en el que se estudia la astrología nacida entre los caldeos y de allí se deriva hacia la medicina y el estudio de las propiedades de los elementos, pero no se remiten estos estudios a la observación científica, sino que a la naturaleza revelada de los conocimientos que allí se adquieren. Los escribas son reputados como sabios y se elogia su ocupación profesional en las cosas del espíritu, religiosas o profanas; la literatura que se produce es abundante: libros sapienciales cercanos a los del Antiguo Testamento, consejos de sabiduría moral, métodos oraculares, astronomía, matemáticas, codificación y análisis escritos de lo concerniente a los mitos bajo la forma de especulaciones cosmogónicas cercanas a la sabiduría popular.
Algunos de estos escribas, talvez pensadores solitarios menos conocidos, eligieron el nombres de Hermes Trismegistos como el más acorde con sus propósitos didácticos, y el de mayor autoridad, y entregaron sus escritos como enseñanzas de Hermes. Pequeños tratados (lógoi) sobre las que ellos consideraban ser las verdades más elevadas hacia las que apuntaba la filosofía griega, con lo que se llegó a dar como sentado que esta filosofía se fundaba en la sabiduría de Hermes y en sus escritos egipcios. Los textos adquirieron así una autoridad mayor de la que habrían logrado si hubieran sido dados a conocer bajo los nombres de sus propios autores. En esta intención de busca de autoridad Hermes aparece como un personaje humano, un maestro, pero alguien que ha logrado la gnosis, esto es, un conocimiento unitivo con Dios, lo que lo hace el primer y más grande de los maestros. Un personaje que al morir se hace Dios, como lo hará cualquiera que haya alcanzado la gnosis. En los diálogos del Corpus Hermeticum este maestro habla con su discípulo durante su vida terrenal, como ser humano. Los Hermetica alcanzaron – así – una enorme popularidad y autoridad a partir del siglo II d. C.
El nombre de Corpus Hermeticum o Hermetica ha sido dado por comentaristas actuales a una colección de 19 lógoi: 18 en griego y uno en su traducción latina (no se dispone actualmente de la versión griega que fue conocida por Lactantius hacia el 300 d. C. con el título de Hermoy Trismegistoy lógos téleios ) Se agregan 29 citas hechas por el bizantino Juan de Stobi – dicho Stobaeus – en el Anthologium de textos filosóficos que preparó para su hijo aproximadamente en la segunda mitad del siglo V d. C. Además, 37 fragmentos que constituyen citas hechas por diferentes autores. La numeración completa varía algo entre las dos ediciones que forman el corpus de esta investigación, sin que sea relevante entrar en detalles que el lector interesado podrá consultar comparativamente en ambas ediciones críticas.
Desde el siglo II d. C. los textos herméticos gozaron de una popularidad creciente, especialmente a partir del siglo XV gracias a la edición traducida al latín que preparó Marsilio Ficino en 1471. Esta popularidad dio origen a distintas y numerosas escuelas herméticas y alquímicas, de muy variada composición y contenido. A la edición de Ficino siguieron varias más: Turnebus (1554); Flussas (1574); Patritius (1591); Casaubon (1614); Tiedmann (1718); Parthey (1854); Ménard (1866); Zeller (1903); Reitzenstein (1904), la primera edición considerada “científica” por los especialistas; Kroll (1914); Heinrici (1918). Vienen luego las que se han usado para determinar el corpus de esta investigación.
La lengua en que han sido escritos estos textos es el griego común (koiné) de la época helenística. El tratado conocido como Asclepius ha llegado hasta nosotros solamente en una traducción latina.
Los textos del Corpus Hermeticum pueden – ciertamente – ser clasificados de “escritos teológicos”, si tomamos el término teología en sentido amplio, capaz de contener “palabras sobre Dios”, más allá de un concepto académico restringido de la disciplina teológica. También pueden ser dichos como “escritos filosóficos” por cuanto ofrecen una “sabiduría sobre el amor” o trama del universo. Podemos decir que se trata de escritos “filosófico-teológicos” o de búsqueda de una religión filosófica, complementariedad que se mantiene a lo largo de la enorme influencia ejercida por estos escritos en mentes buscadoras de Occidente hasta hoy. También podríamos decir – en un sentido inverso – que los escritos del Corpus Hermeticum se inscriben dentro de esa tradición de búsqueda, ya que sus autores – que prefieren remitirse a la autoridad de un “Hermes Tres Veces Grande” – se revelan como intensos buscadores del Espíritu, grandemente influidos por el pensamiento neoplatónico que da la tónica intelectual durante el Imperio Romano. El círculo de filósofos y buscadores espirituales que se forma en Roma en torno a Plotino (205-270 d. C.) es un buen ejemplo de una coalescencia espiritual propia de los períodos de globalización, también en nuestros tiempos. Plotino estudió en Alejandría con Ammonius Saccas durante 11 años antes de establecerse en Roma donde tiene una gran influencia espiritual. Tendremos ocasión más delante de volver sobre estos temas.
El ambiente en que se producen los textos del Corpus Hermeticum es el de la espiritualidad helenística de los templos, sacerdotes y filósofos de Alejandría de Egipto, centro de actividad económica a la vez que filosófica, religiosa y mística. Se trata de un ambiente a la vez intelectual y popular, con múltiples ramificaciones. Los templos egipcios ofrecen por esa época un ambiente de estudio de las cosas del mundo y del espíritu en el que se estudia la astrología nacida entre los caldeos y de allí se deriva hacia la medicina y el estudio de las propiedades de los elementos, pero no se remiten estos estudios a la observación científica, sino que a la naturaleza revelada de los conocimientos que allí se adquieren. Los escribas son reputados como sabios y se elogia su ocupación profesional en las cosas del espíritu, religiosas o profanas; la literatura que se produce es abundante: libros sapienciales cercanos a los del Antiguo Testamento, consejos de sabiduría moral, métodos oraculares, astronomía, matemáticas, codificación y análisis escritos de lo concerniente a los mitos bajo la forma de especulaciones cosmogónicas cercanas a la sabiduría popular.
Algunos de estos escribas, talvez pensadores solitarios menos conocidos, eligieron el nombres de Hermes Trismegistos como el más acorde con sus propósitos didácticos, y el de mayor autoridad, y entregaron sus escritos como enseñanzas de Hermes. Pequeños tratados (lógoi) sobre las que ellos consideraban ser las verdades más elevadas hacia las que apuntaba la filosofía griega, con lo que se llegó a dar como sentado que esta filosofía se fundaba en la sabiduría de Hermes y en sus escritos egipcios. Los textos adquirieron así una autoridad mayor de la que habrían logrado si hubieran sido dados a conocer bajo los nombres de sus propios autores. En esta intención de busca de autoridad Hermes aparece como un personaje humano, un maestro, pero alguien que ha logrado la gnosis, esto es, un conocimiento unitivo con Dios, lo que lo hace el primer y más grande de los maestros. Un personaje que al morir se hace Dios, como lo hará cualquiera que haya alcanzado la gnosis. En los diálogos del Corpus Hermeticum este maestro habla con su discípulo durante su vida terrenal, como ser humano. Los Hermetica alcanzaron – así – una enorme popularidad y autoridad a partir del siglo II d. C.
El nombre de Corpus Hermeticum o Hermetica ha sido dado por comentaristas actuales a una colección de 19 lógoi: 18 en griego y uno en su traducción latina (no se dispone actualmente de la versión griega que fue conocida por Lactantius hacia el 300 d. C. con el título de Hermoy Trismegistoy lógos téleios ) Se agregan 29 citas hechas por el bizantino Juan de Stobi – dicho Stobaeus – en el Anthologium de textos filosóficos que preparó para su hijo aproximadamente en la segunda mitad del siglo V d. C. Además, 37 fragmentos que constituyen citas hechas por diferentes autores. La numeración completa varía algo entre las dos ediciones que forman el corpus de esta investigación, sin que sea relevante entrar en detalles que el lector interesado podrá consultar comparativamente en ambas ediciones críticas.
Desde el siglo II d. C. los textos herméticos gozaron de una popularidad creciente, especialmente a partir del siglo XV gracias a la edición traducida al latín que preparó Marsilio Ficino en 1471. Esta popularidad dio origen a distintas y numerosas escuelas herméticas y alquímicas, de muy variada composición y contenido. A la edición de Ficino siguieron varias más: Turnebus (1554); Flussas (1574); Patritius (1591); Casaubon (1614); Tiedmann (1718); Parthey (1854); Ménard (1866); Zeller (1903); Reitzenstein (1904), la primera edición considerada “científica” por los especialistas; Kroll (1914); Heinrici (1918). Vienen luego las que se han usado para determinar el corpus de esta investigación.
La lengua en que han sido escritos estos textos es el griego común (koiné) de la época helenística. El tratado conocido como Asclepius ha llegado hasta nosotros solamente en una traducción latina.
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