Ante el teclado o ante las páginas de un libro; caminando o en la meditación; en una repentina comprensión que se nos abre a la construcción de nueva información sobre un punto largamente “restregado” como dice Platón en su Carta VII; en la conversación con una persona amiga; en medio de un dolor o una alegría. Los estados de flujo están allí: son el medio habitual de la creación intelectual. Ésta brota como una chispa que enciende un fuego, para seguir empleando la metáfora platónica.
Abramos nuestra conciencia a esos estados de experiencia óptima: pueden pasársenos de lado sin que los hagamos nuestros. Tener conciencia de que nos encontramos en un estado de flujo, de creación, es una condición de su repetición. Veamos como nuestro ser se ve fortalecido en su diferenciación y en su integración, en su complejidad. Escuchemos nuestra música corporal: es única, es nuestra. Desde allí podemos construir mundos, realidades verdaderas, coherentes, válidas para vivir humanamente.
viernes, 16 de marzo de 2007
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