miércoles, 26 de diciembre de 2007

Navidad

Junto a un niño que nace recuperemos nuestro amor: todo nuestro amor.

martes, 11 de diciembre de 2007

Holocampo Ψ

Ervin Laszlo nos propone la existencia de un “holocampo cósmico” basado en el vacío al que propone denominar “Holocampo Ψ” que todo lo interconecta, elemento fundamental y fundante, factor que entra en todas nuestras interacciones con la realidad que revelamos. En él, cada uno de nosotros contiene la información de todo el universo como potencialidad experiencial. Ver: Ervin Laszlo, “The creative cosmos”, Floris Books, Edinburgh, 1993; y “The whispering pond. A personal guide to the emerging vision of science”, Element, Rockport, 1996

lunes, 26 de noviembre de 2007

De dónde eres y dónde estás

Los caminos espirituales hacen una diferencia entre un universo en el cual estás – sin pertenecer a él – y otro al cual perteneces. La diferencia está clara en el camino del Tao – por ejemplo – y la encontraremos en todos los grandes maestros de la vida espiritual. El evangelio de Juan opone claramente el “mundo” y el “reino de dios” diciendo que los discípulos de Jesús están en el mundo pero que no son de él: una clara muestra de las enseñanzas espirituales de una época que anticipa el hermetismo y la gnosis. El universo al cual perteneces es el que te da la fuerza en y por la palabra (ver el cuarto evangelio en los capítulos del “discurso de despedida”). El universo en el que estás es tu mundo de todos los días, que has de vivir con la pericia del guerrero para no sucumbir (ver la primera tetralogía de “Las enseñanzas de don Juan”) Mantente consciente de tu universo de pertenencia y desaparecerá para ti el mal, el dolor, la enfermedad: solo tendrás tu luz; y desde ése tu mundo actúa como guerrero en tu universo de presencia.

jueves, 25 de octubre de 2007

Transmultiversalidad

Vean este trabajo de un médico cubano

La realidad estaría compuesta de múltiples universos

Exhalen Martorell Zamora

La Transmultiversalidad, nueva teoría del espacio y tiempo
Como toda forma de existencia cambia constantemente, lo que denominamos Universo se transmuta continua e ininterrumpidamente en otros “Universos diferentes”. Por tanto, el Ser se manifiesta no en un Universo, sino a través de continuos e infinitos Universos en diferenciación, el Transmultiverso. Si un cuerpo se transforma mientras se traslada en un espacio continuamente diferente, no es posible prescribirle una posición o movimiento en ninguna dimensión espacio-temporal, pues continuamente el objeto, el espacio y todo ente, serían continuamente diferentes. En este sentido, lo que llamamos tiempo no es una ilusión, sino un método, un enfoque colectivo histórico muy necesario para la organización de la actividad humana y que acompañará por siempre a la civilización. Viajar en el tiempo tampoco tiene sentido, pues significaría cambiar todo el Transmultiverso a una situación previamente acaecida. En este contexto transmultiversal se hace necesario otro enfoque teórico del Ser.

domingo, 7 de octubre de 2007

El lado activo del infinito

Un comentario reciente en mi postal “De regreso a Castaneda” me ha hecho ver la extraordinaria coincidencia entre la percepción de Carlos en su libro póstumo “El lado activo del infinito” y la de David Bohm que he destacado en el postal reciente. Ambos coinciden en que la “información activa” (Bohm) y el “nahual” (Don Juan) son “campos” que ejercen una acción atractiva dentro del universo en el que somos nodos, otorgándoles “formas” y “sentidos” a estos nodos. Dicho de otra manera: el camino hacia el Espíritu, la “subida al Monte Carmelo” (San Juan de la Cruz), el camino de la “iluminación”, la madurez que viene con el paso de los años, nuestra vida toda, paso a paso, es una manifestación de ese “lado activo del infinito”. Esto, para quien sabe “ver” (Teilhard de Chardin), para quien “mueve el punto de encaje de la percepción” (Castaneda) hasta un punto en el cual otorga sentidos a las etapas de su vida. El libro de Castaneda hace eso: muestra las etapas de la transformación de Carlos. ¿Y si hiciéramos otro tanto? ¿No cambiaría radicalmente nuestra vida y la percepción que tenemos de ella, nuestro modo de vivir? ¿No seríamos totalmente otros? ¿No nos ubicaríamos expresamente en la perspectiva de una ampliación de nuestra conciencia hacia el punto Omega (Teilhard)?

sábado, 22 de septiembre de 2007

David Bohm

Sugiero examinar los conceptos básicos de la “Interpretación ontológica” de la teoría cuántica que nos propone David Bohm:
- Información activa
- Forma
- Sentido
- Holomovimiento
- Orden implícito
Pueden fundar una nueva visión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el cosmos, con aplicaciones en lo que se refiere al funcionamiento de nuestra mente y nuestro sistema inmune. Un modo de empezar puede ser el nexo que he puesto en este postal.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Amor

“Algún día, después de haber dominado los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, amaestraremos las energías del amor, y entonces, por segunda vez en la historia del universo, el hombre habrá descubierto el fuego”
(Teilhard de Chardin, El Fenómeno Humano)

jueves, 13 de septiembre de 2007

Ver

Estas páginas representan un esfuerzo por ver y hacer ver lo que es y exige el Hombre si se le coloca, enteramente y hasta el fin, dentro del cuadro de las apariencias.
¿Por qué tratar de ver? ¿Y por qué dirigir de una ma­nera especial nuestra mirada hacia el objeto humano?
Ver. Se podría decir que toda la Vida consiste en esto, si no como finalidad, por lo menos sí esencialmente. Ser más es unirse más y más: éstos serán el resumen y la conclusión misma de esta obra. Sin embargo, lo comproba­remos más aún: la unidad no se engrandece más que sus­tentada por un acrecentamiento de conciencia; es decir, de visión. He aquí por qué, sin lugar a dudas, la historia del Mundo viviente consiste en la elaboración de unos ojos cada vez más perfectos en el seno de un Cosmos, en el cual es posible discernir cada vez con más claridad. La perfección de un animal, la supremacía del ser pensante, ¿no se miden por la penetración y por el poder sintético de su mirada? Tratar de ver más y mejor no es, pues, una fantasía, una curiosidad, un lujo. Ver o perecer. Tal es la situación im­puesta por el don misterioso de la existencia a todo cuanto constituye un elemento del Universo. Y tal es consecuente­mente, y a una escala superior, la condición humana.
Pero si de verdad resulta tan vital y beatificante el conocer, ¿por qué, una vez más, dirigir con preferencia nuestra atención hacia el Hombre? ¿No está ya suficiente­mente estudiado el Hombre, y no es suficientemente eno­joso hacerlo? ¿Y no es precisamente uno de los atractivos de la Ciencia el de desviar y hacer descansar nuestra mirada sobre un objetó que, por fin, no sea nosotros mismos?
Bajo un doble aspecto, que le convierte doblemente en el centro del Mundo, el Hombre se impone a nuestro esfuerzo por ver como clave del Universo.
En primer lugar, y de una manera subjetiva, resultamos ser inevitablemente centro de perspectiva en relación con nosotros mismos. Fue seguramente una candidez, quizá necesaria, de la Ciencia naciente el de imaginarse que podría observar los fenómenos en sí mismos, tal como se desarro­llarían fuera de nosotros mismos. Instintivamente, los físicos y los naturalistas operaron al principio como si su mirada cayera desde lo alto sobre un Mundo en el que su concien­cia pudiera penetrar sin experimentarlo en sí mismos, sin modificarlo con su propia observación. Hoy empiezan a darse cuenta de que sus observaciones, aun las más objeti­vas, están todas ellas impregnadas de convenciones apriorís­ticas, así como de formas o de costumbres de pensar desarro­lladas a lo largo del proceso histórico de la Investigación. Llegados al extremo de sus análisis, ya no están muy segu­ros de si la estructura conseguida es la esencia misma de la Materia que estudian o el reflejo de su propio pensamiento. Y de una manera simultánea se dan cuenta de que, por un choque retroactivo de sus descubrimientos, ellos mismos se hallan cogidos en cuerpo y alma en la red de las relaciones que habían creído lanzar desde el exterior sobre las cosas; en una palabra: se hallan presos en su propia trampa. Me­tamorfismo y endomorfismo, diría un geólogo. El objeto y el sujeto se mezclan y se transforman mutuamente en el acto del conocimiento. Quiéralo o no, desde ese momento el Hom­bre vuelve a encontrarse a sí mismo y se contempla en todo, lo que observa.
He aquí una verdadera servidumbre, la cual, no obstan­te, está inmediatamente compensada por una grandeza cierta y única.
Resulta simplemente banal, e incluso enojoso, para un observador el transportar consigo mismo, vaya donde vaya, el centro del paisaje que atraviesa. Pero ¿que es lo que le sucede al paseante si las circunstancias le llevan hacia un punto naturalmente privilegiado (encrucijada de caminos o de valles), desde el cual no ya sólo la mirada, sino las mismas cosas irradian? Es entonces cuando, al coincidir el punto de vista subjetivo con una distribución objetiva de las cosas, se establece la percepción en toda su plenitud. El paisaje se descifra y se ilumina. Se ve.
Este parece ser precisamente el privilegio del conoci­miento humano.
(Teilhard de Chardin. El Fenómeno Humano)

domingo, 9 de septiembre de 2007

Premio


Max Estrella me ha distinguido con esta mención. Le doy las gracias. Gonzalo.

viernes, 31 de agosto de 2007

Fenómeno humano

Este cuadro nos ilustra la hipótesis de Teilhard sobre lo humano como flecha de la evolución

miércoles, 29 de agosto de 2007

Por una sonrisa planetaria

Los invito a visitar el Proyecto de Conciencia Global de la Universidad de Princeton y unirse a esa iniciativa de una "sonrisa planetaria".

viernes, 24 de agosto de 2007

Meditar

Meditar: estar firmemente radicados en el aquí y el ahora.

jueves, 23 de agosto de 2007

Sabiduría tolteca

Vean este nexo. Saludos. Gonzalo.

martes, 14 de agosto de 2007

Comunicación e información

“La metáfora del tubo para la comunicación. Nuestra discusión nos lleva a concluir que, biológicamente, no hay ‘información transmitida’ en la comunicación. Hay comunicación cada vez que hay coordinación conductual en un dominio de acoplamiento estructural.
Esta conclusión es chocante sólo si nos empeñamos en no cuestionar la metáfora más corriente para la comunicación que se ha popularizado en los así llamados medios de comunicación. Según esta metáfora del tubo, comunicación es algo que se genera en un punto, se lleva por un conducto (o tubo), y se entrega al otro extremo receptor. Por lo tanto, hay un algo que se comunica, y lo comunicado es parte integral de aquello que se desplaza en el conducto. Así, estamos habituados a hablar de la ‘información’ contenida en una imagen, objeto, o más evidentemente, en la palabra impresa.
Según lo que hemos analizado, esta metáfora es fundamentalmente falsa, porque supone una unidad no determinada estructuralmente, donde las interacciones son instructivas, como si lo que pasa en un sistema en una interacción quedara determinado por el agente perturbante y no por su dinámica estructural. Sin embargo, es evidente, aun en la vida cotidiana misma, que la situación de comunicación no se da así: cada persona dice lo que lo que dice u oye lo que oye según su propia determinación estructural. Desde la perspectiva de un observador hay siempre ambigüedad en una interacción comunicativa. El fenómeno de comunicación no depende de lo que se entrega, sino que de lo que pasa con el que recibe. Y esto es un asunto muy distinto a ‘transmitir información’ “. (Humberto Maturana y Francisco Varela. El árbol del conocimiento. Santiago, Universitaria, 1994, p. 130).

sábado, 21 de julio de 2007

Vida

La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema. (¿No es ésta la razón por la que personas que tras largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en qué consistía tal sendido?)
Die Lösung des Problems des Lebens merk man am Verschwinden dieses Problems. (Ist nicht dies der Grund, warum Menschen, denen der Sinn des Lebens nach langen Zweifeln klar wurde, warum diese dann nicht sagen konnten, worin dieser Sinn bestand?)
(Ludwig Wittgenstein. Tractatus logico-philosophicus 6.521)

lunes, 16 de julio de 2007

Yoga del corazón

Cuando has practicado yoga en forma asidua durante años terminas dándote cuenta de que su forma más pura es el Yoga del Corazón: la total entrega de la totalidad de tí mismo. Y entenderás por qué el símbolo del yoga, el yoga mudra, es la hoja seca. El efecto es la hesyxía, esa alegre paz del alma de que nos hablan los hesicastas.

jueves, 12 de julio de 2007

La cruz como koan

Todos llevamos incrustado en nuestras vidas el más poderoso koan: nuestra propia cruz. Solucionar ese koan nos abre a nuestra resurrección.

lunes, 9 de julio de 2007

Vivimos en dos mundos

Todos - quien más, quien menos - vivimos en dos mundos: el de las palabras y el del silencio. El mundo de las palabras configura nuestra realidad ordinaria; el del silencio, nuestra realidad aparte. Hasta el más activo de nosotros tiene sus momentos de mirada hacia su fuego interior, y el más contemplativo tiene también momentos de conexión con la realidad de todos los días que nos es común. Es difícil vivir en ambos mundos al mismo tiempo: todos cargamos de una u otra manera hacia uno u otro lado de una cierta línea divisoria. Para algunos, ubicados preferentemente en el silencio, su salida a la realidad ordinaria es estratégica, con un fin más o menos explícito, desde el que regresa apenas puede a su mundo no ordinario. Quienes viven con más permanencia en la conversación, buscarán a veces refugio y paz en su mundo interior. Es importante reconocer ambos mundos y su importancia en nuestras vidas. Lo humano se compone de ambos, y una personalidad que tiende a ser unilateral bien podría sufrir las consecuencias de esa parcelación.

viernes, 22 de junio de 2007

Agnosticismo

El Corpus Hermeticum dice que la agnosía es una enfermedad (kakía) del alma y que - por el contrario - la gnosis es una fuerza (areté).

miércoles, 13 de junio de 2007

Cuerpo y Espíritu

Somos nuestro cuerpo y sus emergencias a las que llamamos alma. Pero también experimentamos algo más: una tendencia a trascendernos y trascender nuestra corporalidad, un soplo, un fuego al que llamo – con la antigua tradición de la filokalia – espíritu. Los límites entre uno y otro no son precisos, y la experiencia personal puede ser muy distinta de unos a otros. Sin embargo, me parece que podemos afirmar que nuestra vida, desde la gestación hasta la muerte, se desarrolla en un transcurso que va desde la más plena corporalidad hasta su acabamiento, y que, en este desarrollo se van produciendo formas de vida de mayor presencia del espíritu en la medida en que nuestra edad avanza. Así, el envejecimiento – al que solemos temer – puede ser visto no solamente como el ir dejando atrás habilidades corporales que ya no se manifiestan como antes, sino que también como la paulatina y creciente revelación de formas y capacidades espirituales de ser que – podríamos suponer – logran su plenitud con la muerte corporal. Esta variante y variada relación entre cuerpo y espíritu puede ser alimentada, perfeccionada, llevada a formas más claras y abiertas si la alimentamos con alguna práctica ascética que lleve a nuestro cuerpo a superar sus propios límites. Allí, traspasado ese punto, nuestra conciencia logra una amplitud de onda que revela mundos nuevos, sincronicidades que antes no aparecían, sentidos que antes no otorgábamos. Es ésa la experiencia de ver más allá del sólo mirar. Nuevos horizontes de eventos aparecen en nuestra vida y es ése el punto en que nuestra vida ya no será más lo que hasta entonces era. Una vida nueva, un Mundo Nuevo.

martes, 12 de junio de 2007

Descansar

"Estoy cansado de tanta meditación y tanto dale que dale con la vida espiritual" - dijo el discípulo al maestro - "voy a tomarme unas vacaciones"
"Tienes toda la razón" - contestó el maestro - "y no olvides de hacer descansar también tus pulmones: mira que eso de estar bombeando todo el tiempo debe resultarles tremendamente cansador"

lunes, 4 de junio de 2007

Enfermedad

Infirmitas, falta de firmeza. Una enfermedad se constituye en nosotros en un proceso de síntoma - examen - diagnóstico - terapia - control en el que adquiere las características de mente, esto es, de una estructura noética autopoiética. En tales condiciones, la enfermedad cobra vida propia, se independiza de nosotros, acaba con nosotros. Impidamos ese proceso mediante un constante cuidado de nuestra energía. Hay excelentes métodos para ello. La medicina tradicional china, por ejemplo, trabaja con un concepto integral de energía yin/yang que circula por meridianos que son intervenidos por la acupuntura y la dígitopuntura en determinados puntos; el yoga trabaja el cuerpo y el espíritu mediante posturas sin movimiento y la meditación; los "pases mágicos" que nos ha propuesto Carlos Castaneda como resultado de sus "Enseñanzas de don Juan" resultan muy eficientes en el trabajo con nuestra energía. Hagámoslo y no demos entrada a que nuestras fallas energéticas se transformen en enfermedades.

martes, 29 de mayo de 2007

Alquimia de las palabras

A propósito de VITRIOL y de algunos comentarios: lo que hacemos en los blogs es alquimia de las palabras: las vamos restregando unas contra otras para que salte la luz. Vean el siguiente texto de Platón en su Carta VII. Es un texto que ya les mostré alguna vez, pero en estas cosas de la alquimia las cosas se hacen una y mil veces: “Hay, sin embargo, una cosa que puedo decir en lo que se refiere a quienes han escrito o escribirán pretendiendo saber el objeto de mi esfuerzo - ya sea que lo hayan escuchado de mí, o de otros, o encontrado por ellos mismos – y es que les es imposible, en mi humilde opinión, entender nada de eso. Por lo menos no hay sobre esto ningún escrito mío y no es previsible que lo haya nunca. Es algo que no se deja expresar en palabras, como otros conocimientos; solamente después de una familiaridad prolongada, una verdadera vida en común, de pronto – como al nacer la llama se enciende una claridad – aparece en el alma y en lo sucesivo se nutre a sí mismo” (Carta VII 7.341c). “Cuando se han restregado unos contra otros factores, nombres, definiciones, imágenes y sensaciones, cuando se los ha probado en discusiones benévolas y sin poner ningún énfasis ni en las preguntas ni en las respuestas, de pronto se produce, con gran trabajo, un trazo de luz, se concibe y comprende el objeto estudiado, si, por lo menos, uno ha estirado sus fuerzas tanto como le es posible al hombre.” (Carta VII, 7.344b). La Carta VII la escribió Platón a sus amigos de Siracusa en 353 o 352, cinco años antes de morir a los 80.

domingo, 27 de mayo de 2007

Pentecostés

Espíritu, Soplo, Llama. Lo que da vida a la vida. El Fuego Interior. La Fuerza que nos impulsa. La Conciencia en su máxima expresión de interiorización y expansión.

viernes, 18 de mayo de 2007

VITRIOL

Visita Interiora Terrae Recticandoque Invenies Occultum Lapidem
Los interiores de la tierra que el alquimista te induce a visitar eres tú mismo, y la piedra oculta que alli encontrarás es aquella que transforma tu plomo en oro. Para hallarla deberás hacer lo correcto, enderezar lo torcido.

sábado, 12 de mayo de 2007

Multiversidad del Mundo Real Edgar Morin

Creo que la Multiversidad del Mundo Real Edgar Morin, en Hermosillo, México, ofrece un interesantísimo camino para una reforma universitaria que necesitamos con urgencia. Puse además un vínculo permanente en la sección izquierda.

jueves, 10 de mayo de 2007

El camino de la vida

Tus padres te engendran y te transmiten una herencia de cuerpo, alma y espíritu que habrás de cultivar a tu manera: allí comienza el camino de tu vida. Es un camino de progresiva libertad y personalización para transmitir tú también esa herencia a quienes vengan después de ti. En ese camino, llega el momento en que escuchas un llamado, una tenue voz que te invita a dejar la tierra familiar y buscar tu tierra prometida. Sigues esa llamada río arriba, hasta su fuente. Hay un maestro que te espera y recibes sus enseñanzas hasta que te dice que debes irte. Tomas tu partida y echas a andar río abajo y vas encontrando ciudades y mentes, tomando compromisos, aceptando y dando amor, teniendo tus hijos, ejerciendo tu profesión. En la medida que bajas el río se hace más caudaloso por el agua de sus afluentes, y tú también vas cargándote más y más, pero eres joven y el peso no se siente. Hasta que una tarde, pasado largo tiempo, avistas a la distancia el mar. Llegas a la desembocadura de tu río, y te detienes dudoso y admirado. No sabes si disolverte en el mar o subirte a los barcos que pasan para emprender aventuras en otros lugares. Pero sientes nostalgia, deseo de regresar a tu fuente, y emprendes el camino de subida, por la otra ribera del río. Los paisajes van siendo semejantes, pero desde el otro lado; es un camino de subida y lo sientes porque los años han pasado; pero es también un camino de descarga: vas dejando atrás todo lo que llevas contigo; tu río también se va adelgazando, hasta convertirse en la fuente de la cual nació y en la que bebiste el agua de tu maestro. El ya no está, pero estás tú y habrás de iniciar a nuevos peregrinos a los que mostrarás sus ríos y sus caminos. Es el camino de la vida.

viernes, 4 de mayo de 2007

Importancia

Nada ni nadie la tiene: la importancia es producto de una atribución por nuestra parte. Si necesito operarme le doy importancia a encontrar un buen cirujano, pero si lo que necesito es clavar un clavo, ciertamente que un martillo es mucho más importante que un cirujano. Y así para todo. Seremos mucho más libres si nos deshacemos de la descripción que otorga de por sí importancia a las cosas y las personas. Asignemos prioridades como mejor nos parezca, otorguemos importancia de acuerdo con los juicios que nos merezcan las personas y las cosas, en forma pasajera o estable, pero siempre mudable. Controlando nuestra vida y nuestro actuar, vigilantes.

jueves, 26 de abril de 2007

Vigilancia

Nuestro deambular por entre las diversas realidades que vamos construyendo nos impone la necesidad de la vigilancia. Siembre atentos, al acecho, con los ojos bien abiertos. Vigilar nuestra realidad física, para que transparente el espíritu. Vigilar nuestra realidad psíquica, para que se abra a la otredad. Vigilar nuestra realidad espiritual, para que seamos capaces de silencio. Vigilar nos lleva a ser dueños de nuestra vida: a vivir y no ser vividos. Vigilantes en todo momento, que un simple pestañear nos puede llevar muy lejos de nuestro sitio y nuestro camino. Caminar y vigilar, vigilar y caminar sin mirar para atrás.

viernes, 20 de abril de 2007

Una realidad aparte

Nos cuenta Carlos Castaneda que su acercamiento al hombre de conocimiento que fue don Juan Matus se produjo por un interés profesional del autor en conocer los usos de plantas alucinógenas por los grupos yaqui del sur de California. Era ése su tema de investigación en los cursos de antropología que seguía en la UCLA. Pero a poco andar la relación se invierte: el antropólogo se transforma en discípulo de su informante. El primer volumen (“Las enseñanzas de don Juan”) de sus informes de este encuentro muestra ese difícil camino de transformación, que termina con un inconcebible salto al vacío. Pero el antropólogo persiste, y al fin del libro Castaneda coloca un informe de corte tradicional que hace de esas enseñanzas un recuento descriptivo; lo titula “Un análisis estructural” y no convence a nadie. Es más adelante, en el segundo de sus libros (“Una realidad aparte”), editado tres años después del primero, que Carlos retoma su salto al vacío y va poco a poco desentrañando ese mundo nuevo en el que ha entrado a pesar de sí pero que ya no puede abandonar, y del que seguirá dando testimonio, libro tras libro, hasta dejarnos como legado un conjunto de ejercicios corporales (“Pases mágicos”) capaces de provocar ese salto al vacío. Y aquí está lo principal de su mensaje: todos podemos saltar al vacío porque todos tenemos una realidad aparte que construir. De hecho, todos estamos construyendo esa realidad aparte momento a momento, día tras día: toda realidad es una construcción de nuestra conciencia ante un medio que ella misma distingue y en el cual va reaccionando marcada por sus funciones propias, de origen personal y cultural. Todas nuestras realidades son realidades aparte: no existen dos realidades idénticas. Gracias a los lenguajes, especialmente la palabra, asignamos a nuestras realidades descripciones consensuadas socialmente, y podemos entendernos y convivir. Pero permanece lo básico: la absoluta individualidad de nuestras realidades, realidades aparte. Es de suma importancia y de una enorme riqueza poder darnos cuenta de ese “aparte” de nuestras realidades individuales, valorarlo, vivirlo: Carlos Castaneda, con don Juan, llama a esto “ver” y dice que para ver se hace necesario “parar el mundo” deteniendo las secuencias rutinarias de nuestras descripciones de todos los días. Es la tarea de nuestros espacios de meditación. Una invitación y un acto cabal de nosotros mismos.

lunes, 16 de abril de 2007

Epílogo

“Las palabras verdaderas no son bellas.
Las palabras bellas no son verdaderas.
El hombre bueno no discute.
El que discute no es hombre bueno.
El hombre sabio no es erudito.
El erudito no es sabio.
El sabio no acumula bienes
y cuanto más hace por los otros
tanto más gana para sí.
Cuanto más da a los otros
tanto más recibe para sí.
El camino del cielo se beneficia sin dañar.
El camino del sabio realiza sin esfuerzo”
(TTK LXXXI)
Cierro esta serie de breves comentarios sobre La Sabiduría del Tao con este último epigrama en que Lao Tse resume su doctrina, y es claro en sí mismo: no requiere mayor comentario.

jueves, 12 de abril de 2007

Saber

“El que sabe no habla
El que habla no sabe…”
(TTK LVI)
Comentario de Tchuang Tse: “Cuando la gente desea aprender la verdad recurre a los libros. Pero los libros son solamente palabras, y las palabras, si bien tienen algún valor, , éste reside en su significado. Ahora bien, este así llamado significado, que no es sino el esfuerzo que hacemos para aprehender algo de ese algo, no puede ser expresado verdaderamente en palabras”

lunes, 9 de abril de 2007

Enseñanza sin palabras

“La enseñanza sin palabras
el valor de la acción inactiva
pocos son en este mundo
los que llegan a comprender su eficacia”
(TTKXLIII)
El hombre del Tao enseña por el Ser, no por el hacer, y sigue en el epigrama siguiente:
“Por esto quien se apega a las cosas sufre mucho desgaste
Quien atesora mucho, mucho pierde
Quien sabe contenerse no cae en el deshonor
Quien sabe fijarse límites no sufre daño…”
(TTK XLIV)
Para esto se requiere vencer el deseo por la plenitud interior y el gozo de esa plenitud.

jueves, 5 de abril de 2007

El movimiento retrógrado

“El retorno es el movimiento del Tao,
la debilidad es la eficacia del Tao.
Todas las cosas bajo el Cielo nacen del Ser
y el Ser nace del no-Ser”
(TTK XL)
Es el proceso de conversión por el cual reviertes tu mirada desde tu entorno hacia tu misteriosa esencia. La eficacia del mundo visible, activo, exteriormente consistente, reside en el mundo invisible, inmutable, inconsistente. Optar por el Tao exige trascender lo activo para llegar al estado potencial primordial a través de una extrema simplicidad de la vida.

miércoles, 4 de abril de 2007

La sabiduría del Tao: La entrega

“Treinta rayos convergen en el cubo de una rueda
pero es de su vacío que depende la utilidad del carro.
Modelando la arcilla se hacen vasijas
pero es de su vacío que depende la utilidad de la vasija…”
(TTK XI)
Eres tú mismo no en lo que haces, sino en lo que no haces: en tu esencia consciente, más allá de los objetos sensibles, en tu puro ser luminoso y vacío desde el cual y en el cual eres vehículo del sentido de todo. Más allá del hacer, más allá del esfuerzo, más allá del logro y la realización, está la entrega, máxima y última identificación con la fuerza que está en ti.

domingo, 1 de abril de 2007

La sabiduría del Tao: El yoga de la luz

“Formar el alma hasta consolidarla en la unidad.
Regular la respiración hasta hacerla suave como la de un niño.
Purificar la visión interior hasta hacerla inmaculada…”
(TTK X)
“Cuando durante el reposo el espíritu tiene, en ininterrumpida duración, la sensación de una gran alegría, como si estuviera borracho o recién bañado, éste es un signo de que el principio luminoso es armónico en el cuerpo íntegro; ahí comienza a despuntar la Flor de Oro. Cuando luego, más adelante, todas las aberturas están quietas y la Luna de plata está en el medio del Cielo y tiene uno el sentimiento de que esta gran Tierra es un mundo de Luz y lucidez, éste es un signo de que el cuerpo del corazón se abre a la claridad. Éste es un signo de que la Flor de Oro se abre”
(El Maestro Lü Dsu en El Secreto de la Flor de Oro)

viernes, 30 de marzo de 2007

La sabiduría del Tao: el I Ching

Una consecuencia de la estructura polar yin-yang en que se basa la acción de la no-acción que hemos comentado en el postal anterior es la posibilidad de representar los cambios como distintas configuraciones binarias 1-0 que el I Ching presenta en hexagramas compuestos por trazos enteros y quebrados en un total de 64 que se ordenan en una secuencia que ha sido y sigue siendo objeto de análisis desde los inicios de las descripciones taoístas, con aportes posteriores de Confucio. El I Ching propone la producción aleatoria de un hexagrama mediante un trabajo con varillas en respuesta a una pregunta que formula quien las maneja. La sincronicidad existente entre la pregunta y la obtención del hexagrama dice que ambos pertenecen a un mismo tempus y que la lectura de los textos asignados a los distintos hexagramas y la cualidad yin-yang de sus líneas constituyen una sabia recomendación de conductas adecuadas a ese tempus que rodea la pregunta. El I Ching es un libro de sabiduría oracular en el que siempre encontraremos lo que andamos buscando, si sabemos preguntar y leer.

miércoles, 28 de marzo de 2007

La sabiduría del Tao: La acción de la no-acción

“Por eso el sabio
se atiene al no-obrar
y enseña sin palabras…”
(TTK II)
El ser y el no-ser, el bien y el mal, son aspectos complementarios del universo, cuya esencia es la dialogicidad entre yin y yang, la que no se resuelve dialécticamente en un tercer elemento, sino que se mantiene en una continua generación y regeneración de todo. El no-obrar no es inacción, sino que la esencia de una acción generadora y regeneradora constante. La separación que nuestras descripciones hacen entre ambos elementos (por ejemplo, entre bien y mal) son una ruptura arbitraria, propia del lenguaje, del ser esencial de las cosas que son en relación a otras en cuya referencia se definen. De allí la necesidad de ir más allá de las palabras, por ejemplo, en el enseñar.

lunes, 26 de marzo de 2007

La sabiduría del Tao: Lo indecible

“El Tao que puede ser explicado
no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser pronunciado
no es el nombre eterno…”
(TTK I)
Todo pensamiento que pretende ir más allá de la experiencia habitual de lo sensible, adentrarse en lo otro, en la otredad que otorga sentidos, se enfrenta – necesariamente – con una experiencia personal silenciosa. En ese espacio, toda definición por nombres y conceptos trae consigo una delimitación engañosa. Lo indecible estará siempre allí, luminoso como experiencia a la que las palabras no llegan. San Juan de la Cruz:
“Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo…”
(Copla 4)
En este silencio se encuentra el límite y pobreza de toda religión como definición doctrinal “revelada”.

domingo, 25 de marzo de 2007

La sabiduría del Tao: El Tao

No conozco la lengua china, por lo que me atengo a lo que dicen los traductores reputados de que dispongo, y que son estudiosos que reconocen que las enseñanzas del Tao forman parte de su propia vida. Son traductores comprometidos, y no cabría esperarse otra cosa. El escrito de Lao Tse tiene una fuerza que no pasa inadvertida, que te envuelve más allá de un simple trabajo intelectual de lectura e interpretación documental. Lao Tse es un personaje lejano: escribe en el siglo VI antes de nuestra era, en un medio chino que se nos distancia mucho culturalmente, y que presenta una cosmovisión que no calza para nada con la prevaleciente hoy en día. Sin embargo, allí está su fuerza y su valor. Lo que nos propone el autor es un sentido del mundo (parece ser que es ésta una buena traducción de la palabra “Tao”) presente en todas las cosas, en todo acontecimiento, en toda vida humana. Este sentido se nos ofrece descriptivamente en el Tao-Te-King; se nos acerca y se nos hace desentrañable en el estudio de los oráculos del I Ching que marcan un “tempus” del que vamos formando parte; y se nos instala en nuestro ser como una luz que nos transparenta en los testimonios de transformación que recibimos en El Secreto de la Flor de Oro. Algo de esa experiencia vital es lo que trataré de ir mostrando en los próximos postales que – espero – resulten breves y de lectura fácil: el multiloquio no ayuda a la fuerza de las palabras.

sábado, 24 de marzo de 2007

La sabiduría del Tao: Introducción

Doy comiendo a una nueva serie de postales referidos a la sabiduría del Tao. Me propongo ofrecer para comentarios algunos textos de la tradición taoísta destacando lo que tienen de sabiduría en el sentido latino de “sapientia: sapida scientia” esto es, “sabiduría sabrosa, gustada” para ser hecha vida. El eje de mis comentarios serán los 81 epigramas del Tao Te King en la versión, prólogo y comentarios de Gastón Soublette, editada por Cuatro Vientos en Santiago en 1990; la encuentran en dicha editorial mediante el nexo que he puesto a la izquierda del blog. Recurriré además a otros dos textos fundantes de la sabiduría taoísta: el I Ching en la traducción castellana de Vogelman sobre la traducción alemana de Wilhelm, editada por Sudamericana en Buenos Aires en 1986; y El Secreto de la Flor de Oro, texto alquímico taoísta, de tradición oral, puesto por escrito por primera vez en el siglo XVIII . La traducción es de Wilhelm con introducción y extensos comentarios de Carl Gustav Jung, en edición de Paidós, Barcelona, 1988.

jueves, 22 de marzo de 2007

¿Errores u opciones?

Recojo esto de un comentario reciente de Gabriel Turén en mi postal "La vida simplemente" (etiqueta Vida): En nuestra vida no hay errores, sólo opciones que tomamos y de cuyas consecuencias nos hacemos cargo.

domingo, 18 de marzo de 2007

Libertad

La libertad es la única fuerza que conozco

sábado, 17 de marzo de 2007

Estados de flujo y Mundo Nuevo

Para comprender el papel que nos corresponde en el nuevo paradigma que está surgiendo muchos de nosotros hemos viajado por muchos senderos que se escriben con nombres de prácticas personales y profesiones. Sin embargo, todos hemos aprendido que en este mundo no existimos como entidades individuales, que no controlamos nuestras vidas con nuestros propios egos sino que lo que se halla más allá del ego tiene una responsabilidad mucho mayor. Deseamos experimentar por nosotros mismos la unión interior y con el resto del mundo. La unión de los opuestos internos: nuestra propia androginia en un yoga que significa unir los niveles superiores e inferiores de la conciencia. Lo tenemos todo. Tenemos en nuestro interior el potencial para curarnos a nosotros mismos de nuestras divisiones internas y para sanar esa parte del universo que podemos afectar en forma personal. Cada uno de nosotros puede ser un agente que disperse a todos los rincones de la tierra las semillas que hemos tomado unos de otros. Y, al mismo tiempo, podemos nutrir esas semillas dentro de nuestro propio cuerpo, mente y espíritu, viviendo de forma que maduren y crezcan con fuerza. Seamos mujer o varón llevamos en nuestro interior el potencial de ambos tipos de energía. La tarea práctica que tenemos consiste en armonizarlos en nuestro interior y en la red cósmica de la que somos nodos. En la terminología de Sheldrake, está ocurriendo una resonancia mórfica determinada. En todo el mundo se está haciendo manifiesta la sabiduría de lo andrógino. Estamos aprendiendo a reconocer, diferenciar y unir los opuestos en nuestra naturaleza: masculino y femenino, creativo y receptivo, conocimiento y sabiduría, competencia y cooperación, explosión e implosión, logos y eros. Lo importante es llegar a los estados de flujo de un “yoga de la androginia” que nos haga experimentar esas diferencias como complementarias. Acopladas pueden fertilizarse mutuamente para engendrar la fuerza humana en un Mundo Nuevo.

viernes, 16 de marzo de 2007

Estados de flujo y creación.

Ante el teclado o ante las páginas de un libro; caminando o en la meditación; en una repentina comprensión que se nos abre a la construcción de nueva información sobre un punto largamente “restregado” como dice Platón en su Carta VII; en la conversación con una persona amiga; en medio de un dolor o una alegría. Los estados de flujo están allí: son el medio habitual de la creación intelectual. Ésta brota como una chispa que enciende un fuego, para seguir empleando la metáfora platónica.
Abramos nuestra conciencia a esos estados de experiencia óptima: pueden pasársenos de lado sin que los hagamos nuestros. Tener conciencia de que nos encontramos en un estado de flujo, de creación, es una condición de su repetición. Veamos como nuestro ser se ve fortalecido en su diferenciación y en su integración, en su complejidad. Escuchemos nuestra música corporal: es única, es nuestra. Desde allí podemos construir mundos, realidades verdaderas, coherentes, válidas para vivir humanamente.

miércoles, 14 de marzo de 2007

La carrera aeróbica de distancias largas

Es éste un ejercicio físico que te proporcionará enormes satisfacciones: un amigo español habla del “Zen del correr”.
Te preciso que estoy hablando de:
1. Carrera: no caminata ni trote suave. Digamos, que cubras un kilómetro en cinco minutos.
2. Aeróbica: que no quedes con demanda de oxígeno. Esto significa que no sientas la respiración entrecortada; que puedas mantener una conversación con otra persona mientras corres.
3. De distancias largas: lo de “largo” lo verás en la práctica. Para comenzar, te propongo unos 10 kilómetros (esto es, alrededor de una hora).
Las recomendaciones que te puedo dar son las siguientes:
1. Elige un buen momento del día; temprano en la mañana es una buena hora; también al mediodía, cuando tu ritmo cardíaco logra su punto más alto. Elige también un buen lugar, ojalá con árboles; una calle llena de vehículos es un desastre.
2. No uses mucha ropa: los buzos sobran y siempre es mayor el riesgo de deshidratación que el de enfriamiento. Lo único que realmente necesitas es un buen par de zapatillas, a no ser que corras por pasto o playa. Que sean livianas, flexibles, con buena superficie de aterrizaje.
3. Corre a un ritmo en el cual tus pulsaciones suban hasta el 75% de tu máximo. El máximo de cada cual está dado por 220 pulsaciones menos la edad. Así, si tienes 30 años, corre a una velocidad en que tu ritmo cardíaco suba hasta 220-30 = 190X75% = 142,5 pulsaciones; digamos, 140. Acostúmbrate a tomar tus pulsaciones con los dedos índice y medio sobre la carótida, al costado del cuello, parándote; cuenta las pulsaciones en 6 segundos y multiplica por 10; en el ejemplo anterior tendrán que ser 14 pulsaciones en 6 segundos. Con el tiempo no necesitarás medir.
4. Hay un mínimo para que se produzca el “efecto de entrenamiento”: 40 minutos, 3 veces por semana. Menos veces o un ritmo menor al indicado más arriba impiden que tu cuerpo vaya acumulando entrenamiento: sería como empezar de nuevo cada vez.
Llegará el momento, luego de una práctica larga, en que tendrás la sensación de haber traspasado una barrera y que estás corriendo de un modo fácil, alegre, lejos de todo esfuerzo. Habrás traspasado “la muralla” y entrado en “la zona”: el estado de flujo.
En la Internet encontrarás programas que te pueden ayudar en estos cálculos y hacer un programa de entrenamiento. Por ejemplo, en www.webrunner.com

viernes, 9 de marzo de 2007

Estados de flujo

Hace un tiempo atrás coloqué un postal con un texto de Csikszentmihalyi sobre la felicidad; lo encuentran eligiendo las etiquetas “Felicidad” o “Flujo”, que es la palabra que este psicólogo emplea para designar los estados de experiencia óptima, que dicen mucha relación con los procesos de envejecimiento que hemos comentado en el postal anterior a éste. La primera característica del logro de estos estados es la de un orden en la conciencia. Esto sucede cuando la energía síquica, la atención, se encuentra invertida en logros desafiantes pero realistas en términos de las habilidades y la preparación que se tienen. La búsqueda de un objetivo de este tipo pone orden en la conciencia ya que la persona debe concentrar su atención en la tarea que tiene entre manos y dejar de lado todo lo demás. Así, los estados de flujo dependen de dos situaciones: la búsqueda del logro de un objetivo que nos lleva más allá de nuestros límites, y la adquisición de las necesarias capacidades para lograrlos. Se genera, así, un proceso que no acaba, definido por un ir continuamente traspasando los propios límites y logrando nuevas capacidades. El resultado de este proceso es una persona proyectada hacia horizontes siempre nuevos.
La figura que sigue ilustra la relación entre desafío y capacidad en el logro de estados de flujo:




En una situación dada, los estados de flujo se producen cuando existe un relativo equilibrio entre desafío y capacidad (A1 y A4). Si el desafío supera la capacidad (A3) se produce ansiedad; lo que la persona debe hacer, en este caso, es aumentar su capacidad por medio del entrenamiento. Al contrario, si existe una capacidad mayor que el desafío, sobreviene el aburrimiento (A2); para que esto no suceda y lograr un estado de flujo, la persona habrá de aumentar su desafío.
Sin embargo, las situaciones A1 y A4 no son estables. Si la persona continúa ejercitándose, su capacidad aumentará, y deberá plantearse nuevos desafíos para lograr superiores estados de flujo. Es ésta, entonces, una situación dinámica. Uno no puede gozar la misma situación por períodos largos. Sin embargo, sería una falacia creer que es ésta una situación mecánica. Lo que cuenta no son los desafíos y las capacidades en sí, sino que la percepción que la persona tiene de los mismos. Alguien puede estar consciente de sus desafíos y capacidades en un área específica, por ejemplo, en tocar un instrumento, pero no en otras, como podrían ser sus posibilidades como escritor. Cómo nos sentimos en cada momento de una experiencia de flujo está muy influido por nuestro mecanismo cognoscitivo, por las descripciones que nos hacemos de nosotros mismos.

jueves, 8 de marzo de 2007

Envejecer

Hay dos modos de envejecer: la vejez “ya no” que se produce al mirar lo perdido, lo que ya no se puede ser o hacer; y la vejez “ahora sí” que se produce al mirar lo ganado, lo que ahora sí que se puede ser o hacer. La primera se produce en la medida en que el cuerpo va perdiendo su alma; la segunda, en la medida en que el alma se va liberando del cuerpo, cortando sus cadenas. Al descender el alma se encadena en la multiplicación y división de lo corpóreo; al ascender se libera en la simplificación y unidad del espíritu. La muerte es – así – el definitivo regreso a la unidad esencial del Ser.

martes, 6 de marzo de 2007

Camino y maestro

Muchos caminos: las múltiples sendas de tu vida, las múltiples propuestas de muchos maestros. Un solo camino: aquél que está en ti, y que tiene corazón.
Muchos maestros: los múltiples dedos que apuntan a muchos caminos. Un solo maestro: aquél que está en ti y cuya suave voz escucharás si haces silencio en la multiplicidad de tu vida.

domingo, 4 de marzo de 2007

El camino hermético 3 (final)

La regeneración por el lógos
Los textos del CH muestran claramente que el hermetista recorre un camino que lo lleva a una experiencia silenciosa, “mística” (de myéin: “cerrar la boca”) y a un proceso de regeneración (palingenesis) del cual aflora un hombre nuevo, por y en la palabra, el Lógos. Veamos las características de este proceso.
Toda la revelación hermética – desde la experiencia de iniciación del discípulo hasta la regeneración del hermetista – gira y se realiza en torno a la palabra, en la palabra, por la palabra. Pero no cualquier decir: es la palabra completa: lógos téleios; palabra eficaz, llena de obras: lógos mestós tôn érgon.
Esta palabra eficaz es capaz de paternidad: se siembra en quien la recibe y genera nueva vida. Es una palabra simiente, un Lógos hijo de Dios que hace nacer una nueva vida en el hermetista. Engendra al Espíritu. Para que así sea, el hermetista ha de poner sus sentidos “en ligadura”: la “katargía pasón tón aisthéseon” es la condición indispensable para que se produzca esta paternidad en la palabra.
Nada hay en los textos del CH que indique un camino o método para lograr esta atadura de los sentidos, y habrá que buscar en los medios místicos en que vive el hermetista para encontrarlo: en el movimiento de eremitas que se genera en torno a los templos y en el desierto egipcio, movimiento que da el ambiente propicio para los eremitas y cenobitas cristianos que florecen allí hacia el siglo IV d. C. Es el aislamiento del mundo y la ascética personal en busca de las condiciones en las que el alma – en su subida hacia el Uno – va desnudándose de los ropajes de la dodécada, los doce vicios que se originan en el descenso del alma a la materia. Es la década que se encarga de producir esa desnudez: las diez virtudes que corrigen los doce vicios. Sin embargo, esta descripción forma más bien parte del contenido de la revelación hermética, y no de aspectos metodológicos relacionados con las prácticas ascéticas recomendadas.
Queda en claro que no es la revelación misma – por sus contenidos – la que produce la regeneración, sino que el hecho de que el hermetista acoge en sí y hace fructificar en función de su nueva vida la palabra divina, el Lógos hijo de Dios y engendrador de nueva vida por la unión con el Uno.
En esta perspectiva se lee bien el mandato de silencio: de nada vale difundir los contenidos de la revelación a no iniciados, a quienes no se han puesto en camino para recibir y hacer germinar el Lógos, a quienes no han puesto sus sentidos en ligadura. Realmente, en los no iniciados los contenidos de la revelación no tienen nada que decir: son solo palabras vacías, sin obras de regeneración.

viernes, 2 de marzo de 2007

El camino hermético 2

El ambiente espiritual de los inicios del hermetismo
Los textos del Corpus Hermeticum pueden – ciertamente – ser clasificados de “escritos teológicos”, si tomamos el término teología en sentido amplio, capaz de contener “palabras sobre Dios”, más allá de un concepto académico restringido de la disciplina teológica. También pueden ser dichos como “escritos filosóficos” por cuanto ofrecen una “sabiduría sobre el amor” o trama del universo. Podemos decir que se trata de escritos “filosófico-teológicos” o de búsqueda de una religión filosófica, complementariedad que se mantiene a lo largo de la enorme influencia ejercida por estos escritos en mentes buscadoras de Occidente hasta hoy. También podríamos decir – en un sentido inverso – que los escritos del Corpus Hermeticum se inscriben dentro de esa tradición de búsqueda, ya que sus autores – que prefieren remitirse a la autoridad de un “Hermes Tres Veces Grande” – se revelan como intensos buscadores del Espíritu, grandemente influidos por el pensamiento neoplatónico que da la tónica intelectual durante el Imperio Romano. El círculo de filósofos y buscadores espirituales que se forma en Roma en torno a Plotino (205-270 d. C.) es un buen ejemplo de una coalescencia espiritual propia de los períodos de globalización, también en nuestros tiempos. Plotino estudió en Alejandría con Ammonius Saccas durante 11 años antes de establecerse en Roma donde tiene una gran influencia espiritual. Tendremos ocasión más delante de volver sobre estos temas.
El ambiente en que se producen los textos del Corpus Hermeticum es el de la espiritualidad helenística de los templos, sacerdotes y filósofos de Alejandría de Egipto, centro de actividad económica a la vez que filosófica, religiosa y mística. Se trata de un ambiente a la vez intelectual y popular, con múltiples ramificaciones. Los templos egipcios ofrecen por esa época un ambiente de estudio de las cosas del mundo y del espíritu en el que se estudia la astrología nacida entre los caldeos y de allí se deriva hacia la medicina y el estudio de las propiedades de los elementos, pero no se remiten estos estudios a la observación científica, sino que a la naturaleza revelada de los conocimientos que allí se adquieren. Los escribas son reputados como sabios y se elogia su ocupación profesional en las cosas del espíritu, religiosas o profanas; la literatura que se produce es abundante: libros sapienciales cercanos a los del Antiguo Testamento, consejos de sabiduría moral, métodos oraculares, astronomía, matemáticas, codificación y análisis escritos de lo concerniente a los mitos bajo la forma de especulaciones cosmogónicas cercanas a la sabiduría popular.
Algunos de estos escribas, talvez pensadores solitarios menos conocidos, eligieron el nombres de Hermes Trismegistos como el más acorde con sus propósitos didácticos, y el de mayor autoridad, y entregaron sus escritos como enseñanzas de Hermes. Pequeños tratados (lógoi) sobre las que ellos consideraban ser las verdades más elevadas hacia las que apuntaba la filosofía griega, con lo que se llegó a dar como sentado que esta filosofía se fundaba en la sabiduría de Hermes y en sus escritos egipcios. Los textos adquirieron así una autoridad mayor de la que habrían logrado si hubieran sido dados a conocer bajo los nombres de sus propios autores. En esta intención de busca de autoridad Hermes aparece como un personaje humano, un maestro, pero alguien que ha logrado la gnosis, esto es, un conocimiento unitivo con Dios, lo que lo hace el primer y más grande de los maestros. Un personaje que al morir se hace Dios, como lo hará cualquiera que haya alcanzado la gnosis. En los diálogos del Corpus Hermeticum este maestro habla con su discípulo durante su vida terrenal, como ser humano. Los Hermetica alcanzaron – así – una enorme popularidad y autoridad a partir del siglo II d. C.
El nombre de Corpus Hermeticum o Hermetica ha sido dado por comentaristas actuales a una colección de 19 lógoi: 18 en griego y uno en su traducción latina (no se dispone actualmente de la versión griega que fue conocida por Lactantius hacia el 300 d. C. con el título de Hermoy Trismegistoy lógos téleios ) Se agregan 29 citas hechas por el bizantino Juan de Stobi – dicho Stobaeus – en el Anthologium de textos filosóficos que preparó para su hijo aproximadamente en la segunda mitad del siglo V d. C. Además, 37 fragmentos que constituyen citas hechas por diferentes autores. La numeración completa varía algo entre las dos ediciones que forman el corpus de esta investigación, sin que sea relevante entrar en detalles que el lector interesado podrá consultar comparativamente en ambas ediciones críticas.
Desde el siglo II d. C. los textos herméticos gozaron de una popularidad creciente, especialmente a partir del siglo XV gracias a la edición traducida al latín que preparó Marsilio Ficino en 1471. Esta popularidad dio origen a distintas y numerosas escuelas herméticas y alquímicas, de muy variada composición y contenido. A la edición de Ficino siguieron varias más: Turnebus (1554); Flussas (1574); Patritius (1591); Casaubon (1614); Tiedmann (1718); Parthey (1854); Ménard (1866); Zeller (1903); Reitzenstein (1904), la primera edición considerada “científica” por los especialistas; Kroll (1914); Heinrici (1918). Vienen luego las que se han usado para determinar el corpus de esta investigación.
La lengua en que han sido escritos estos textos es el griego común (koiné) de la época helenística. El tratado conocido como Asclepius ha llegado hasta nosotros solamente en una traducción latina.

miércoles, 28 de febrero de 2007

El camino hermético 1

Introducción
Los Scripta Hermetica (Escritos Herméticos), o simplemente Hermetica, son un conjunto muy dispar de escritos producidos por autores desconocidos, en el ambiente propio de los templos egipcios durante el Imperio Romano. Esos templos eran reconocidos centros culturales y oráculos en los que circulaba mucha gente de todo tipo y de diversas nacionalidades: filósofos, maestros espirituales, comerciantes, políticos, todos ellos en una búsqueda de nuevas dimensiones espirituales y de respuestas a sus inquietudes. La lengua común era el griego; el helenismo fue la “globalización” de esa época. En torno a esos templos se agrupaban algunos maestros que daban lecciones y a veces los discípulos tomaban notas que luego el maestro revisaba; se fueron así generando escritos que circulaban dentro de grupos de jóvenes deseosos de aprender. Se trata de textos muy distintos: desde la magia a la astrología, la filosofía y la teología. Se los llama Hermetica porque sus autores se remiten al nombre de Hermes Trismegisto (Hermes tres veces Grande), un personaje real o imaginario que sintetiza y da autoridad a esas enseñanzas. Se genera, así, una tradición que ha llegado hasta nosotros como Hermetismo o Tradición Hermética, con muy dispares acentuaciones y grados de fidelidad. Lo común en esta tradición es la profesión de una espiritualidad personal, libre en su búsqueda, pero que se reconoce en esos textos antiguos. Es una tradición que se rodea de silencio o “hermetismo”, lo que es explicable dado que se trata de una experiencia personal, imposible de transmitir en palabras y que con frecuencia era marginal con respecto de una espiritualidad “oficial”. Andando los años, con el aumento del dogmatismo religioso, sus seguidores fueron frecuentemente acusados de “herejes” y hasta llevados a la hoguera.
Los textos agrupados en el Corpus Hermeticum (Cuerpo de escritos herméticos) pueden ser datados entre los siglos I y III d. C. Las recopilaciones de que disponemos constan por lo general de dieciocho tratados o libros (relativamente breves) y se las supone hechas a partir de un texto común recopilado por estudiosos y religiosos bizantinos, en Constantinopla, no antes del año 500 d. C. ni después del año 1050. Han llegado a nosotros en diversos manuscritos que se ubican entre los siglos XII y XIV. Por supuesto que dadas esas circunstancias de tiempo, son textos con múltiples diferencias y arreglos, a veces mal ordenados, pero con unidad de fondo.
Los tratados del Corpus Hermeticum reflejan una espiritualidad propia de la época en que fueron escritos, con influencia de distintas corrientes de la filosofía griega y que remiten a la espiritualidad vivida en diversos centros religiosos ubicados en Egipto. El tono espiritual es el de la gnosis, propia de esos años.
El Corpus Hermeticum constituye una revelación, una propuesta soteriológica, esto es, ordenada a la salvación, que a diferencia de lo que podría ser un descubrimiento, otorga a quien acoge la revelación que se le ofrece una cierta familiaridad con lo divino. El camino que propone lleva a la regeneración, a lograr que el hombre renazca por el Espíritu, más allá de las ataduras del cuerpo. En su conjunto, los distintos tratados del Corpus Hermeticum apuntan a una sólida espiritualidad gnóstica típicamente occidental. En torno a esta propuesta central, el Corpus agrega textos relacionados con la creación, el orden del universo, las fuerzas y debilidades del hombre, y otros muchos, con frecuencia dispares, que reflejan concepciones filosóficas propias de esa época; pero la intención central es siempre la de proponer un camino de iniciación en la gnosis por medio de la cual el hombre se libera de sus múltiples ataduras, entrando progresivamente en la vida de Dios.
Las dos mejores versiones críticas de los textos griegos de que disponemos son las de Scott y Ferguson y la de Nock y Festugière, que se citan en el texto que indico más abajo.

Bibliografía
Gonzalo Gutiérrez. Los orígenes de la filosofía hermética. Gnosis, regeneración y camino en el Corpus Hermeticum. Tunquelén, informe de investigación en curso.

lunes, 26 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 11 (final)

Libertad
"Guerreros de la libertad total", enseña Don Juan que hemos de ser, y que esa libertad está más allá de la derrota de nuestra importancia personal. Toda su enseñanza se ordena a este punto culminante; el largo aprendizaje no tiene otro objetivo que la muerte del yo personal que ha privado al hombre de su poder; buscar esta libertad es la única fuerza que Don Juan conoce. Libertad y regocijo de la mano de tristeza y añoranza. Sin éstas uno no está completo, pues sin ellas no hay sobriedad ni gentileza. La sabiduría sin gentileza y el conocimiento sin sobriedad son inútiles.
En este punto toda la enseñanza de Don Juan adquiere unidad y sentido:
Nuestra fuerza está en conocer.
El conocimiento es mucho más de lo que solemos creer.
Hay mundos nuevos al alcance de la mano.
Nos introducimos en ellos mediante una percepción diferente, mediante el ver.
Para ver necesitamos acabar con la traba de nuestra importancia personal.
Acabamos con nuestra importancia personal si paramos el mundo mediante la detención del diálogo interno.
Detenemos nuestro diálogo interno mediante la técnica del no-hacer que es realizada por el cuerpo, no por la razón. El secreto no está en lo que hacemos, sino que en lo que no-hacemos: en hacer el no-hacer, estado de flujo más allá de las limitaciones racionales. Para ello debemos practicar el abandono, la frialdad y la audacia.
Los no-haceres del yo son: borrar la historia personal, perder la importancia, romper las rutinas que fijan las continuidades de nuestras descripciones.
Al acabar con nuestra importancia personal liberamos gran cantidad de energía que nuestro cuerpo recanaliza: Don Juan llama impecabilidad a esta recanalización de energía.
Mediante los no-haceres del yo nos ponemos a disposición del espíritu mediante el puro entendimiento que aparece cuando rompemos nuestras predisposiciones perceptuales.
Solo hasta aquí puedo llegar en este escrito: el resto es del lector. Mi intención es propedéutica: para mí, porque me ha hecho recapitular una y otra vez una experiencia de años. Talvez también para quien lo lea, en la medida en que incite a encontrarse personalmente con Don Juan.
Y el camino de cada cual será diferente.

sábado, 24 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 10

Espíritu
Castaneda dedica todo un volumen de su obra, El Conocimiento Silencioso, trabajo que cierra su segunda tetralogía, a narrar los que denomina "los centros abstractos", narraciones de diversas formas de relación entre el guerrero y el espíritu: las manifestaciones del espíritu, el toque del espíritu, los trucos del espíritu, el descenso del espíritu, los requisitos del intento, el manejo del intento. Dice que son mapas completos de series enteras de acontecimientos; que cuando el aprendiz comprende los centros abstractos es como si pusiera la piedra que cierra y sella una pirámide.
Porque la única manera de explicar el intento es experimentarlo en forma directa en la conexión viva que existe entre el intento y nosotros mismos. "Los brujos llaman intento a lo indescriptible, al espíritu, al abstracto, al nagual".
Don Juan emplea el término abstraer como la búsqueda de la libertad de la percepción; abstraer es ponerse a disposición del espíritu por medio del puro entendimiento
Hay quienes "obtienen paz, armonía, risa, conocimiento, directamente del espíritu". Otros necesitan intermediarios que les ayuden a romper su imagen de sí. Porque para llegar al intento se requiere impecabilidad: acción de recanalizar la energía que se libera al acabar con la importancia personal. La impecabilidad acumula esa energía. Sin importancia personal somos invulnerables, pero acabar con ella es una obra maestra de abandono, frialdad y audacia: no en vano la importancia personal es el origen de todos nuestros males. Abandono, frialdad y audacia son los requisitos del intento. La maestría del intento es el enigma del espíritu, y para lograrla el guerrero comienza por trabajar y limpiar su vínculo con el intento, tarea que - de nuevo - remite a acabar con la importancia y la historia personales, que producen la imagen de sí.
Cultivando el abandono, la frialdad y la audacia el guerrero "compra su boleto para ir a la impecabilidad": libera energía y la recanaliza.
En este trabajo el guerrero usa a su muerte como consejera. Pensar en nuestra muerte nos da claridad. Está siempre con nosotros: nunca se para; a veces apaga las luces, eso es todo. Solo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para no abandonarse a nada, para mantenerse impecable. No podemos darnos importancia si sabemos que la muerte nos está acechando. Hasta que derrotamos a la muerte, y ésta nos deja en paz; logramos un estado de conciencia total, modo alternativo de morir: es la libertad.

jueves, 22 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 9

Voluntad
La voluntad tiene que ver con hazañas asombrosas que desafían nuestro sentido común. Don Juan la describe como una relación entre nosotros y el mundo percibido, como una fuerza que liga a los hombres con el mundo que hemos elegido percibir: "percibir el mundo" involucra un proceso de aprehender lo que se presenta ante nosotros. Esta percepción particular se lleva a cabo con nuestros sentidos y nuestra voluntad.
La voluntad ocurre misteriosamente. En realidad, no hay manera de decir cómo la usa uno, excepto que los resultados de usar la voluntad son asombrosos. Lo primero que se debe hacer es saber que uno puede desarrollar su voluntad. Un guerrero lo sabe y se pone a esperar con paciencia; de hecho, un guerrero no tiene más que su voluntad y su paciencia y con ellas construye todo lo que quiere.
La voluntad es una fuerza, un poder. Ver no es una fuerza, sino más bien una manera de atravesar cosas.
Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en el camino de su voluntad. Sabe cómo esperar. Aprende sin apuro. Hasta que un día hace algo que por lo común es imposible de ejecutar; a lo mejor ni siquiera se da cuenta de ese acto extraordinario. Pero conforme lo extraordinario sigue sucediendo, se da cuenta de que algo está surgiendo. Es su voluntad.
Para que el ver, la voluntad y el conocimiento lleguen, es preciso olvidarse de sí: "Las señales se te escapan porque tu seriedad está ligara a lo que tú haces, no a lo que pasa fuera de ti. Te ocupas demasiado de ti mismo. Te cansas mirándote a ti mismo y el cansancio te hace ciego y sordo a todo lo demás. Busca y ve las maravillas que te rodean”. La "guerra de los brujos" es contra el yo individual que ha privado al hombre de su poder. La razón es absorción en uno mismo. Hemos de romper el "espejo de la imagen de sí que desconecta al hombre del espíritu".
A la fuerza del espíritu Don Juan llama "intento".

martes, 20 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 8

Ver
Se puede ir más allá del poder: se puede llegar a ver, que es diferente de mirar. "Cuando tú miras las cosas no las ves. Solo las miras, yo creo que para cerciorarte de que algo está allí. Como no te preocupa ver, las cosas son bastante lo mismo cada vez que las miras. En cambio, cuando aprendes a ver, una cosa no es nunca la misma cada vez que la ves, y sin embargo es la misma... Tus ojos sólo han aprendido a mirar". Solo hay una manera de aprender a ver: viendo. Sin embargo, copiar procedimientos sin conocimiento interno no lleva a ver. Ver es percibir algo más, no como una cosa de la imaginación, sino como algo real y concreto.
Ver está más allá de las palabras; es un nuevo acto de percibir, que viene luego de haber parado el mundo a través del no-hacer, traspasando toda descripción.
El acto de ver ocurre solo cuando uno se cuela entre los mundos: el mundo de la gente corriente y el "mundo de los brujos". El que no alcanza a ver se queda atrapado en el mundo de la gente corriente o en el de los brujos pero para aprender a ver hay que aprender a mirar el mundo como los brujos y luego quedarse entremedio de esos dos mundos.
Así, ser vidente es adquirir una capacidad de ampliar el campo de percepción mediante el movimiento del punto de encaje hasta hacerse capaz de aquilatar no solo las apariencias externas sino que la esencia de todo. Ver es un sentido peculiar de saber, de saber sin la menor duda. Sin embargo, la obsesión por ver socava la fuerza necesaria para ser hombre de conocimiento: se penetra en los mundos que se ven y no se regresa jamás. Para ser hombre de conocimiento hay que dominar y sobrepasar el ver.
Mediante el acto controlado de ver se puede penetrar en lo desconocido y captar que lo conocido y lo desconocido tienen una misma base: ambos quedan al alcance de la percepción humana. Los videntes pueden transformar lo desconocido en conocido si saben callar: "Te confundes sólo cuando hablas".
Por eso la clave para ver está en oponer nuevas descripciones a las que definen las continuidades de nuestra realidad ordinaria: parar el mundo mediante el no-hacer de nuestras descripciones habituales, a través de otras descripciones que definen otras continuidades y realidades. Y, en definitiva, colarse por entremedio de esas descripciones. Esto, como un proceso continuo: si nos quedamos en un mundo, en una continuidad de descripciones, dejamos de ver. Y cuando hemos logrado ver no hemos de aferrarnos a lo visto porque en ese mismo acto se generan nuevas continuidades de descripciones que amarran nuestra percepción. Ver nos pone en el borde del conocimiento pero hemos de ir más allá de ver si queremos conocer. El conocimiento es siempre una percepción silenciosa, que se encuentra más allá de cualquier lenguaje y de cualquier ver que a su vez genera nuevos lenguajes.
En ese continuo proceso de ver y conocer, el guerrero espera su voluntad.

domingo, 18 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 7

Un camino con corazón
En su vida cotidiana, un guerrero elige un camino con corazón. Esa consistente preferencia por un camino con corazón es lo que diferencia a un guerrero de un hombre común. Un guerrero sabe que un camino tiene corazón cuando experimenta una gran paz al atravesar su largo. Las cosas que un guerrero elige para hacer sus resguardos son los elementos de un camino con corazón. Pero para ello el guerrero ha de parar su diálogo interno.
Un guerrero se da cuenta de que el mundo cambiará tan pronto como deje de hablarse a sí mismo. "El mundo es así-y-así o así-y-asá porque nos decimos a nosotros mismos que esa es su forma. Si dejamos de decirnos que el mundo es así-y-asá, el mundo deja de ser así-y-asá". Es ésta una sacudida monumental para la cual debe estar preparado comenzando despacio a deshacer el mundo. Ese es el "camino del conocimiento", camino personal, elegido "porque tiene corazón", que el guerrero recorre en todo su largo. Todos los caminos son iguales: no llevan a ninguna parte; pero unos caminos tienen corazón y otros no: allí está la diferencia.
En su camino hacia el conocimiento, el guerrero se topa con cuatro enemigos. Cuando comienza a caminar mediante la detención de su diálogo interno, en guerrero va progresando y maravillándose de lo que va empezando a ver. Sin embargo, ese mundo por el que se encuentra transitando se va haciendo un tanto difícil y extraño. Y llega el momento en que se transforma en pavoroso, y la reacción normal es salir arrancando. El guerrero se habrá topado con el primer enemigo del hombre de conocimiento: el miedo. Carlos nos dice que sucumbió una vez ante él, y que se demoró dos años en volver a tomar contacto con Don Juan. Si uno se retira ante el miedo, será para el resto de sus días una persona vencida. Jamás el conocimiento será suyo. Pero si uno se plantea a su propio miedo, si el guerrero se mantiene firme en su lugar, derrota a su miedo, y éste no dejará en paz.
Al derrotar a su miedo, quien recorre el camino del conocimiento habrá adquirido claridad. Sabe que sabe; o más bien, cree que sabe: y esta claridad se transformará en su segundo enemigo. Es la trampa del maestro: sabe y enseña. La claridad saca al guerrero de su camino; ya no podrá ser nunca un "hombre de conocimiento" sino que un "brujo de mala muerte", dice Don Juan. Ante el enemigo de la claridad, el guerrero debe también quedarse firme en su lugar: no dejarse envolver por ella. Si vence su claridad, ésta lo dejará tranquilo, y podrá el guerrero continuar su camino con corazón.
Al vencer a su claridad poco a poco irá sintiendo en sí una extraña fuerza. Don Juan la llama "el poder" y dice que es el tercer enemigo del hombre de conocimiento. Ya no hay temor; ya ha sido derrotada la claridad. Y se sabe que se es poseedor de fuerzas que otros no tienen; si estas fuerzas lo vencen a uno, comienza a ejercitarlas en los demás, manejándolos. Quien así lo haga, habrá sucumbido al poder, el tercer enemigo. Tendrá influencia sobre otros, pero no llegará jamás al conocimiento. Ante el poder también debemos quedarnos firmes en nuestro sitio, sin ser llevados a ejercerlo. Así podemos derrotarlo, y el conocimiento se irá abriendo ante nosotros.
Talvez habrán pasado muchos años en este camino. Ya no habrá temor; la claridad y el poder habrán quedado atrás. Pero queda un cuarto enemigo: el deseo de sentarse a descansar; decir "ya llegué". Don Juan llama "vejez" a este cuarto enemigo, y dice que nunca es vencido totalmente. Que siempre está con nosotros y que hemos de mantenernos alertas ante sus manifestaciones. Sentarnos a descansar, decir que ya llegamos, es un enemigo siempre presente en el camino del conocimiento. Un último enemigo ante el cual podemos sucumbir en cualquier momento. No hay descanso en el camino con corazón: el conocimiento es de quien se mantiene caminando.
Como resultado de este mantenernos en la ruta, talvez algún día veamos... aunque solo sea en los breves momentos en que vayamos derrotando a nuestra vejez.

viernes, 16 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 6

El guerrero
Para Don Juan el conocimiento es mucho más que un acto racional: es un acto humano cabal, que requiere una lucha constante por superar los marcos limitados de las verbalizaciones de la razón y llegar a percibir la totalidad de un mundo extraño y maravilloso a la vez. Por eso enseña que el "hombre de conocimiento" está "en guerra", es un "guerrero". Las características de esta actitud las propone del siguiente modo:
- Tener respeto. Un hombre de conocimiento enfrenta su mundo con miramiento deferente. No lo manipula antojadizamente sino que se plantea en medio de él con un sentimiento de pertenencia agradecida. Se trata de un sentimiento temperante que hace posible que el conocimiento sea una alternativa posible.
- Tener miedo. Un hombre de conocimiento enfrenta su mundo con temor, y evalúa cuidadosamente ese temor en el curso de sus propias acciones. El conocer sin respeto y sin temor es algo que se desboca. Al conquistar su propio miedo el hombre de conocimiento adquiere la sobriedad y el talante necesario para llegar hasta todo su conocer.
- Estar despierto. Tener conciencia de lo que se busca, "conciencia de intención", dice don Juan; y también tener "conciencia del flujo" que el conocimiento trae consigo, tener la certeza de que se es capaz de percibir en todo momento las más pequeñas variaciones de los procesos del conocer.
- Confiar en sí mismo: el camino elegido es el único camino posible para las acciones que se necesita poner. A partir de esta actitud puede uno reclamar el conocimiento para sí mismo, como una fuerza, un poder. Respeto y temor sin estar despierto y sin confiar en sí resultan empequeñecedores. Estar despierto y confiar en sí sin respeto y temor resultan vanos y pretenciosos.
Uno aprende a actuar como guerrero actuando, no hablando: el conocimiento es acción. Pero el guerrero espera. Espera su voluntad: algo que sucede misteriosamente y que solo puede ser esperado. La voluntad, en las enseñanzas de Don Juan, es mucho más que un desear o un querer: es una fuerza inexplicable que de pronto está: "algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder" (RA 168). Sin embargo, el espíritu de un guerrero no está engranado para ganar o para perder: solo para la lucha, y cada lucha es su última batalla sobre la tierra. Por consiguiente, al guerrero le importa muy poco el resultado, y deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el guerrero ríe y ríe. Cada acto del guerrero es su última batalla sobre la tierra.
En esta lucha, el guerrero solo tiene su voluntad y su paciencia y con ellas construye todo lo que quiere. Lo primero que ha de adquirirse es la paciencia: con ella se está en el camino de la voluntad. Pero hay que cuidarse: la voluntad se nos escapa por un boquete que hemos de cerrar; se nos puede ir la vida. No debemos entregarnos, sino que cuidar el "ánimo del guerrero": estás en lo que estás porque has decidido estar allí, no porque otros te hayan puesto en ese lugar o porque deseen hacerte algo. No dependes de "esa estupidez que llamas 'mi vida'". Don Juan critica a Carlos diciéndole "eres como una hoja al viento: desde que naciste te están haciendo algo". Al contrario, te puedes espolear más allá de tus límites si estás con el ánimo correcto; un guerrero crea su propio ánimo. "Si sigues así de feliz vas a agotar el poco poder personal que te queda. Un guerrero jamás baja la guardia. Te estás entregando a ser tolerante y bueno. Morir de contento es muerte de imbécil".
En esas condiciones, el guerrero vive estratégicamente y "tapa sus puntos de desagüe". Un guerrero impecable nunca planea nada por adelantado, pero sus actos son decisivos. Da lo mejor de sí y después, sin remordimientos ni lamentos, se queda tranquilo y deja que el espíritu decida el resultado. Control y abandono definen el "ánimo del guerrero"; y en estas cosas no puedes hacer nada por otro: los actos de darse cuenta son personales.

Es el "camino del guerrero".

martes, 13 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 5

Aprendizaje
La experiencia de Carlos Castaneda con don Juan fue la de una inversión de papeles. El antropólogo que preparaba su tesis doctoral y que se proponía entrevistar informantes claves para su investigación sobre el uso de plantas alucinógenas entre las comunidades yaquis del desierto de Arizona hubo de convertirse - a pesar de sí - en discípulo de un "hombre de conocimiento". No eligió él esa situación: fue elegido. Más adelante, al revisar estos primeros encuentros, don Juan le aclara que el aprendiz es escogido para comprometerse a fondo en un proceso largo y arduo.
El aprendizaje de esta nueva forma de conocimiento que es la capacidad de "ver" es algo que nos llega. Los medios pueden ser muchos; el sabernos introducidos en este aprendizaje puede ser lento y progresivo. Pero llega el momento en que no podemos sino que aceptar lo que nos sucede: somos aprendices de lo inesperado, de lo asombroso, de lo que nos supera. Y no tenemos alternativa. Será entonces el momento de escuchar dentro de nosotros mismos esa voz silenciosa que nos guía; don Juan dice que no basta con razones expresadas, con verbalizaciones: el sentido de la enorme tarea que nos llega hemos de otorgarlo desde nuestro propio corazón, el que debemos aprender a conocer.
En este largo aprendizaje vamos por el camino difícil pero gozoso de la "realidad no ordinaria" en la que aprendemos a pesar de nosotros mismos; dejamos de ser los dueños de nuestras determinaciones: vamos siendo inducidos en un absolutamente diferente modo de vida al que hemos de adherir con "intención rígida".
Lo que adquirimos mediante el aprendizaje del "ver" es una nueva descripción del mundo y una nueva membresía que nos lleva a remodelar completamente nuestra conducta.
Reflexionando sobre el aprendizaje recibido, Carlos se da cuenta de que don Juan lo ha introducido en dos tipos de enseñanzas:
"Aprendizaje para el lado derecho", en estados de conciencia normal, ordenado a llegar a la convicción de que más allá de la racionalidad existe en los seres humanos otro tipo de conciencia, oculta, a la cual no es posible acceder dentro de los límites de las descripciones de la razón. A esta conciencia ordinaria don Juan llama también la "primera atención".
"Aprendizaje para el lado izquierdo", en estados de conciencia acrecentada, mediante el movimiento del punto de encaje de la percepción a una posición diferente de la habitual. En un comienzo don Juan emplea plantas alucinógenas para inducir estos estados y hacer ver a Carlos que la conciencia acrecentada es posible. Pero luego de las primeras experiencias deja de usarlas y va introduciendo a Carlos en el manejo de la "segunda atención" mediante el "arte de ensoñar".
Por supuesto que estas enseñanzas producen un desajuste cognoscitivo del que Carlos da cuenta. Pero no hay otra forma de seguir el camino de este aprendizaje; para recordar lo que se percibe y entiende en la conciencia acrecentada se requiere una vida entera porque eso forma parte del conocimiento silencioso. Al salir de los estados de conciencia acrecentada la razón no es capaz de recordar nada; pero el cuerpo va almacenando y los resultados de esos aprendizajes surgen desde allí, terminando por gobernar nuestras vidas.
El encuentro con este tipo de conocimiento es decisivo; es un encuentro con una fuerza nueva, un poder diferente que se instala en nosotros en forma de un nuevo conocer. Hacia esta forma de conocimiento vamos como se va a la guerra: bien despiertos, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de otra forma al conocimiento, enseña don Juan, es un error y quien así proceda corre el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo. Cuando se han cumplido estos cuatro requisitos no hay errores; nuestras acciones pierden la torpeza originada en la confianza sin temor, en el estar despiertos pero sin respeto. En esta situación, si fracasamos no será más que la pérdida de una pequeña batalla. Son temibles el aprendizaje y el conocimiento; pero más temible todavía es alguien que no conoce. Mientras un hombre siente que lo más importante del mundo es él mismo no puede darse cuenta del mundo que lo rodea; es como un caballo con anteojeras: solo se ve a sí mismo. Don Juan le propone a Carlos una forma alternativa de vivir: la del "guerrero"
.

domingo, 11 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 4

Percepción
Sobre las cenizas de un fogón, don Juan traza un diagrama para explicar a Carlos lo que llama “los ocho puntos del hombre”: la razón, que se relaciona con el habla; la voluntad, que se relaciona con el sentir, el soñar y el ver. Son seis puntos, y no ocho; a la pregunta de Carlos, don Juan contesta que los otros dos puntos están en los confines mismos de la percepción. Más tarde, luego de una serie de prácticas y experiencias destinadas a hablarle de la que llama “la explicación de los brujos”, don Juan declara que esos dos puntos que integran la totalidad del hombre son el tonal y el nagual, que están fuera de uno mismo y a la vez no lo están. Que ésa es la paradoja de los seres luminosos que somos. El tonal de cada uno de nosotros es solo un reflejo de ese indescriptible desconocido lleno de orden: el gran tonal; el nagual de cada uno de nosotros es solo un reflejo de ese indescriptible vacío que lo contiene todo: el gran nagual.
Un “hombre de conocimiento” es quien se encuentra permanentemente conectado, mediante la percepción, con esa fuerza universal que todo lo contiene, en la cual vivimos, nos movemos y existimos. Más allá de la nomenclatura y de las descripciones, no es otra la experiencia de todos los místicos. La de “estar conectados” y la de sentirse atravesados por una fuerza que va más allá de ellos, en la que todo lo pueden. Esa experiencia pasa necesariamente por una superación del propio yo, mediante el ejercicio de “parar el diálogo interno” o “detener el mundo” constituido por las descripciones de nuestro diálogo interior.
Lo que entonces aparece es un universo absolutamente diferente, indescriptible a la vez que real, con una realidad que va más allá de cualquier decir. Fuerte, enorme, abierto, que te transporta más allá de tus propios límites y en el que eres lanzado en una aventura también indecible: “volar en las alas de la percepción” la llama don Juan; y le dice a Carlos que necesitará toda la fuerza que pueda reunir para volar hacia esa infinitud. Es el salto al vacío, el acto final; pero las condiciones de la percepción se hacen presentes a través de toda su enseñanza.
La percepción es una experiencia indefinible; y si hubiera que representarla en un mapa físico, sería la frontera entre dos lugares: tonal y nagual; lo único que comparten es el puente de la percepción. La percepción no será nunca del todo pura, porque la percepción-frontera es un sitio sin tiempo; aquí es donde el nagual aporta algo indescriptible, y el tonal aporta la descripción de ese algo indescriptible.
La percepción es algo que está en nosotros, y que hemos de dejar que fluya y se expanda. Habiendo acabado con el diálogo interno que nos encierra en nosotros mismos, en nuestras descripciones, es posible "volar en las alas de la percepción" hacia la totalidad de nosotros mismos, la que experimentamos en situaciones límites, como los encuentros con el aliado, esa fuerza que nos lleva más allá de nosotros mismos. Hemos de dejarnos guiar por el "susurro del nagual", ese algo indescriptible que se nos aparece cuando hemos traspasado los límites dados por nuestras descripciones habituales. Es el momento del salto, aquél en que nos hacemos percepción pura, pura conciencia. Nos hacemos seres luminosos mediante el empleo de ese "segundo anillo de poder" que es nuestra voluntad. La razón es pequeña y limitada. Solo a través del punto al que Don Juan llama "voluntad" es posible ir hacia la libertad total, la libertad de la percepción y en la percepción.
El objetivo final de las enseñanzas que don Juan imparte es alcanzar un estado de conciencia total, de experimentar todas las posibilidades perceptuales que están a nuestra disposición. Este estado implica una forma distinta de ser, de vivir y de morir.
El estar conciente de ser nos permite romper la barrera de la percepción. Esto marca el fin del entrenamiento de un guerrero: cuando llegamos a ser capaces de romper la barrera de la percepción sin ayudas (por ejemplo, de las plantas psicotrópicas que Don Juan utilizó a comienzos de sus enseñanzas a Carlos), partiendo de un estado normal de conciencia. El nagual lleva a los guerreros hasta ese umbral, pero el hacerlo o no depende de cada uno. Se trata de alinear otro mundo a través del "intento", esa fuerza que preside todo el universo y que se expresa en nuestra voluntad. El alinear otros mundos depende de las ubicaciones que vaya tomando el punto en que encaja nuestra percepción. Tales mundos nos separan del mundo corriente por las mismas barreras que hemos roto: las de la percepción. Se trata de mundos luminosos, con resonancias y consistencias diáfanas, absolutamente diferentes del mundo en que habitualmente vivimos, llenos de una realidad de otro orden, realidad en la que nos sentimos estar y vivir. Es nuestra conciencia de ser.
Podemos "ser dobles": estar alternativamente en un mundo u otro gracias a una percepción dividida. El manejo de esa división de la percepción es una meta que todo guerrero debe esforzarse por lograr. Es mejor la alternancia de mundos que su simultaneidad, la que es posible pero hace que las cosas sean confusas. Entre un mundo y otro nos movemos a través de puentes de un solo sentido, hacia la percepción acrecentada pasamos por el puente del "puro entendimiento".
Nuestra percepción corriente, de un mundo de objetos, se origina en una base social, aprendida desde que nacemos. Don Juan llama "mirar" a esa percepción. Más allá de ella está el "ver", conocimiento corporal que nos lleva a concebir el mundo como energía que puede ser percibida directamente. El "ver" genera poder, y no es espontáneo: es el resultado de un aprendizaje específico que hace que la vida ordinaria quede atrás para siempre; los medios de la vida ordinaria ya no sirven de sostén y debemos adoptar un nuevo modo de vida para sobrevivir: no hay fin para los nuevos mundos que se abren a nuestra visión. Allí nos damos cuenta de que podemos suprimir cualquier cosa de nuestra vida en cualquier momento: perdemos nuestra historia e importancia personales, no las necesitamos más; ya no tenemos nada que perder.
Nuestra mayor falla como seres humanos es mantenernos adheridos al inventario de la razón. Solo más allá de ella es posible el conocimiento silencioso, que nos hace "ver". El aprendizaje que a él conduce es - básicamente - aprender a ahorrar energía y, gracias a esta energía ahorrada, entrar en campos que están vedados al conocimiento corriente, más allá de nuestras dudas.

viernes, 9 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 3

Conocimiento
El conocimiento, en las enseñanzas de don Juan, no es una práctica espontánea. Llegar a ser hombre de conocimiento es asunto de aprendizaje mediante un esfuerzo decidido; es el fin de un proceso detallado en una práctica más que en enseñanzas verbales, prácticas que apuntan a configurar una realidad no ordinaria. Un “hombre de conocimiento” no piensa: actúa; comienza por romper las certezas definitivas del sentido común; y va al conocimiento como quien va a la guerra: con temor pero con decisión. Es por eso que para convertirse en un hombre de conocimiento hay que ser un guerrero; y el guerrero sabe que no existe otra manera de vivir.
En el camino del conocimiento se presentan enemigos. El primero es el temor. Entre la conciencia acrecentada y la conciencia ordinaria se produce un tremendo desajuste cognoscitivo porque nuestra mente es nuestra racionalidad y nuestra racionalidad es nuestra imagen de nosotros mismos; así, cualquier cosa que esté más allá de nuestra imagen de sí o bien nos atrae o nos horroriza, según el tipo de persona que seamos. Descubrir que podemos estar a la vez en dos lugares (razón y silencio) puede ser excitante, pero por lo general comienza por producir terror. Ante las nuevas percepciones que se abren y el desmoronarse de la certeza común, la primera reacción es huir corriendo. Si el discípulo del conocimiento sucumbe ante el temor, su primer enemigo, habrá perdido la batalla para siempre, y su vida no será jamás la de un hombre de conocimiento. Pero si resiste, y se queda firme en su sitio, habrá vencido al temor para siempre.
Vencido el temor, se presenta el segundo enemigo: la claridad. El hombre está tranquilo, porque ha vencido su miedo. Y se da cuenta de que empieza a saber lo que antes ignoraba. Una gran claridad lo llena y lo impele a enseñar, a contar lo que sabe. Es ése su segundo enemigo al que debe también resistir con el silencio. Si sucumbe, se transformará en un hablador, de esos que aparecen por todas partes tratando de enseñar lo que creen saber pero que ignoran. Ante este enemigo el hombre de conocimiento habrá de resistir quedándose firme en su sitio silencioso. Al vencer, se habrá hecho dueño de su claridad.
Y viene el tercer enemigo: el hombre ya no teme; ha vencido la vanidad de su claridad. Se le acerca el poder. Una enorme fuerza se apodera de él, y ve que tiene capacidad de influir sobre los demás, de ser dueño de sus situaciones de vida. Enorme tentación en la que suelen caer quienes tienden a modificar la vida de otros dejándose llevar por un afán de estar presentes, de ser reconocidos, de tener influencia. Nuevamente el guerrero habrá de oponer aquí su firmeza y quedarse en firme en su lugar. Si lo hace y vence al poder, el conocimiento será suyo.
Pero le queda un cuarto enemigo, ese al que no vencerá nunca en forma definitiva sino que habrá de oponérsele una y otra vez: la vejez, el cansancio, el deseo de sentarse y descansar, mirar su vida, dejar de caminar, decir “ya llegué”. Enemigo implacable, que pretende instalarnos en un refugio seguro y abandonar la virtud del caminante: la esperanza. Durante toda su vida el hombre de conocimiento habrá de estar atento a las asechanzas de las dos formas en que la vejez se manifiesta: la desesperanza de decir “no llegaré” y la presunción de decir “ya llegué”. La vida del hombre de conocimiento es un permanente “viaje a Ixtlán”.
El conocimiento que el hombre adquiere luego de vencer a sus cuatro enemigos, aunque solo sea por breves momentos, es un conocimiento silencioso, “energía pura”:
1. El universo es una infinita aglomeración de campos de energía que se expanden en todas direcciones.
2. Estos campos emanan de una fuente de inconcebibles proporciones.
3. Los seres humanos estamos compuestos de esos mismos campos de energía.
4. De todos los campos de energía que pasan por el ser humano, solo unos pocos están presentes en la conciencia ordinaria bajo formas sensoriales.
5. La percepción ocurre cuando los campos de energía de ese pequeño grupo extienden su luz en el punto de encaje de la percepción, o, simplemente, punto de encaje.
6. Es posible lograr que este punto de encaje cambie de posición e ilumine otros campos de energía, con lo que la percepción cambia hacia lo hasta ahora desconocido. A ese acto de percibir otros campos de energía, don Juan llama “ver”.
7. Esta nueva posición del punto de encaje permite la percepción de un mundo completamente diferente al mundo cotidiano, pero tan objetivo y real como el que percibimos normalmente.
8. El intento es la fuerza omnipresente que nos hace percibir. No nos hacemos concientes porque percibimos, sino que percibimos como resultado de la presión del intento.
9. El objetivo final es lograr un estado de conciencia total y experimentar todas las posibilidades perceptuales que están a disposición del hombre. Este estado significa también una forma alternativa de morir.
El conocimiento a que se refiere don Juan nada tiene de racional: en múltiples ocasiones subraya la pobreza de la racionalidad ante la enormidad del conocimiento. La razón solo se relaciona con el habla, con lo que puede ser dicho. Más allá de estas descripciones que configuran las continuidades de nuestro diario vivir, se abre un campo vastísimo, inimaginable, al que accedemos solamente mediante el conocimiento silencioso que es algo que todos poseemos, pero sin poder expresarlo y sin incluirlo dentro de nuestro inventario corriente: el hombre, cuando comprende que sabe y quiere estar conciente de lo que sabe, lo pierde de vista; cuanto más se desea ese conocimiento, más efímero y silencioso se vuelve. Y, así, tendemos a renunciar al conocimiento silencioso y aferrarnos al de la razón.
Nos quedamos, así, con nuestros inventarios: con las descripciones que hemos venido aprendiendo desde que nacemos, encerrados en nuestra imagen de nosotros mismos, sin atrevernos a romperla. Romper esa imagen de sí es la primera tarea en la adquisición del conocimiento silencioso; acabar con la importancia personal; parar el mundo. Atrevernos a ser libres.
El conocimiento libera. Don Juan enseña que el camino del guerrero es hacia la libertad total, la que nos llega cuando no nos queda nada de importancia personal. Es una libertad que da regocijo de la mano de tristeza y de añoranza. Sin éstas uno no está completo, ya que sin ellas no hay sobriedad ni gentileza. La sabiduría sin gentileza y el conocimiento sin sobriedad son inútiles. Pero para ello hemos de romper las predisposiciones perceptuales de la racionalidad.
Estamos ante el conocimiento como tarea que nos implica totalmente. Ante el conocimiento como transformación personal. El campo que se nos abre es el de salir de nosotros mismos por medio de la aniquilación de nuestra importancia personal, de nuestra autorreferencia, de nuestra racionalidad de inventarios aprendidos, de descripciones que nos encierran en un mundo prefabricado.
Don Juan habla de “volar en las alas de la percepción”.

miércoles, 7 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 2

Parar el mundo
Puesto que la realidad es una descripción, el mundo de nuestro diario vivir está conformado por múltiples descripciones que se anudan en continuidades a las que don Juan llama también “inventarios”; dice que los hombres somos criaturas de inventario, y que conocer los detalles de determinados inventarios es lo que hace al ser humano un profesional, un conocedor de un campo específico. Hemos dicho que es éste un sistema de conocimiento del cual somos miembros con una porfiada pertinencia. Tal pertenencia limita nuestra percepción; si queremos ampliarla hemos de cambiar de referencias, ir a otro sistema de conocimiento. El primer paso en este cambio es detener ese mundo de nuestras descripciones de cada día.
Nos hablamos incesantemente a nosotros mismos acerca de nuestro mundo. De hecho, mantenemos nuestro mundo con nuestro diálogo interno. Y cuando dejamos de hablarnos sobre nosotros mismos y nuestro mundo, el mundo es como debería ser. Con nuestro diálogo interno lo renovamos, le damos vida, lo sostenemos. No solo eso, sino que escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De ahí que repitamos nuestras acciones una y otra vez hasta el día en que morimos, porque continuamos repitiendo nuestro mismo diálogo interno una y otra vez hasta el mismo momento de la muerte. Un guerrero es conciente de ello y lucha por detener su diálogo interno.
Parar el mundo consiste en introducir un elemento disonante en las continuidades de descripciones con el fin de detener ese permanente fluir de acontecimientos comunes catalogados por nuestra racionalidad. Ese elemento disonante es lo que don Juan llama “no-hacer”. Hacer es cualquier cosa que forma parte de una realidad de la cual podemos dar cuenta racionalmente. No-hacer es un elemento que no forma parte de esa realidad conocida.
Las continuidades de nuestras descripciones nos dan la idea de que somos un bloque sólido, enseña don Juan. La certeza de que somos inmutables es la que sostiene nuestro mundo. Podemos aceptar la posibilidad de modificaciones de conducta, de reacciones o de opiniones. Pero no vamos más allá de este orden básico. Cuando tal orden queda interrumpido, nuestro mundo se detiene y se viene abajo nuestra racionalidad, con todo el orden que sustenta.
La debilidad de la razón para dar cuenta de toda nuestra posibilidad cognoscitiva se debe a que se relaciona solo con uno de los ocho puntos del hombre: con el habla. En cambio, la voluntad se relaciona con el sentir, el soñar, y el ver. Nos movemos entre la razón y el habla, y a eso llamamos entendimiento. Pero hay otros seis puntos más que el hombre puede manejar - y don Juan subraya que se trata de manejar, no de entender - nos movemos dentro de la racionalidad y los lenguajes y olvidamos los puntos relacionados con la voluntad que don Juan define como una fuerza, una sensación que sale del guerrero que tiene poder, con la cual puede “agarrar” cosas. Los ocho puntos componen la totalidad de uno mismo. Los dos primeros, la razón y el habla los conocemos todos. El sentir es algo vago, pero en cierto modo familiar. Más allá del umbral que separa el mundo corriente del mundo de los brujos percibe uno el soñar, el ver, y la voluntad. Y en el último borde de ese mundo se encuentra uno con los otros dos, que no alcanzamos siquiera a nombrar.
Cuando hemos conseguido parar el mundo se nos presenta el silencio interior, estado natural de la percepción humana, en el que los pensamientos se encuentran bloqueados y todas nuestras facultades operan a partir de un nivel de conciencia que no requiere la intervención de nuestro sistema cognitivo ordinario. Allí somos capaces de funcionar en niveles de percepción que revelan mundos en sí mismos, indescriptibles y por consiguientes inexplicables en términos de los esquemas lineales que emplea el estado habitual de la percepción al explicar el universo.
Este silencio interior ha de ganarse mediante una disciplina constante, una voluntad inflexible. Es la puerta de un conocimiento que debe ser acumulado en el cuerpo, almacenado parte por parte; resultado de un aprendizaje explícito y mediante la aplicación de una intención rígida manifestada en la frugalidad o aptitud física; en el juicio recto entendido como una evaluación de los hechos impuestos por el aprendizaje en función de la totalidad del mismo; y en la obediencia a los hechos del aprendizaje. Básicamente, este aprendizaje consiste en obligarse uno mismo al silencio, aunque sea por unos pocos segundos, hasta lograr un umbral que varía de persona a persona, pero que - una vez logrado - desencadena por sí solo el silencio interior. La única manera de conocer cuál es ese umbral es en la práctica; hasta que, de pronto, el mundo se detiene y se ve el fluir de la energía.
La sensación que tenemos en esta experiencia es la de dos mundos separados; uno, el habitual y acostumbrado, aquel en que nos refugiamos; otro, lejano, difícil, aterrador. Entre ambos, un umbral que se abre y se cierra, y que no nos atrevemos a franquear... hasta, que de pronto, damos un salto.
Aquí está el nudo gordiano de este asunto de parar el mundo: si aprendemos a hacerlo, si lo hacemos habitualmente, si logramos movernos entre el mundo de la razón y el mundo de la voluntad, entre el mundo ordinario y el mundo de los brujos, entre los diferentes mundos que seamos capaces de describir, y si aprendemos a hacerlo escurriéndonos entre esos mundos, tendremos la libertad al alcance de la mano. Nos habrá sido dada por un conocer diferente, fluido, capaz de volar, capaz de admirarse y de reír, enraizado en una trama que en absoluto se confunde con las descripciones habituales de nuestras aprendidas continuidades e inventarios.
Es un nuevo conocimiento

domingo, 4 de febrero de 2007

El camino del conocimiento 1

Este postal da comienzo a una serie en la que tomaré algunos de los temas centrales de “Las enseñanzas de Don Juan”, de las que da testimonio Carlos Castaneda en sus 11 libros dedicados a lo aprendido con su maestro yaqui. Se trata de un aprendizaje en la acción, no teórico, por lo que estas referencias textuales son solo marginales, orientadas a suscitar una búsqueda personal. Los textos están tomados de mi trabajo:
Gonzalo Gutiérrez. El camino del conocimiento. Notas sobre “Las Enseñanzas de Don Juan”, de Carlos Castaneda, como prolegómenos para una gnoseología futura. Tunquelén, 2001.

La realidad es una descripción
Don Juan enseña el hombre necesita ahora, más que nunca, aprender ideas nuevas, que se relacionen exclusivamente con su mundo interior, no ideas sociales; ideas relativas al hombre frente a lo desconocido, a la libertad de percibir no solo el mundo que se da por sentado: también todo lo que es humanamente posible. Sin embargo, el hombre le tiene terror a ese nuevo sistema de conocimiento: tiembla de miedo ante la posibilidad de ser libre.
La base de ese terror está en la ruptura de una membresía: aquélla que define nuestra pertenencia a un mundo, el nuestro. Esa membresía la vamos adquiriendo desde el momento en que nacemos a través de las múltiples descripciones que nos van entregando las personas que nos rodean y las que nosotros mismos nos vamos haciendo a través de las variadas convivencias en que crecemos y evolucionamos. Llega el momento en que de niños somos ya capaces de percibir un mundo específico, tal como nos lo han descrito, y lo hacemos por nosotros mismos: en ese momento somos ya miembros de este mundo y podemos interpretarlo de acuerdo con las descripciones adquiridas, que se validan a sí mismas, anudándose en continuidades que configuran nuestro yo. Los mundos a que pertenecemos son específicos y diferentes de una persona a otra. Pero, pese a esas diferencias, todos estos mundos tienen una nota común: definir una “realidad ordinaria”, aquélla dentro de la cual se desarrollan las conversaciones de nuestro diario vivir, nuestra experiencia cotidiana; adherimos al sistema de conocimiento implicado en esta realidad porque nos da la seguridad de lo conocido.
Entrar en otro sistema de conocimiento es adquirir otra membresía: otras descripciones en las que aparece un mundo diferente. El conocimiento no es cualquier cosa ni un mecanismo humano universal: es un sistema de descripciones y prácticas a las que se pertenece; y como resultado de ese sistema de descripciones aparece una realidad, y no otra. Si las descripciones cambian, la realidad cambia; entramos en otro sistema de descripciones y prácticas.
Pero, ¿existe un sistema de mayor valor que el otro? ¿Existe un sistema verdadero por oposición a otro falso o ficticio? Carecemos de referente externo a nuestro mismo proceso de conocer que nos permita responder a estas preguntas. Conocedor, conocido y conocimiento somos un solo proceso y no nos es posible salirnos de él para validarlo desde fuera. Pero si queremos ver, esto es, ir más allá de cualquier sistema de descripciones, hemos de aprender a mirar el mundo en alguna otra forma, y colarnos por entremedio de esas diversas formas de describir, no quedándonos con ninguna, parando el mundo.
La ruptura de las continuidades de descripciones que configuran nuestra realidad ordinaria, nuestra membresía dentro de ese sistema de conocimiento, puede ser lenta, a través de un largo proceso; pero, por lo general, llega un momento en que nos es violenta. Puede suceder de un modo no previsto o de manera intencional, provocada; y en ambos casos tiene las características de una profunda remoción de nuestra conciencia, que nos produce temor.
La enseñanza de que la realidad es una descripción es de la mayor importancia. Vivimos condicionados por los mundos que tejemos, sin darnos cuenta de que somos nosotros quienes manejamos el telar. Nos sometemos a modos de ser originados en una descripción que llamamos “carácter”; nos achacan descripciones a las que llamamos “enfermedades”, atribuyéndolas a agentes externos que la medicina se encarga de describir. Describimos dioses y sistemas de creencias a las que nos sometemos; nos llenamos de códigos éticos, de normas de convivencia, de cumplimientos sociales. Armamos formas de gobierno y nos hacemos ranas de reyes cuyo poder estriba en necesidades que nos autoimponemos. Ensamblamos nuestras descripciones con las de otros y establecemos sociedades y modos de vivir en los que nos sentimos al resguardo, más o menos seguros, con escasa conciencia de que son cárceles cuyos muros limitan nuestro conocer y - por consiguiente - nuestra vida a espacios extremadamente estrechos que - por lo general - definimos en términos de trabajo, profesión, realización personal, nacionalidad, familia, ideologías. “Modalidad de la época” llama don Juan a estos grandes conjuntos de descripciones que nos hacen y configuran nuestro día a día. Dice que esta modalidad de la época determina el conjunto de campos de energía que percibimos, los que absorben toda nuestra energía, “dejándonos sin nada que pueda ayudarnos a percibir otros campos de energía, otros mundos”.
Todo el afán de conocimiento válido, verdadero, científico, que ha sido la nota característica de ese desencantamiento del mundo al que hemos llamado “modernidad” se desvanece en una débil columna de humo ante la fuerza de un conocimiento diferente. Y los lenguajes mismos adquieren su verdadera dimensión: la de ser formas de acercarnos a un mundo que no logramos asir desde ellos sino que se nos muestra como un límite, un horizonte. ¡Cuántas guerras, muertes y sufrimientos habríamos podido evitar!
El reencantamiento del mundo y con él la recuperación de la más vasta dimensión de lo humano pasa por un nuevo sistema de conocimiento abierto a lo admirable, permeado por lo maravilloso, resacralizado. No es la tecnociencia la que nos dará la felicidad ni el aumentar lo que poseemos el medio para una vida plena. Solo lo hará un cambio de conciencia.
Esta nueva conciencia humana está aquí, a nuestro alcance. Está en nosotros. Para acceder a ella necesitamos cortar las ataduras de nuestras descripciones, detener ese mundo que hemos armado nosotros mismos, romper las amarras descriptivas que nos ligan a él. Redecirlo. Y, una vez redicho, volver a redecirlo una y otra vez: la nueva conciencia aparece solo traspasando continuamente el umbral de nuestras diferentes membresías.
¿Es posible esta independencia? Las enseñanzas de don Juan nos muestran un camino que comienza por convencernos de la naturaleza descriptiva de lo que llamamos “realidad”. Tal convencimiento no es racional: la razón no es nada sin descripciones, y las defenderá hasta el fin. Dejar atrás la dependencia de lo racional es la tarea que enfrenta Carlos en su aprendizaje con su maestro yaqui, y es la que nos propone su testimonio. La recepción que estas enseñanzas han tenido en todo el mundo y en los más diversos ambientes es una señal de su validez, de que son una respuesta a nuestra íntima búsqueda de un mundo nuevo.
Para ello, nos dice don Juan, debemos “parar el mundo”.