sábado, 6 de enero de 2007

Una introducción al Yoga 3

La ilusión cósmica
Metidos en el flujo de la realidad (samsara), arrollados por el devenir, vueltos hacia nuestro yo ilusorio, creemos que ese flujo, ese yo es la realidad. Nos engañamos: es maya, la ilusión cósmica, universal. Por ella sacamos nuestra vista del árbol de la vida para tornarnos hacia el de la ciencia del bien y del mal, de la dualidad, de la apariencia.
No se trata de una ilusión gnoseológica, originada en la precariedad de nuestras percepciones y en la naturaleza de nuestro co­nocimiento ligado a ellas. Es una ilusión metafísica. Es la nescien­cia (avidya) que nos hace aceptar y valorizar la ilusión, atribuyéndo­le categoría de realidad. Así, nos apartamos de la Realidad, le volve­mos la espalda, nos volcamos hacia nosotros mismos, nos identificamos con el flujo cósmico.
Esto, a partir de los mil pequeños detalles de cada día, a través de los cuales manifestamos nuestro engaño: anhelos y desenga­ños, pequeños logros e insatisfacciones; el deseo, expresión de la ilu­sión y origen del dolor; dolor: fruto de nuestra nesciencia.
Sin embargo, tenemos en la ilusión misma la posibilidad del salto, de la conversión, del darnos vuelta hacia la realidad. En la medida en que nos percatamos de nuestra ilusión podemos poner en obra una búsqueda de la salvación.
Cuando el hindú y el yogui hablan de "sabiduría” no es­tán hablando del saber en su sentido habitual. La salvación por la sabiduría no lo es por el conocimiento, sino que por la conversión; por el apartarse del flujo samsárico del yo, por la muerte del yo, para afincarse en el Yo, el Espíritu, el Ser Único

La realidad absoluta
Más allá del flujo samsárico, de la ignorancia, de la ilusión, la Realidad; la única Realidad.
En la filosofía hindú, es éste un concepto desprovisto de características, precisamente porque el intento por otorgárselas cae en el reino de lo ilusorio. La existencia de la Realidad, de Brahma, es firmemente atestiguada, tanto como postulado cuanto como experiencia. Pero nada más. No es una Realidad actuante: el actuar es ilusión; no es una Realidad creadora: la creación pertenece a lo samsárico. Es la totalidad del contenido, pero carece de contenido. Es Todo, y, precisamente por serlo, es nada. La intuición dialéc­tica (en el sentido hegeliano) de una nada-totalidad, de una rea­lidad-descontenida es clave en la metafísica y en la ascética hin­dú. Precisamente porque más allá de la ilusión, queda superada la dicotomía entre el ser y el no-ser, la que no es otra cosa que una expresión de nuestra nesciencia.
Es ésta la actitud fundamental del yogui.

La posibilidad de liberarse de la ilusión cósmica
Precisamente porque existe, más allá del flujo samsárico, la permanencia de la Realidad última, podemos superar ese flujo. La ilusión cósmica debe y puede ser dejada atrás. La liberación existe como posibilidad. Todo está en el cómo. Y a partir de esta intuición de la posibilidad de una libertad de la ilusión que aprisiona, el pen­samiento hindú no ha hecho otra cosa que insistir en el método, en el camino de esa liberación. Es ésa la tarea humana por excelencia: no hay otra. La liberación es un llamado.
A partir de esta intuición original de la importancia del método, la elaboración ha sido abundantísima y ha llegado a miles de detalles, desde el yoga clásico, mas escueto, hasta las vertien­tes populares del tantrismo. La experiencia mística y su búsqueda, bajo mil formas, domina el panorama filosófico y ascético hindú.

La conciencia testigo
El resultado que el yogui obtiene de su práctica as­cética es la libertad, manifestada en una conciencia no ligada a la historicidad del diario acontecer samsárico ni a la angustia de la ignorancia metafísica, ni al dolor producido por el deseo. La "conciencia-testigo”, que se mira a si misma y al acontecer cons­ciente e inconsciente, es una meta-conciencia, un estado más allá de las capas del yo, un estado original de unión despersonalizada con la Realidad única y última. Es la muerte del yo.
La posibilidad de este estado de conciencia, atesti­guada por la experiencia del yogui, es el gran fruto de la ascética del yoga. Hacia esta experiencia apunta toda esta metodología. Es, a mi juicio, el mayor aporte de la espiritualidad hindú a la espiritualidad universal. Constituye, al decirlo verdaderamente y en su sentido original, un "éxtasis": un "ex-stare", un "estar fuera de si", fuera del yo egocéntrico, un ir más allá del saber ilusorio, y el resto es silencio.

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